18 de abril de 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ EN VOGUE.

ENTREVISTA CON GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Por Waldemar Verdugo Fuentes Publicado en revista Vogue, año 1981.
El Realismo Mágico es el camino emprendido por escritores latinoamericanos que se levantó como la más marcada huella literaria que cruza el siglo XX. No brotó una corriente más sólida. Surge como válvula de escape de la imaginería latinoamericana inspirada en nuestros áridos desiertos del norte y las ocultas selvas más profundas del sur. Extremadamente rigurosa en el uso de nuestra lengua, su sabiduría formal arranca de los tiempos en que los escritores narraban con números. El personaje es esa voz real que habla dentro de nosotros, de la que nos insinúa una posible forma en todas las cosas que sabemos, envuelta, sin embargo, en una atmósfera fantástica de pura soledad en ciudades fantasmas y de hombres aparecidos, de puro calor o niebla, islas nuevas y mujeres aladas. Por supuesto que no es posible siquiera citar a todos los escritores latinos involucrados; me limitaré a rescatar el juicio del más universal de sus cultores, Gabriel García Márquez, quien termina considerando que la huella de pioneros como María Luisa Bombal y Juan Rulfo es de lo más profunda y visible en su propia creación. El autor de "Cien años de Soledad" es un hombre absolutamente cordial. Su modestia natural es lo primero que delata en Gabriel García Márquez a un genio. Acercarse a él es de lo más sencillo. Vive desde hace décadas en la Ciudad de México y, que se sepa, jamás se ha negado a conversar con nadie. En lo personal, y sin premeditación alguna, he conversado con él en diversas oportunidades, en el Museo Carrillo Gil, en Bellas Artes, en la Sala Netzahualcóyotl... siempre se le ve igual, dispuesto al semejante, modestamente vestido, generalmente de blanco o con saco oscuro y camisa y pantalón blanco de textura indígena: es posible que nunca se haya puesto una corbata con agrado. Es muy sencillo. De “Vogue-México” me pidieron una nota acerca de García Márquez porque está de candidato al Premio Nobel. Osé llamarlo por teléfono y preguntarle sobre su postulación. El, gentilmente, dijo: "No soy dado a las abstracciones. Mejor hablemos de otra cosa". Le he preguntado, en su caso, ¿qué es ser un escritor? Y responde: -Es un mérito descomunal, porque yo soy muy bruto para escribir. He tenido que someterme a una disciplina atroz para terminar media página en ocho horas; peleo a trompadas con cada palabra y casi siempre es ella quien sale ganando. Cuando me hice escritor profesional, el más grave problema que debí enfrentar fue el de imponerme un horario. Estaba habituado al trabajo de periodista que me ocupaba sobre todo las noches. Me vi obligado a establecer una pauta de trabajo que iba de las nueve de la mañana a las dos de la tarde, cuando mis hijos volvían de la escuela. En ese tiempo tenía cuarenta años... Después me sentí culpable de escribir sólo por la mañana, intenté continuar por la tarde, pero caí en cuenta de que en la segunda parte del día nada me resultaba bien y debía rehacer todo a la mañana siguiente. -¿A qué otras dificultades debe enfrentarse para salir adelante en su trabajo literario? -Tengo otro problema: logro escribir sólo en un ambiente familiar que ya esté identificado con mi trabajo. Una pieza de hotel, una habitación puesta a mi disposición por otra persona, una máquina de escribir prestada, me bloquean, y esto es una lástima porque cuando viajo no puedo trabajar... Debo estar también en un estado de gracia, con el tema preciso y el tono exacto para desarrollarlo. Una de las primeras dificultades es la de escribir el primer párrafo. He llegado a pasar meses para tomar la onda: apenas superado este escollo, el resto ha salido facilísimo. Creo que con el primer párrafo logrado se supera la mayor parte de los problemas que plantea escribir un libro; allí queda definido todo: el tema, el tono, el estilo... Por esto pienso que es más difícil escribir un libro de cuentos que una novela; en cada relato es necesario comenzar de nuevo, partir de nuevo, mientras que en la novela se parte una sola vez, hay un solo inmenso esfuerzo... Hasta los ocho años Gabriel García Márquez vive en la pequeña aldea de Aracataca, situada casi al pie de la Sierra de Santa Marta, en los Andes de Colombia, sobre la costa del mar Caribe. Allí todo es como antes y no tiene morada la nostalgia. Allí el tiempo vacaciona y en sus caminos se transita sobre tierra y esperanza. Es un lugar donde la realidad ha sido destruida por la magia y la gente ha aprendido a llorar con los ojos abiertos para no perder el paso ante el sueño, que se mete hasta en los huesos. En honor a aquellos pasos, y para reencontrarlos, el escritor nombrará al lugar "Macondo", pueblo hechizado en que transcurre la acción de la mayor parte de sus escritos y donde viven sus personajes tan soberbiamente logrados. Luego