8 de febrero de 2008

Gracias Monna Bell.


Gracias querida Monna, tu amistad ha sido señera en mi camino. Una buena amistad es una suerte muy grande que nos acompaña durante toda la vida: porque aún cuando no nos veamos siempre, para mi basta saber que existes para sentirme acompañado. Me enseñaste que una buena amiga es una mujer para la cual nuestra vida no tiene secretos y que, a pesar de todo, nos aprecia. Me enseñaste que cada amigo que ganamos en la vida nos perfecciona y enriquece por lo que de nosotros mismos nos descubre, y por lo que de él mismo nos da. La amistad es el vino bueno de la vida.
Gracias por tu preocupación y apoyo constante. He recibido ayer el regalo maravilloso que me has hecho de una colección de tus grabaciones, obra y legado musical magnífico para la historia de la canción popular. Cuando te conocí en México, hace tantos años, supe de inmediato que nuestra amistad estaba predestinada: te sentí “al tiro” cercana. Uno o dos días después me invitaste a la casa de los Hermanos Silva, donde se le daba una fiesta al Fernando Ubiergo (otro buena persona) por haber ganado la OTI. Esa noche también me hice amigo de Palmenia Pizarro y de Lolita Silva, que junto a sus hermanos siempre me apoyaron. Creo que desde ese día, querida Monna, fue que comenzamos a escribir nuestro inventario de principios de amistad: nunca dar explicaciones; nunca quejarse; la vida es demasiado corta para perder el tiempo; no lamentarse de lo que no puede ser cambiado; partir siempre de la situación presente; no odiar pero combatir si se requiere; buscar en el otro lo mejor; no preocuparse demasiado por “niuna huevá” que todo pasa... porque la vida es una tómbola, tom, tom, tómbola...
¿Te dije gracias, también, por interceder con Juan Gabriel para que escribiera la música de la película acerca de Gabriela Mistral? La historia de mi guión “La Mistral” rescata dos edades de la escritora: su juventud en Chile y su adultez en México, ésta última cuya música de fondo es la escrita por Juan Gabriel gracias a tu intervención. El productor Stan Jakubowicz me compró el guión con todas las de la ley, por lo que, en cierta forma mi labor ha terminado, sin embargo estoy apoyando en cuanto se me pide. Estuvo acá Angélica Aragón, quien, según creo, es la primera actriz de México, y bien sabes que me une a ella una sólida amistad: será quien interprete a La Mistral en su adultez en México: ya trabajamos sus parlamentos aquí en Cartagena, donde tuve el placer de tenerla unos días, en pleno regocijo con estos mares del sur que acogen siempre con cariño a la maestra Angélica, quien ya trabajó con Stan en “La mujer de mi hermano”.
Me preguntaste por “La Mistral”, amiga mía, y te sigo contando. La dirigirá Raúl Ruíz: estuve trabajando con él un par de meses en que combinamos nuestros tiempos de lo más bien; nos juntamos en su casa en las mañanas temprano y analizamos juntos cada escena y determinamos cada cambio. Trabajar con él fue una experiencia, literalmente, fantástica. Tiene Raúl Ruíz el don de la humildad que suelen tener las grandes personas. Vino Stan a Chile exclusivamente a cerrar contratos: junto con firmar mi cesión de derechos del guión, firmó Raúl para dirigir la película. Nos reunimos los tres a trabajar y un día en El Parrón se decidieron algunos papeles: el personaje de Gabriela Mistral en su juventud lo hará Leonor Varela; ahí mismo la ubicó Stan por celular y la encontró en Hollywood: hablamos con ella los tres. Aceptó de inmediato. Raúl propuso para el papel de “Petronila Alcayaga”, madre de La Mistral, a otra actriz chilena excepcional: Valentina Vargas. Yo mismo propuse y ya le hablé a Esperanza Silva para el papel de “Leonora”, madre de Juan el marido de Emelina, la medio hermana de La Mistral, que es otro de los principales. Y propuse a Benjamín Vicuña para el papel de “Romelio Urueta”, el amante suicida de la escritora que le inspiró sus “Sonetos de la muerte”; no lo conozco personalmente a Benjamín, pero creo que un personaje que creó haciendo para televisión de “Manuel Rodríguez” es la personalidad que necesitamos: y resultó amigo de Stan y ya almorzó con Raúl. Entre tanto, con Stan nos embarcamos en otro proyecto que nos obligó a darle prioridad estos últimos meses, decantando La Mistral y tomando su propio tiempo como es usual que se tome cada cosa que sale de Hollywood. De hecho, según entiendo, los artistas convocados recién recibirán en estas semanas el guión definitivo con las observaciones que trabajé junto a Raúl Ruíz. Al respecto, finalmente, sólo puedo terminar diciendo, a la manera de Chaplin, que el tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.
