4 de mayo de 2009

VIAJE... III

VIAJE AL INTERIOR DE UNO MISMO. III
Por Waldemar Verdugo.

Es verdad que nadie aconseja vivir centrado en uno mismo, pero, desde siempre se ha insinuado lo necesario que es la observación de sí mismo y del medio que nos rodea, para evitar que nos ocurra lo que a nuestro hombre, que no es cualquiera, cuando irrumpió en la casa en la que se la había dicho era donde vivía un gran sabio poseedor de la verdad, y al entrar aferró la mano de la persona que encontró enfundado en su túnica, arrodillado rezando frente a una imagen sagrada, y le suplicó que le enseñara.
“Te diré tres cosas -dijo la persona-, primero, estás demasiado ansioso para comprender algo. Segundo, estás pisando mi túnica. Tercero, el sabio vive en la casa del lado.”
Un poco más tranquilo, nuestro hombre entra en la casa continua donde hablaba un sabio:
“Entonces, el sentido de la vida es una necesidad fundamental de realización que se expresa en cuatro aspectos: nuestro ser corporal, la inteligencia, nuestro ser social y la trascendencia. Nuestro ser corporal necesita un mínimo de bienestar, con ingresos por nuestro oficio que nos permitan vivir decentemente y en condiciones favorables para la salud, el reposo y la distracción. Como seres inteligentes, necesitamos desarrollar la capacidad de comprender y expresión; tener libertad para actuar, tomar iniciativas y ejercer nuestra creatividad; poder participar en la vida del grupo en que estamos insertados y ser tomados en cuenta en las decisiones concernientes a todos. Como seres sociales tenemos necesidad de los demás para llegar a ser nosotros mismos, ser reconocidos, aceptados, estimados, amados. Sin el calor humano nos marchitamos, de acuerdo a una cantidad justa de relaciones humanas: ni demasiado pocas pues nuestra personalidad no se desarrolla o retrocede, ni muchas para no saturarnos y asfixiarnos. Tenemos necesidad de dialogar en profundidad por eso influye la calidad de la relaciones que elegiremos de acuerdo a la regla: “por sus obras los conoceréis”, y si somo líderes que nuestra asociación sea con aquellos que como nosotros esperamos realizar algo mejor cubriendo las necesidades de justicia e igualdad en paz y armonía social, de donde nace el cuarto aspecto de la expresión del sentido de trascendencia, la necesidad fundamental de ser uno mismo en la vida, y realizarse ligada a una exigencia interior que trasciende al llamado Absoluto Interior o Dios.”
Nuestro hombre, entonces, interrumpiendo, preguntó a viva voz:
-¿Y si estas necesidades no están satisfechas?
-Cuando estas necesidades no están satisfechas vivimos frustrados, reaccionamos agresivamente ante las cosas de la vida, no vemos a las personas ni nos importa la naturaleza de lo que nos rodea. Hay quienes se dejan estar encerrados en la pasividad de la evasión del no hacer nada o del hacer aquello que nos daña. Pero, si estos aspectos los cubrimos estamos satisfechos o en el camino de cubrirlos, haciendo las cosas, viviendo un desarrollo normal. Bienvenido eres entre nosotros. Te respondo porque no sabes las reglas aquí: sólo se debe preguntar cuando se invita a hacerlo. Por una cuestión de que el hombre debe aprender a vivir armónicamente el conjunto de sus necesidades para no destruir con una mano lo que quiere construir con la otra. Preséntate, ¿quién eres?
-No soy cualquiera. Soy quien te da vida y a los otros.
-¿Eres el autor? Eres nuestro igual pues es a partir del proyecto de nosotros que te inscribes en la vida. Si has venido en búsqueda de un sentido, sólo te podemos decir que no debes olvidar que has descubierto que la soledad del oficio es fecunda y plena. Que es posible no aburrirse con la propia compañía, teniendo una mirada benevolente y estimulante para sí mismo. No eres contigo un padre crítico y exigente, poco gratificante y anulador. Sabes que la peor de las pobrezas no está en lo que te falta, sino en no saber lo que se tiene. Eres un buen compañero contigo, pues a menudo corremos el riesgo de mantener nuestro propio sufrimiento ligado a las carencias, buscando compensarlas desde el exterior, atribuyendo así a otros el poder de solucionar lo que uno debe resolver. No olvides que tienes ciertos puntos de referencia que te hacen ser contigo mismo el buen padre y la buena madre. Para definirte mejor en tus relaciones has aprendido a decir no para después decir sí de verdad. A través de tu oficio de crearnos, conoces mejor tus zonas de tolerancia, descubres lo que es bueno o malo en una situación dada y así puedes decidir y aplacar aquello que no te es beneficioso. Tu oficio, como todos los oficios, te permite estar en el presente, aquí y ahora, y no atrapado en el pasado o suponiendo el futuro. Dependes de ti mismo y no pones en las manos de otros lo que quieres. El oficio establece un ritmo en la realización de un proyecto, define el territorio, afirma y desmaleza el espacio y te hace independiente. La práctica del oficio desarrolla la capacidad de pasar del deseo al proyecto, hace realidad los sueños, y enfrenta con la realidad de lo que se es, siente y ensaya; te confirma en lo que eres, en lo que experimentas, y descubre en ti lo que necesitas hacer para lograr lo que deseas. Es lógico realizar una acción para cubrir una necesidad, nadie espere que le lleguen los logros sin mediar una acción, por eso los logros son meritorios y justifican la frase aquella de que “por sus obras los conoceréis”, por eso los personajes hacen cosas como todos los seres vivos que nunca están estáticos a pesar de sí mismos. Por supuesto, una acción de una u otra parte requiere trabajo que se debe aceptar igual que la soledad del oficio como una parte y no como la totalidad de la vida. Te hablo como podía hacerlo un mueble al carpintero o un camino al hacedor de caminos, si como hechura de tu oficio no te doy un sentido de inmediato, habrás al menos podido reconocerme, nombrarme, acogerme, regalarme o desecharme, a pesar de que todo aquí ocupa un lugar en el espacio, pero no me has permitido desarrollarme en una forma indeterminada de angustia, de auto compasión, de sin sentido en la vida.
Eres lo que escribes, como todos. Eso lo sabe cualquier personaje, quien espera de su creador que sea buen compañero de sí mismo, más sensible, solícito, benevolente y lógico. Sin lógica no hay sentido de la vida.

(Fragmento de “El Sentido de la vida”)
© Waldemar Verdugo Fuentes, 2009.