6 de agosto de 2016

A BETSY PECANINS CON UN BESO.

Ahora que me han llegado noticias de tu presentación hace unos días en el Teatro de la Ciudad de México, Betsy Pecanins, amiga mía, ahora te envío esta escritura inmediata, palabras que nunca alcanzarán el tamaño de tu altura artística y humana pero que me sirven de excusa para enviarte un beso con blues de fondo. Ahora que los amigos que fueron a aplaudirte me dicen que estuviste plena, nueva, renacida siempre como el Ave Phoenix que aletea vitalizando a quienes te escuchan cantar, decir, susurrar tu música. Ahora cuando me llegan las noticias de tu actuación en el “Esperanza Iris” de la calle Donceles, recinto principal del Sistema de Teatros de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, ahora rescato cuestiones que de ti viven en mí, cuando comienzo a ver fragmentos en youtube de tu actuación, y verte me enternece.
Ahora rescato fragmentos de mi propia memoria porque, te digo, Betsy muy querida, es la memoria de tus amigos deleitados con tu ternura, por eso recuerdo cuestiones hombre adentro, de cuando llegué a vivir a Ciudad de México en 1980 y a los pocos días me invitaron a la inauguración de la Galería Pecanins que estrenaba su nueva ubicación en la colonia Roma, a un costado de la Fuente de las Cibeles, cuando estuve antes horas y horas leyendo lo que podía de quienes exponían antes de escribir una nota para Vogue, que sólo pude reseñar nombrando a los artistas porque te vi solo a ti, rodeada de gente: cuando como pude llegué a tu lado intrépido y puse mi brazo en tu hombro, me observaste y te susurré al oído “que bella eres”, sonreíste y seguiste conversando como si nada. Tu compañero entonces, el notable músico chiapaneco Federico Alvarez del Toro (que ya había creado composiciones notables como “Desolación”, su liturgia de la destrucción de la vegetación en Chiapas, “Estancias”, su reconocimiento a la voz humana, y presentaba por esos días su composición Gneiss, “Unión”, con la Orquesta Sinfónica del Estado de México, y “Ozomatli” con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, que escuchamos con José Antonio Alcaraz y luego escribió en Vogue que la de Federico era “una nueva poética”) el mismo que no tardó en aclararme sutilmente que eras su compañera, lo que con los años se cansó de repetirme porque yo, cada vez que te veía, te abrazaba y no te soltaba; gracias por tu amistad Betsy magnética, por esos años, por escucharme y aconsejarme, llamándome “corazón de pollo” excusando mi ser sentimental, lo que ayudó a comprenderme. Ahora te cuento que un día antes de yo abandonar México fuiste a verme a la oficina de ARTEINC, por tu pura intuición chamánica llegaste a fortalecerme cuando en 1990 me trasladé a California y animaste enseñándome: “El verdadero lugar lo llevas en la piel. Porque naces cuando nace una pasión y lo importante es nacer todos los días”. También me enseñaste el blues, los músicos que amas, Muddy Waters, B.B King, Janis Joplin, Aretha Franklin… una estirpe de la cual tú formas parte, según siento. El blues que me enseñaste con tu paciencia infinita y que hasta ahora permanece entre la música que amo, y te cuento que sólo con los años sentí frases que decías de la influencia del blues en tu propia vida (quizás porque cuando te veía siempre me perdía en tu magnetismo y cada gesto tuyo, tus labios dejando escapar el tono melodioso de voz, tu cabello, tus ojos y tamaño de belleza) toda tú, para quien pueden ser muchas las influencias, “pero finalmente lo que establece mi estilo es mi trabajo personal. Hay muchas influencias que conforman mi canto. Pero lo que redondea mi estilo es el trabajo en el escenario. La técnica es muy importante, pero más importante aún es lo que uno va a decir. Crecí dentro de una gran cantidad de influencias musicales, pero el blues es la fuente primordial de mi canto, una raíz profunda, el blues ha sido muy generoso conmigo, y también para toda la música moderna.”