Bueno, querida Monna, igual esta escritura inmediata de tu amigo era nada más para decirte que recibí el regalo, que sigo tu consejo de hacerme ligero como el ave y no como la pluma y para enviarte un beso.

(En foto: Monna Bell y Waldemar Verdugo, foto tomada por Nadine Markova ©Vogue)

Videos de Monna Bell en Youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=aGTpPRNpXXM Enamórate.
http://www.youtube.com/watch?v=C6PwAA3cKPU Noche de Ronda.
http://www.youtube.com/watch?v=SlAovNTMgJs Fragmento de El Telegrama.
y entrevista para revista Vogue en:
http://monnabell-entrevista.blogspot.com


Día 20 de abril de 2008.
Mi muy querida amiga Monna Bell ha partido anoche. El maestro Borges decía que uno nunca debía escribir sin haber esperado que decante la emoción, pero mi amigo Alex Phillips III, me ha pedido que escriba unas palabras para ser leídas el día de mañana, durante las honras fúnebres de su madre la inmortal. Con humildad escribo:
MONNA BELL QUE ESTÁ EN LOS CIELOS.
“Se ha devuelto a la distancia nuestra querida y admirada Monna Bell, cuya voz ha sido fuente de inspiración de poetas y escritores y del hombre nuestro de cada día. Ahora está cantándole a los ángeles en lo Alto, y seguramente Dios y los santos y vírgenes la están oyendo admirados de su obra, cuando nos ha abandonado la amiga estrella para ser patrimonio de los cielos y leyenda de la Tierra, cuya voz ahora rebota para siempre en los cristales transparentes del aire.
Quienes tuvimos la dicha y el alto honor de conocerla sabemos que fue la mejor amiga de sus amigos, que siempre la seguiremos recordando aquí y más allá de nosotros quienes vendrán en el futuro cuando ya no estemos, y conozcan a una de las voces definitivas en lengua castellana, cuyas canciones pasan a ser ahora patrimonio de la música universal.
La respetada artista Monna Bell triunfa primero en Chile, en la década de 1960, al ganar el Festival de la Canción de Viña del Mar, y luego triunfa en el Festival de Benidorm, en la costa mediterránea de España, donde graba dos discos que se hacen universalmente conocidos: “La vida es una Tómbola” y “El Telegrama”. A partir de entonces, recibió todos los elogios de la crítica: "Trofeo Avelino Muñoz" de Panamá, a la artista extranjera más popular en Centroamérica; "Trofeo a la Voz", IX Reseña Mundial de Festivales Cinematográficos", México; "Trofeo Gran Voz" de Colombia; triunfadora del "Primer Festival Mundial de la Voz", en Venezuela; "Primer Festival del Mediterráneo", España; "Festival Internacional de la Canción Popular", Brasil; "Festival de la Canción Latina en el Mundo", México; "Disco de Oro de Hollywood", a la Voz Latina, en Estados Unidos, donde triunfó antes que cualquier otro cantante hispanoamericano y abrió las puertas del mercado anglosajón a la canción popular en lengua castellana. En España y toda América obtuvo la mayoría de los reconocimientos a que puede aspirar un cantante popular.