la familia de García Márquez se traslada a Zipaquirá: sencilla ciudad en el centro de Colombia. Allí cursa sus estudios elementales y medios, y adquiere un hábito maravilloso: la lectura. Recuerda: -Por propia iniciativa comencé entonces a leer mucho, poesía y obras literarias en general, pero sobre todo poesía. Por eso creo que mi estructura cultural es esencialmente poética... Claro que tenía una buena base literaria, notablemente superior a la de mis compañeros... Hasta entonces la mayor parte de los libros que había leído eran muy académicos, obras aconsejadas por los profesores: los clásicos y los poetas de la edad de oro española... en Zipaquirá los únicos libros a que podía tener acceso eran los de la Biblioteca escolar... Prosigue sus estudios en la Universidad de Bogotá, pero otras experiencias tienen mayor impacto en él que la vida académica: el tristemente célebre "Bogotazo" que culmina con la muerte del líder político Eliecer Gaitán, en 1948, es un hecho que le conmueve profundamente, y le insta -como hombre y escritor- a comprometerse con la realidad de los más desprotegidos. Interrumpe sus estudios universitarios y, mientras publicaba en "El Espectador" de Bogotá, se traslada al puerto de Barranquilla. -Allí -nos dice- descubrí una vida que había sido mía, que conocía, de la cual quería escribir. Mis amigos de Barranquilla tenían muchas obras de autores contemporáneos que conseguía me prestaran. Desde entonces se produjo en mi vida una integración con lo que leía y lo que escribía. Por esa época vuelve unos días a Aracataca y se emociona al ver que en quince años nada había cambiado en el lugar en que había transcurrido su infancia: -No tuve la impresión de mirar la aldea... era como si la estuviera leyendo, como si todo lo que veía estuviese ya escrito y no debiese hacer otra cosa que sentarme y escribir lo que ya estaba ahí, lo que estaba leyendo... José Arcadio Buendía; Úrsula; Pilar Terneros; Remedios "la bella"; Mauricio Babilonia; Melquiades... fue como si todos sus personajes esperasen por él. A su regreso escribe "La Hojarasca" y al poco tiempo es enviado como corresponsal periodístico a París. Recorre Europa y luego se establece en México, donde escribe su obra maestra: "Cien años de soledad", acertada conjunción entre lo que es y lo que no es, mito e historia que marca el más alto vuelo de lo llamado Realismo Mágico en la historia de la literatura. ¿Cómo entiende su "don" García Márquez? De hecho no lo ve diferente a la bendición que recibió el carpintero con su oficio. Nos dice: -Escribir algo requiere tanto empeño como fabricar una mesa. El escritor trabaja sobre una realidad que es un material duro como la leña. Literatura y carpintería requieren una notable habilidad técnica y una buena dosis de secretos del oficio. Pero, sobre todo, en la base de ambas hay un trabajo esforzado." ¿A qué secretos del oficio se refiere García Márquez? El mismo revela que, "si tú escribes que has visto volar un elefante, nadie lo creerá; pero si afirmas haber visto volar cuatrocientos veinticinco, es probable que el público lo crea." "Cien años de soledad" está llena de esos trucos... ¿en qué consiste la inspiración para él? Dice: "Consiste en encontrar el tema preciso, un tema que agrade y que haga más llevadero el trabajo. También es fundamental en el novelista la intuición, un don especial que ayuda a descifrar la realidad sin que sea necesario tener una cultura científica o de otro orden. Es una especie de experiencia inventada, un modo de hacer experiencia sin afanarse a vivirla. Sustancialmente, es lo opuesto al intelectualismo, la cosa que más detesto, porque reduce la realidad a una teoría inmutable. La intuición se tiene o no se tiene, y por más esfuerzo que uno haga no puede cuadrar el círculo. -¿Cómo se inició usted en la literatura? -Una noche, a finales de los años cuarenta un amigo me prestó "La metamorfosis" de Franz Kafka. Llegué a mi pensión y comencé a leer. Por poco el primer renglón no me hizo caer cama abajo: "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto". No imaginaba que fuera lícito escribir así. Si lo hubiese sabido antes, me habría puesto antes a escribir también yo. Así, pues, comencé entonces a escribir, en 1947. Dice García Márquez que otra impresión igual, decisiva en su vida, le ocurrió en México. Narra que alguien, un día, le dijo: "¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda!". Esa "vaina" era un libro de Juan Rulfo: "Pedro Páramo": -Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Desde la noche tremenda en que leí "La metamorfosis" en una lúgubre pensión de Bogotá, casi diez años antes, nunca había sufrido una conmoción semejante. Al día siguiente leí "El llano en llamas", y el asombro permaneció intacto. Mucho después, en la antesala de un consultorio, encontré una revista médica con otra obra maestra: "La herencia de Matilde Arcángel". El resto de aquel año no pude leer a ningún autor fuera