11 de julio de 2008

Gracias Gonzalo Utrilla.

Se devolvió a la distancia el maestro pintor Gonzalo Utrilla, dejando un vacío en la vida cultural latinoamericana, donde su obra artística se difundió antes de su partida. Gonzalo se fue a los 63 años y era el más joven del mundo: al final se desempeñaba como catedrático en el Museo José María Velasco del Instituto Mexiquense de Cultura, en Toluca, Capital del Estado de México, donde lo conocí hace veintitantos años. Solíamos reunirnos en su taller sus amigos de entonces, entre quienes conocí a los poetas Raúl Cáceres Carenzo, Benjamín Araujo, Héctor Sumano Madagan, Guadalupe Cárdenas, Carlos Muciño... nos presentó el escritor argentino Pedro Salvador Ale, y desde que recuerdo haberle conocido, Gonzalo siempre se comportó como un hombre bien plantado, condescendiente y bien dispuesto. Solía visitarme en mi departamento en el Distrito Federal, donde a veces llegaba con el activista cultural Dionisio Morales, o con las actrices Susana Alexander o Adriana Roel, o nos juntábamos con la genial Guadalupe Amor y el insigne dramaturgo Sergio Magaña o la actriz cubana Ninón Sevilla.... Ineludiblemente me llevaba de regalo vino chileno que conversábamos mientras Gonzalo siempre estaba dibujando a alguno de los que allí estábamos. A él le entretenía retratar a sus amigos, y ahora que junto con las noticias de la partida del hombre a las estrellas, sus discípulos me han pedido que le envíe algún retrato que pudo hacer de mi, para una antología de su obra que comienzan a rescatar, ahora quiero retener en estas líneas instantes de su enorme estatura. Y decir que era amigo de sus amigos, cálido como el que más y con un sentido del humor que era imposible medir el tiempo cuando se estaba con él.
Para el escritor Luis Mario Schneider, Gonzalo Utrilla “era un pintor que dibujaba poesía”, mientras que para Hugo Argüelles, su pintura “es una explosión vital de la gran imaginación” que poseía el maestro. Digamos que supo dominar el color y las formas, el espacio y los volúmenes en un juego onírico inédito que rescataba y nos enseñaba a ver a través de sus pinturas que nunca son realistas: son una propia visión del mundo; que para los datos oficiales ahora anota que Gonzalo Utrilla comenzó su trayectoria artística en la Escuela de Arquitectura de México y en el Taller de Artes Libres de la Universidad de Veracruz. Su primera exposición la presenta en colectivo, a los 18 años, en el Instituto Regional de Bellas Artes de Tuxtla, Gutiérrez, su ciudad natal.
A partir de ese momento y en los siguientes cuarenta y cinco años, integró un gran número de exposiciones colectivas y, sobre todo, en presentaciones individuales en las más prestigiosas salas de arte de México y en países como Alemania, donde su obra se ha difundido con mayor popularidad. El desnudo y el paisaje fueron sus temas principales, y la elocuencia sensual de la línea lo caracterizó a lo largo de su trayectoria artística. Supo utilizar elocuentemente los vacíos que ofrecían al espectador la libertad para el gozo y la complicidad con que trabajaba la línea sugiriendo estos espacios entre trazos fragmentados que hacían participar de su obra al que observa. Decía Magaña que “los cuerpos de Utrilla son esencialmente eróticos: siempre están al límite de las caricias”. Ahora parte de la obra del pintor se exhibe en el Museo José María Velasco, donde trazó las últimas pinceladas de su vida, digo, de esta vida, porque seguro que ahorita está dibujando los angelitos en la otra vida, en el cielo o dondequiera que sea más allá.


Ilustraciones: “Waldemar Verdugo”, dibujos de Gonzalo Utrilla, acuarela y lápiz sobre papel de arroz y corteza de maguey, realizados en 1980 y 1985: Archivo revista “Vogue-México”.