Su voz excepcional le ganó admiradores en todo el mundo, que ahora unidos damos gracias por haberla conocido y ser honrados con su amistad cariñosa, que en su vida diaria expresaba en su hogar donde recibía a sus amigos y familiares con ricas ensaladas y empanadas chilenas que preparaba como nadie, a la manera ancestral de sus mayores. De su país también heredó su calidez, la fuerza para enfrentar la vida y la sabiduría de su forma de vivir, en plena armonía con la naturaleza humana a pesar de vivir como pocas estrellas hispanoamericanas una idolatría hasta el último día de su vida: en nuestros países nuestra fue olvidada, y uno se daba cuenta al salir con ella, que siempre respondía las muestras de cariño de los demás con un modo alegre que le hacía brillar sus ojos grandes y sonrisa humilde de buena gente.
Nuestra muy querida Monna Bell surgió a la vida artística en la década de 1960, junto con la explosión de la redes de comunicaciones satelitales, cundo se ubica el inicio de la llamada "canción popular" en su más alta expresión pionera. Es a partir de entonces que la canción latina emerge con sus líneas melódicas, formas armónicas, alegrías y silencios, voces y letras propias. En un momento en que la gente ya no desea "conocer" sino que busca "saber", en que para contraponer la técnica que lo invade todo, busca elevarse a ese algo oculto de donde proceden los fenómenos sensibles. La canción popular estuvo marcada por dos guerras mundiales y el dominio del átomo, por la llegada del hombre a la Luna y los innumerables exilios políticos. El resultado hoy es sorprendente: la canción popular llevó al pueblo a poetas como Pablo Neruda y Antonio Machado...que se dispersaron sus letras en canciones arregladas musicalmente por artistas enormes, practicantes de disciplinas altamente depuradas. La canción popular representó un fuerte desafío para los intérpretes, que deben no sólo saber decir, sino también saber decir algo; prestando su voz al diálogo del ser nuestro de cada día, que necesita hablar de aquellas pequeñas cosas que por tener cerca, justamente, a veces no vemos. Entonces fue que el título de la primera grabación de Monna Bell se hizo famoso de inmediato: "La vida es una tómbola", y retrató una época que hoy es semilla del viento.
Nuestra Monna Bell, ennoblecida por su voz excepcional, mantuvo su arte que es hoy vigente como un eco largo, inacabable. Su estirpe es de pioneros, y si como artista abrió el mercado anglosajón para los artistas hispanoamericanos, como mujer encontró el amor en otro artista excepcional: Alex Phillips II, y fue bendecida con sus hijos Jenny y Alex Phillips III, a quienes sus amigos hoy acompañamos en el dolor. Sus últimos días los pasó en la compañía de su familia y sus nietos que alcanzaron también a conocer su amor. Y es en esos últimos días suyos rodeados de amor cuando quiero rescatar algunas frases de ella que revelas su enorme estatura. Conversando en una entrevista que hicimos para revista Vogue, yo le preguntaba lo que significaban los premios innumerables recibidos, y Monna Bell decía:
- “Los premios han sido algo absolutamente secundario en mi vida. Yo nunca he cantado para recibir premios, nunca quise ser una estrella, sólo he querido ser una cantante, una intérprete de canciones, nada más. Y a partir de ahí, hacerlo lo mejor posible. Ahora, cuando han transcurrido tantos años desde que comencé, aún me causa sorpresa el ver cómo se ha desenvuelto mi historia, que es la historia de una mujer que descubrió que haciendo lo que quería -cantar-, podía, además ser feliz con ello.