de Rulfo, porque todos me parecían menores... Para el inventor de Macondo, ese fabuloso lugar, la admiración por la obra literaria de Juan Rulfo va muy lejos: -En ese tiempo no sólo podía recitar párrafos completos del "Pedro Páramo", podía recitar el libro completo, al derecho y al revés, sin una falla apreciable, y podía decir en qué página de mi edición se encontraba cada episodio, y no había un sólo rasgo del carácter de un personaje que no conociera a fondo. La obra, sin duda, yo la conocía mejor que el propio autor. A Rulfo, por cierto, yo no lo conocía; lo vi en persona sólo varios años después. Ahora somos amigos. Recuerda cómo fue que, con el tiempo, y ya instalado en la Ciudad de México, sería guionista de varias de las películas que se han filmado inspiradas en la obra de Rulfo. De la última ("El gallo de oro"), dijo: -Carlos Velo me encomendó la adaptación para el cine de otro relato de Juan Rulfo que era el único que yo no conocía en aquel momento: "El gallo de oro". Eran 16 páginas muy apretadas en un papel de seda que estaba a punto de convertirse en polvo, y escritas con tres máquinas distintas. Aunque no me hubieran dicho de quién era, lo habría sabido de inmediato. El lenguaje no era tan minucioso como el del resto de la obra de Juan Rulfo, y había muy pocos recursos técnicos de los suyos, pero su ángel personal volaba por todo el ámbito de la escritura. Más tarde, el mismo Velo y Carlos Fuentes me invitaron a hacer una revisión crítica de la primera adaptación de "Pedro Páramo" para el cine. Menciono estos dos trabajos -cuyo resultado final estuvo muy lejos de ser bueno- porque ellos me obligaron a profundizar todavía más en el mundo de Rulfo. Carlos Velo había hecho algo sorprendente: había recortado los fragmentos temporales de "Pedro Páramo" y había vuelto a armar el drama en un orden cronológico riguroso. Como simple recurso de trabajo me pareció legítimo, aunque el resultado era un libro distinto: plano y descosido. Pero me fue útil para una comprensión mejor de la carpintería secreta de Rulfo, y muy revelador de su insólita sabiduría. Es cierto que cuando a García Márquez se le pregunta su impresión sobre la influencia de Rulfo en su propia creación, suele responder que le es imposible referirse al inventor de Comala, ese fabuloso lugar, sin que parezca que se está refiriendo a sí mismo: -El conocimiento de la obra de Juan Rulfo me dio el camino que buscaba para mis propios libros. Siempre vuelvo a releerlo completo, y siempre vuelvo a ser la víctima inocente del mismo asombro de la primera vez. No son más de 300 páginas, pero son casi tantas y creo que tan perdurables como las que conocemos de Sófocles. Así es mi admiración por Rulfo... Entonces, son Franz Kafka y Juan Rulfo dos incentivadores de la obra de García Márquez: también reconoce entre sus influencias a la escritora chilena María Luisa Bombal: -No leí la obra de María Luisa Bombal sino mucho después. La encontré, precisamente, buscando las propias lecturas e influencias de Rulfo. Ella es la adelantada de lo que se ha dado en llamar "realismo mágico" en que se involucra parte de mi obra y me halaga porque admiro lo que ellos escribieron; María Luisa Bombal; tiene algunos pequeños relatos que son de los más delicados de nuestras letras. Es fácil concluir que las mujeres que cruzan las páginas de "La amortajada" y "La última niebla", las obras capitales de Bombal, son mujeres únicas. Difícilmente un hombre puede escribir así. Por su parte, las lecturas de María Luisa Bombal son las mismas que alentaron a Juan Rulfo, en especial autores nórdicos: Knut Hamsum, Halldor K. Laxness... dramaturgos como Ibsen, o sea, grandes escritores como ellos mismos lo eran. Juan Rulfo y María Luisa Bombal fueron pioneros en esta corriente de realidad mágica que he explorado en mi trabajo, y me enorgullece haber aportado algo a la continuidad de este ánimo realmente fantástico que inventaron con su obra, en ambos reducida sin dejar de ser colosal. La influencia de Juan Rulfo fue una cálida oquedad y la obra de María Luisa Bombal pasó en mi vida como una abeja de fuego, tal cual la nombraba Pablo Neruda -dijo Gabriel García Márquez. A manera de testimonio sencillo. Hoy, cuando Gabo se devolvió a la distancia le digo gracias con un abrazo. Waldemar Verdugo Fuentes. Entrevista publicada en revista VOGUE en 1981. Gabriel García Márquez obtiene el Premio Nobel en 1982. Entrevista incluida en libro “Magos de América”, Ensayo acerca de Jorge Luis Borges, María Luisa Bombal, Juan Rulfo, John Huston, María Sabina, Gabriel García Márquez. Primera Edición: Editorial Norte/Sur y Librería Imagen, México, 2006. Inscripción Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Departamento de Derechos Intelectuales Chile. ISBN 978-956-353-388-0 Encuentro con el realismo mágico de las pioneras personalidades que se hicieron mágicas al practicar un arte olvidado: fueron gente humilde. http://www.amazon.com/dp/B00GBJWQ5G