Es cierto que las notas del blues (melancolía saudade) tejen las hebras de aguas que fluyen al mar y, como el mar siempre se expande, con sus raíces en la gran influencia negra que tiene la música moderna, en las comunidades afroamericanas norteamericanas desarrollado a través de las espirituales, canciones de oración, canciones de trabajo, rimas inglesas, baladas escocesas e irlandesas narradas y gritos de campo, alentando al soul, al jazz y el country para que naciera el rock, llegando a formar parte del ragtime, bluegrass, rhythm, funk, heavy metal, pop, emparentado con otros géneros como el bolero y la nueva trova cubana y la ranchera mexicana, movimientos estéticos que nacen al alero del campo abierto, los bares y la revolución, humanizando el culto al amor y el desamor, tan cerca el uno del otro, y unificado al adoptar siempre su forma de las características personales, del contenido emocional de cada artista que lo interpreta, como tú dices, “el blues es una personalidad, es un rito de libertad donde hablamos de las cosas que nos duelen, que tiene un romanticismo áspero e irónico, y tiene muchas lecturas. Se habla del racismo, los derechos humanos, la intensidad de la vida, de la posibilidad de elegir una religión, el derecho a saber quién eres en este mundo.”
Ahora, me dicen los amigos, tierna Betsy bella, que del espectáculo que vienes presentando, contaste que, “lo he nombrado Ave Phoenix porque nace a partir de que hace cuatro años me diagnosticaron una condición neurológica que se llama disfonía espasmódica que afecta el habla con periodos de afonía, que nada tiene que ver con cantar o con la técnica, le pasa a cualquiera. El cerebro mandó una señal a las cuerdas vocales para que entraran en espasmo y ahí comencé. No me permite cantar como antes pero si usar la voz… el que una cantante pierda su voz es más que un drama, es una catástrofe… y un aliento que me hizo entrar en una etapa de composición, fue partir de cero, empezar de cero y desde otro territorio vocal y experimental, y han nacido muchas canciones, y este concierto que está en constante movimiento, renaciendo como el Ave Phoenix, con creaciones que nacen desde que tuve que fijarme en las cosas que sí tengo y seguir con eso. Ya no puedo cantar como antes, pero sí he encontrado otra forma de hacerlo, otra manera de decir las cosas que quiero decir, con otros elementos y acompañada de mi familia musical…” Como te refieres a quienes te acompañan: potencias vocales formadas en la Escuela de Música del Rock a la Palabra, Natalia Marroquín, Nayeli Stanfer y Elena Garnes, con los maestros Jorge García Montemayor (guitarra acústica) Felipe Souza (guitarra eléctrica) Héctor Aguilar (batería) Mónica del Águila (cello) y Alfonso Rosas (bajo), con tu familia de iconos musicales mexicanos, Jaime López, Guillermo Briseño, Rafa Mendoza y Jesús Antonio Rodríguez “Frino”, con Rocío Carrillo, que te acompañan en tu concierto Ave Phoenix producido por Arturo Mendoza. Concierto que es tu propio renacer con una analogía de la ciudad que te vio nacer, Phoenix, Arizona, y donde propones temas que hablan del amor, del desamor, del cuerpo, de la migración y de las obsesiones de la vida misma sin olvidar el buen humor; contando de tu padre que siendo niña te llevaba a escalar montañas, mientras tu madre, “florecita de asfalto”, te llevaba a los museos, transitando por la balada y el rock, y la música electrónica, boleros, rancheras y susurros con tu toque bellísimo, potenciando el espíritu blusero que inundas, seductora en castellano, inglés y catalán, cantando a los Beatles o afirmando en un verso que Ayotzinapa es personal recordando a las madres de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 26 de Septiembre de 2014, moviendo almas esa que habita tu cuerpo con fondo de blues en tu profundo espíritu, con tu pionera manera de rapear o hiphopear la letra de tus canciones, aunque no te asumas como