6 de febrero de 2015

DONDE ACABAN LOS RIELES.

Aquí estoy, el mar verde desde mi ventana se extiende hasta mi silla con precisión; en una línea recta en el horizonte figuras lejanas de nubes semejan barcos detenidos dibujando hacia lo alto el cielo dorado de la tarde. Desparramado como los hombres de mar en el paisaje terrenal al llegar a cierta edad con mi alma dispuesta al silencio que es quebrado por mi perro Obama que ladra a las gaviotas, pienso en el amor no duro en la vejez habiendo corrido tantos rieles mientras la cantina en la cima de los acantilados cercanos, con su ventana iluminada de música y carcajadas cómplices, miran afuera hacia donde terminan los rieles destruidos, son rostros a los que se podría herir muy fácilmente. Le sonrío a Obama que me trae su pelotita queriendo jugar: le lanzo su pelotita, me prendo un cigarrillo, suspiro y me levanto sintiendo que aún en el tiempo mi cuerpo se sueña eterno; veo a la orilla del mar florecidas las lavandas azules con las hojas todas volteadas hacia el sol tardío, caen unas mientras vaga tu voz por entre las hojas quebrando la superficie de la tierra redonda, justo ahora cuando pensaba haberte dejado en el olvido. “Hablarme no te hace ningún bien”, te respondo al teléfono. Solo es que dejamos de oler la fruta, de amar las plantas porque nuestro pulso no luce igual bajo la piel, “lo tuyo son solo recuerdos de hace años”, digo como hablando un lenguaje de palabras minúsculas cuando caigo en cuenta que eres tú quien me hablas: yo estaba solo, hacía un año que habías muerto y ahí estabas, con tus historias de mirar juntos las estrellas, con tu palabrería que destroza el corazón, con esa tu forma de mostrar que la felicidad existe aunque no es que no se pueda ser feliz estando solo: igual la felicidad existe porque es bella el alma del mundo a pesar de tu hipócrita manera de invocar tu profesión oscura aunque ¡Dios mío, sé que no tienes un corazón duro! Y al fin todos decimos a veces malas palabras, “si igual junto a ti me parece que el mundo se detiene, que ni importa si hay una hecatombe o mal a la puerta”, te repito esto que sueles repetir, “eres lo que existe y no existe”. Solo es que ahora estoy navegando en mi bote de remos donde a duras penas hay espacio para yo mismo y mi perro. Ando, es cierto, no muy adentro en las aguas olorosas de algas remando al ritmo del palpitar despaciolento de mi corazón, dejando a ratos mi bote libre mientras orino al océano sintiéndome relajado después de eternidades de tensión, como el viejo Borges riendo cuando alguien le decía maestro. “Tú tienes el sentimiento bueno, y con tu dote no te faltará”, con tu mirada de Kin-Kong, por la ventana del hotel, observando a Fay Wray, de enorme ternura, desvalido amor. O con tu actitud a veces de Joan Crawford, con un cigarrillo en sus labios metida en la bañera, y tu gesto ese que haces al fumar, con tu sonrisa de seguridad y tu mirada de lascivia. “Ahora te dejo, me reclama Obama volver a tierra firme”, pero solo quiero jugar con él a la pelotita, antes que la noche haga penetrar sus velos junto con el primer aullido de las lobas pariendo abajo en los acantilados, mientras descifro lo que vivo. (Waldemar Verdugo Fuentes)

1 comentario:

Ezequiel dijo...

Buenas tardes, he leído su obra En voz de Borges y, de lo poco que he leído sobre la vida de él, es lo mejor que me toco tener en mi mano, aparte de la autobiografía del autor, claro. A lo que voy, y disculpe mi indiscreción ya que no tiene nada que ver con el texto "Donde acaban los rieles", es que me gustaría saber si lo puedo contactar para hacerle algunas preguntas. A mi criterio, no hay nada mejor que cuenten la historia vivida, no leída. El mejor libro de historia es la persona, porque a ella es quien le toco vivir la historia de su tiempo, no leerla. Y lo que usted escribió en el libro En voz de Borges, es, y le repito mi falta de lectura sobre Borges, el más fiel dato biográfico, porque vivió y convivió con el genio. Por ésto es mi indiscreción, ya que no he logrado conseguir su e-mail, llegando a su blog.

Le pido mil disculpas por este atrevimiento, y espero poder contactarlo para comentarle sobre el porqué de esta posible y futura charla.

Me despido con un enorme abrazo.

Ezequiel Schienke Oste.

P/D: Mi correo electrónico es schienkeoste@yahoo.com