11 de mayo de 2013

RECADO A JOSÉ DE LA COLINA

Hoy, en Suplemento cultural LABERINTO del diario Milenio de México, número 517 página 4:
http://www.milenio.com/suplementos/laberinto

No es que ahora quiera hablar de un maestro del ejercicio de las letras sólo por citar, por referirme a gentes nobles en su oficio para impresionar, con afán de nombrar a tal o cual por apariencia, para que digan que uno se codea con los que saben; no se trata aquí de dárselas de nada, sólo es que ahora quiero enviar este recado a José de la Colina porque es justo que los amigos recuerden también a los amigos cuando están vivos, porque, al fin, de los ilustres cuando se devuelven a la distancia todos hablan. Ahora, que el sol anda revoloteando por los tejados de los mares del sur, ahora cuando he recibido tu saludo, querido Pepe de la Colina, es que te envío este recado, y te cuento que la amistad sigue viva, y te digo que ojalá hayas recibido el mensaje que te envíe, te mandé decir que aquí en Chile, a la orilla del mar, también tienes tu hogar.

Te envío este recado, amigo mío, solo para decir que te recuerdo con tu sonrisa cálida, la mirada atenta, heroico, inteligente, erudito. Porque hay que ser heroico para sobrevivir, enseñándote solito el ejercicio del oficio, desde los 13 años cuando inventas hacerte escritor formal, narrador, periodista, crítico de cine, estudioso de nuestra lengua, manejador de la palabra que vence a la muerte. En este recado quiero celebrar al oficio de escritor, para quien su universidad fue la lectura. Porque hay que ser inteligente en cuestiones para abrir caminos nuevos en el conocimiento de nuestro oficio, hay que ser erudito, o haber nacido sabio, no sé, para inventarte sin ningún estudio formal, y llegar a ser maestro de gentes con muchos títulos académicos, para integrar los consejos de redacción de algunos de los medios escritos culturales más influyentes de nuestra lengua; yo creo que México es desde la antigüedad la punta de lanza de la cultura escrita en lengua castellana. Y te lo digo  desde afuera. Ahora,  treinta años después.

Ahora, cuando muchos leemos tus escritos por la Red, donde ocupas tu sitio propio, en el glorioso mundo virtual que está rescatando lo que merece ser rescatado: aquello que eligen los lectores y los padres para que lean sus hijos. Confirmando que la literatura no es algo que está en un papel, como éste antes suplantó a la piedra, y ahora dice adiós con un beso la tinta electrónica, porque está más allá la letra del medio que se usa para el oficio, ocupando un espacio separado de la materia donde viven, solos, quien escribe y el que lee.

No se trata aquí de citar esto y lo otro para enumerar cosas bonitas de los amigos, que de ti mucho se puede decir al respecto, pero es que, con tu saludo se me vino a la memoria cuando nos presentó Tomás Pérez Turrent, a quien mucho debemos. Y aquí me detengo un instante. Mira cómo son las cosas, te cuento, amigo mío que viví diez años en México, y me hice mejor. De lo azteca no se habla, se susurra. Porque hay que ser reverente con el que más sabe, y donde uno ha hecho amigos y a los amigos se les respeta bajando la voz, que es el tono en que escribo este recado, sólo para saludarte en tono reverencial, nada más. Reía el maestro Tomás cuando yo le decía que él, y también tú, no eran críticos de cine, eran escritores que hablaban de películas, ensayando la letra única, esa misma que se utiliza para cualquier obra literaria, ejerciendo el oficio, evocando dejándose llevar por el poder de la palabra. Entre mis amigos mexicanos, lo he escrito, del maestro Tomás aprendí mucho, me dio una copia del trabajo magnífico que hizo contigo y Luis Buñuel; me dio a leer tus reflexiones del cine, así como los libros que publicó contigo, aprendí de él acerca de motivación, generosidad, rectitud, lealtad, ternura, fortaleza (juntos dejamos de fumar, en una lucha que no he terminado de dominar); y aprendí del buen humor, uno estaba horas conversando con él envuelto en su pasión por las cosas, ¿cierto?, riendo con sus ironías jamás en ánimo de ofender, solo por el puro placer de reírse entre amigos, aprendiendo de un espíritu insobornable, libre, de alas propias. Para el muy querido maestro Tomás Pérez Turrent, lo sabes querido Pepe, eras uno de sus hermanos, te quería y apreciaba con adulta mirada, y, te digo, pienso igual.