"Yo canto como un carpintero hace un mueble o cómo un médico sana una herida. Creo que sólo Dios es algo más importante para el ser humano después de su trabajo. Pienso que el trabajo es la forma perfecta de relación con nuestros semejantes, por eso me ha interesado siempre hacerlo mejor cada vez. Porque una profesión mal servida es el caos en nuestra sociedad; si uno hace lo suyo lo mejor que puede, todo a su alrededor se levanta; es un desafío que la madre de familia enfrenta cada día. Como cada uno en su profesión...
"De un buen profesor sólo puede surgir buena educación; de un buen político sólo debe surgir buena política...si las cosas no son mejores para el pueblo es porque la profesión política no está bien servida. Si las cosas no son mejores, es porque nuestras profesiones no están bien servidas. Lo que sea lo que uno haga en la vida como oficio, hágalo bien. Cantar, entonces, es mi forma natural de relación con la época en que vivo. Y es mi forma de relacionarme con Dios, por supuesto. Porque soy creyente en un Orden Universal. Es cierto que hay quienes creen en Dios por temor, yo no: creo en Dios por agradecimiento, porque mi historia es, además, la historia de una mujer conforme con la vida."
El estilo musical de Monna Bell es propio de ella, inédito. No necesitamos recordar ahora que ella lo mismo actuaba un día en la Ciudad de México, otro en Caracas o en Las Vegas o hacía una larga temporada en un club de Hollywood; no necesitamos decir que cuando Plácido Domingo se topo con ella por casualidad en un estudio de Televisión en México le besó sus manos. Ella nunca necesitó probar nada a nadie. Simplemente fue y seguirá siendo más allá de nosotros, cuando la escuche alguien en una estrella lejana rebotando en los espacios del tiempo. Por eso es que sólo grabó excepcionales discos en su vida, que desde antes que nuestra querida amiga se subiera a cantar a los cielos, ya eran patrimonio de la lengua española con su voz única de fondo. Decía ella:
"En mi trabajo siempre presentí que no se trataba de cantidad, sino de calidad. Digamos que mis discos han sido, por decirlo así, meras casualidades. Sin embargo, con toda modestia, creo que he entregado uno o dos discos que el público ha recibido y ha hecho suyo en el seno del hogar. Lo que para mí es suficiente. La canción popular es patrimonio del pueblo, por derecho propio."
Nuestra querida Monna Bell se despidió en México, pero nunca dejó de visitar fugazmente Chile, por el puro placer de estar con sus amigos que la admirábamos y recibíamos, a veces solamente horas, como un rayo de luz que cruzaba nuestras existencias, como durante su última visita de dos días en 2004, cuando le rendimos un homenaje sus amigos, escritores, artistas de otras disciplinas e intérpretes, como ella. Monna Bell nació en Santiago, donde a los veinte años ya era una figura respetada de la música popular chilena. Comenzó profesionalmente a los 16 años, recorriendo Chile como "crooner" de una orquesta de jazz; pasó a la canción popular acompañando al legendario director musical Roberto Inglés en sus actuaciones: él la ayuda a crear su estilo: "Canto en tonos más bajos, esa es toda mi diferencia -nos decía ella-. Lo demás es el oído del público. Más que grabar un disco yo amo estar en el escenario, cantando en vivo es la comunicación inmediata, mi forma de alabar a Dios y a mis semejantes, no menos. Que esa comunicación, para mí es agua viva, algo que tiene que ver con una nota musical precisa, con decir lo mejor posible una canción, así sea una canción que nunca hubiera grabado. A eso nada más aspiro, a servir de intérprete musical lo mejor posible. Que ese logro secreto es para mí más que suficiente”.
Digamos ahora, en estos momentos tristes, que su logro fue único. Nuestra querida Monna Bell no ha partido, ahora vive para siempre en la memoria de la música que se interpreta en lengua castellana. Y vive para siempre como regalo cariñoso de la vida en el corazón de quienes la conocimos y a su alta humanidad. Gracias amiga grande Monna Bell que estás ahora en los cielos”.
Waldemar Verdugo,
Santiago de Chile, otoño de 2008.