maestra ni pionera, aunque no por nada en México para la crítica de la revista Proceso, el tuyo, “es uno de esos espectáculos fuera de serie”, y en La Jornada te nombran “mariposa del canto.” En Vogue elogiamos tu presentación en el Festival Internacional Cervantino de 1983, y calificamos “memorable” tu ahora legendaria actuación de 1985 en el Auditorio Nacional con el gran Papa John Creach, Real de 14, Dwight Cardoll, tu concierto de homenaje a George Gershwin de 1987 y tu voz en El Diluvio de Noé montado por Benjamín Britten en 1989, y reprodujimos las palabras de Félix Noarbe luego de escucharte en el bar Elígeme de Madrid, cuando dice: “Arrojamos tres claveles a Betsy Pecanins agradecidos de que nos demostrara que el blues, o el sentimiento del blues, está en cualquier corazón apto para recibirlo, que su lenguaje es universal, que pueden reunirse músicos de diversas latitudes del mundo en un solo sentimiento, que se puede cantar en castellano cuando la calidad impera.” Es cierto, el sentimiento del blues, según creo, se traspasa más allá del idioma que no por nada afirmas que, “las rancheras son el blues de México porque duelen, son desgarradoras, están llenas de sensualidad, porque uno se ríe de sí mismo, el sentimiento es doloroso sin aniquilar el humor a pesar de todo. Cuando vino la oportunidad de cantar temas de Lucha Reyes en la película de Arturo Ripstein (1994, La reina de la noche), eso fue todo un viaje. Fue descubridor. Cantar como Lucha Reyes me llevaba al blues, cantar el blues me llevaba a Lucha Reyes. El blues y la ranchera se parecen mucho, pero son distintos a la vez. Son semejantes en intensidad, en las rancheras la tristeza se da por el lamento, en el blues, la tristeza amarra con la ironía. Es el mismo temperamento desgarrado, con una alta dosis de sensualidad, una carga emocional que traspasa el lenguaje y que debí enseñarme cantando. Me costó mucho cantar en español con la misma naturalidad que lo hacía en inglés, porque las vocales son muy distintas, el sonido es otra cosa. Me inicié cantando el blues tradicional en inglés, mi lengua paterna, no lo podía evitar, nací y crecí en los Estados Unidos, mi segundo disco fueron canciones con letra de poetas catalanes que vivieron la etapa de la prohibición, el catalán es la lengua que heredé de mi madre, mi primer concierto lo hice en Barcelona, mi primera maestra de canto era catalana y aprendí mucho de ella. Fue muy importante incluir el español en México que es mi país de elección, donde vivo. Creo que el blues se puede cantar en el idioma que quieras, pero hay que encontrar el blues, tenerlo adentro, encontrando el equilibrio que se da en los espacios, lo que responde a la técnica, pero más que nada a la intuición y el gusto, con el sentido del humor fundamental para las cosas de la vida, para los buenos y los malos tiempos, siendo posible usarlo como canto contestatario y sanador, una fiesta para mirar al mundo con humor y vivir con dignidad. De las duras experiencias con mi salud, he aprendido con ellas, he cambiado con ellas. Cambiar no es malo -afirmas-. Los cambios son buenos te dan vuelta el camino y te exhortan a buscar otras cosas. Es difícil ser cantante y perder la voz, es como perderlo todo. Pero Ave Phoenix nació como respuesta a esa pérdida. Llega un momento en la vida que tienes que tomar una decisión y para mí la vida siempre fue superar muchas cosas, amar profundamente… eso ganó. Ha sido una época dura desde la abundancia, no de la carencia. Ha sido empezar desde otras ideas, comenzar a vivir intensamente este momento de creación que me encanta llamarlo Ave Phoenix, porque cuando meditas en que te volviste cenizas siempre encuentras la manera de renacer. Hay que estar dispuesto para renacer.” Así es. (A BETSY PECANINS CON UN BESO por Waldemar Verdugo Fuentes a 6 de agosto de 2016, Día Mundial del Blues y celebrando los primeros cincuenta años con Revolver de The Beatles)