El maestro Juan José Arreola siempre se refería a ti con cariño y admiración a tu obra, lo sabes ¿verdad? Una vez, estuvo muchas horas alabando tu trabajo Salvador Elizondo, que, ya sabemos lo estricto que era, y te admiraba, lo sabes ¿no? Del maestro Octavio Paz, que fue hombre generoso, ¿te dije alguna vez que me regaló una copia de tu libro La tumba india, de unos ejemplares que le habían enviado desde la SEP? Sabes que el maestro Octavio te quería mucho, ¿verdad? No tengo que recordarlo aquí, no por nada escribió que eras un amigo abierto y leal, un escritor singular y tu prosa una de las mejores de México, y, te digo, pienso igual.

Cuando no tengo la menor intención en moverme de Chile, donde muy bien se vive.  Desde aquí te envío este recado, amigo apreciado, desde mi hogar a la orilla de los mares del sur, sobre unos acantilados que nacen de cavernas donde las aguas hacen rebotar bajo mis pies su remanso. De día no dejan de cantar las gaviotas, alcatraces, golondrinas y garzas azules. También tienen su nido en las rocas familias de leones marinos y focas; viven delfines que tienen acá una de sus zonas de apareamiento. Y para contarte que estuvo aquí, en casa, Poli Délano, quien mucho te aprecia, lo sabes: estaban varios otros amigos, que nos acompañaron cuando con Poli levantamos la copa de vino, haciendo un saludo a tu nombre y amistad intacta.
Waldemar Verdugo Fuentes
http://sclaberinto.blogspot.com/p/recado-jose-de-la-colina.html

9 de mayo de 2013

GENTE DE MÉXICO.

GENTE DE MÉXICO.
PARTE UNO DE “SUSURROS DE MÉXICO”
(GENTE Y PAISAJE MEXICANO)
FRAGMENTOS PUBLICADOS EN PAPEL VEGETAL
Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Encuentro con MARÍA SABINA / ANTHONY QUINN / MARÍA FÉLIX / ELÍAS NANDINO
MARIO MORENO "CANTINFLAS" / GUADALUPE "PITA" AMOR / LINDA CHRISTIAN
SALVADOR ELIZONDO / JUAN RULFO y un RECADO A LUCHA VILLA.
ENTRAR AL LIBRO GRATIS
ADHERIDO A LA EDUCACIÓN GRATUITA PARA TODOS.
http://residenciaenmexico.blogspot.com

 
   El nuevo milenio ha obligado a los países a examinar su memoria histórica. El conocer las personas de una época es acercarse a esa época, porque los iconos que inventamos a imagen y semejanza de nuestros sueños y deseos son el reflejo más fiel de los pueblos. Debo decir que he vivido no poco tiempo en México (unos diez años en tres épocas), y sin dudas, obedeció al Hacedor de caminos, porque me hice mejor. Pude conocer estos convocados enormes que me toca en suerte narrar rescatando aquí mi modesta impresión de María Sabina Magdalena García, aunque solamente quien llegó a su presencia en Huautla de Jiménez allá en Oaxaca, puede saber lo que se siente: ella no leía como nosotros, pero podía consultar el Libro Blanco que es todos los libros. De la humildad de María Sabina, que legó a la ciencia médica varios remedios que hoy ayudan a toda la humanidad, de ella aprendí que si los hombres observamos cuidadosamente nuestra realidad, descubrimos que la realidad es fabulosa. De su conocimiento se ha escrito tanto, que sólo puedo decir que quien llegó a su presencia, necesariamente se hizo más silencioso. Hablo aquí de Guadalupe "Pita" Amor, que fue mi vecina varios años en la Plaza Washington que bifurca las calles de Londres y Dinamarca en el Distrito Federal, y que ya había llegado a la sabiduría cuando la conocí. Según creo, quien lea alguno de sus poemas no puede dejar de percibir la musicalidad que recorre el orden que da a las letras: sus sonetos son patrimonio de la música. “Pita” se hizo inmortal cantando a viva voz su creación en la Zona Rosa, a la manera de los antiguos juglares que iban por las ciudades como un tren despertando las almas; me honró durante los años que viví en México con su amistad: permítaseme incluirla aquí en honor de la crítica mexicana, que me concedió por ella el Premio Nacional de Periodismo Cultural en 1987, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, un honor quizás inmerecido que me acompaña. La actriz María Félix es la mujer más bella que he visto. Ella no aceptaba grabadoras, pero estaba absolutamente dispuesta a ser fotografiada un día entero. En lo personal, tengo con la Doña una deuda de gratitud porque la pude visitar no pocas veces en su mansión de Ciudad de México, donde siempre invitaba a sus amigos a jugar a las cartas. También pude compartir con ella unas veces en casa del amigo común que nos presentó, Ernesto Alonso, el célebre inventor de las telenovelas mexicanas, que nos traía para beber vino chileno. Ella fue conmigo siempre cordial: la primera vez que la vi, luego de conversar casi todo el tiempo, ante su grupo de amigos rodeándola, concertamos una primera entrevista invitándome a su casa al otro día;  al final de la reunión me despedí de ella con un beso; luego Alonso comentó que hacía cuarenta años que la conocía, y era muy rara la vez que dejaba que la besaran al despedirse, citando varios bochornos históricos (incluido un Presidente de su país). Por considerar que la refleja más completa, esta visión de María Félix que aquí reproduzco suma entrevistas que publiqué con ella en las décadas de 1980 y 1990, en México (Vogue) y en Chile (Caras).   
   El bufo Mario Moreno en plan de entrevistado intimidaba a cualquiera. La primera vez que le vi, enviado por Vogue, confieso, nunca pensé ser recibido de tal forma por "Cantinflas": sentado detrás de un enorme escritorio antiguo barnizado de caoba, inmenso, muy propio, envuelto en luz difusa detrás de sus gruesos lentes ópticos; seriamente vestido de corbata y tonos oscuros. Él tenía sus oficinas en la parte alta de un edificio ubicado en Insurgentes Sur, México D.F., que cobijaba en su primer piso y subterráneo un club nocturno memorable, también de su propiedad; estaba aburrido de que lo entrevistaran, aunque siempre era cordial. Otras veces pude verlo en plan más descansado; a su casa fui un par de veces en reuniones en que pude conocer a otros artistas mexicanos como Lola Bertrán, Lucha Villa, María Victoria, Carmen Salinas, a la actriz cubana Ninón Sevilla y la actriz de Argentina Rosita Quintana. Un año de esos le dieron un premio a Vogue  y me tocó en suerte ir a recibirlo, acompañado de la actriz Angélica Aragón, con quien conservo una cálida amistad. Allí vi por última vez a "Cantinflas" a quien se le rendía homenaje, siempre animoso, muy amable como era en verdad. En 1983 publiqué la primera entrevista con él, que aquí incluyo, sumándole encuentros posteriores publicados desde entonces, además de conversaciones con otros artistas que actuaron con él, de su época, con empresarios que lo trataron en sus inicios, optando por estructurar el escrito con apuntes que acaso puedan ser de utilidad a quienes investigan el origen del teatro popular en nuestros países de América.
   Del célebre escritor Juan Rulfo no escribí sino diez años después de haberlo conocido, en 1972, en Santiago en la vieja casona de la Sociedad de Escritores de Chile, cuando apenas intercambié dos palabras con él, en un homenaje que se le rendía entonces con la presencia de María Luisa Bombal, la maestra chilena autora de una obra breve que Rulfo apreciaba. Me atreví a publicar un acercamiento formal sólo cuando lo volví a encontrar en México, casi una década después. Desde entonces nunca dejé de escribir acerca de él notas de rigor, hechas de encuentros concertados o fortuitos, relectura de sus obras y murmullos. Entrego aquí cuanto sé de Juan Rulfo, a quien en Chile leemos desde niños. 
   Estas entrevistas no fueron realizadas en el afán de convertirlas en un libro: esto es casual, sólo obedece al Hado. El Hado es un misterio tan profundo que sólo lo entiende el lector. No dudo en afirmar que escribir lo que merece ser escrito sobre cada uno de estos personajes requiere de mucho más espacio, y requiere haber conocido muy bien a la persona. Y a varios de ellos en este encuentro premeditado no conocí lo suficiente (¿a quién se conoce tanto?); sin embargo, tuve en presencia de cada quien aquí reunido una cierta experiencia plástica sobre el sentido de la vida; entonces, éste es apenas un intento de compartir con el lector una situación concreta. Este modo esencialmente periodístico de aprender de las experiencias de la minoría viene, evidentemente, de una de las funciones básicas de la escritura: la de examinar las costumbres inmediatas, la de percibir un reflejo del ser vivo. Que quien lea sepa que está  leyendo acerca de un ser real. Tal cual cuando salieron estas entrevistas publicadas originalmente en manera individual, como entonces, ahora reunidas no me pertenecen, son del lector ocasional, a quien ahora pertenecen...
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