10 de junio de 2010

Del Dragón.

DEL DRAGÓN

En la más remota antigüedad nadie intentaba matar al dragón. Lo subyugaban. Lo domesticaban. En su significado más profundo, este animal mitológico representa el poder de la naturaleza; es la sabiduría oculta: la "programación" interna que todo humano lleva dentro, el instinto y la intelectualidad, la carne y el espíritu. Y el equilibrio que debe prevalecer entre esos factores. El dragón ha ocupado un sitio propio en la religión de casi todos los pueblos.
Los mayas, por ejemplo, le nombraban Itzamná (iguana celestial), fusionando en este nombre el principio masculino -cielo- y femenino -tierra-, adjudicándole, por lo tanto, la capacidad inherente por lo general a los dragones: dominio de lo alto y lo bajo. Puede andar, nadar y volar. En los pueblos de Oriente (aunque ahora hablar de hemisferios es obsoleto), en sus religiones el dragón siempre está presente. Para los chinos es el "rey" de 369 especies de reptiles escamosos. Dentro de su mitología es el animal mágico por antonomasia, pues tiene el poder de transformarse y volverse invisible. En la primavera sube al cielo; en el otoño se sumerge en el fondo del mar. Al reaparecer con el invierno anuncia el recobro de las energías de la naturaleza de las aguas primigenias. Los chinos decían que "el fuego de los dragones y el fuego de los humanos son opuestos. Si el fuego del dragón encuentra humedad, se aviva. Si agua, quema. Pero si se le combate con fuego, deja de quemar y se extinguen sus llamas"... la ecuación alquímica de la materia original -según se sabe- asevera que, para purificar una sustancia, ésta ha de ser lavada no con agua, sino con fuego.
El simbolismo de China lo resume como una conjunción de las otras especies de la tierra, el agua y el aire, explicando con ello, incluso, todos los fenómenos meteorológicos. En su difundido zodíaco, el dragón aparece cada doce años, rigiendo su última influencia este recién pasado año 2000, y astrológicamente con un significado de buen augurio, por ser el más benevolente de los 12 animales que componen sus signos zodiacales. Como el dragón impera sobre los factores naturales que más directamente influyen sobre la suerte de los seres vivos en el planeta, y particularmente del hombre, se le considera en esencia como un ente protector contra los espíritus malignos y las epidemias. En China son comunes los amuletos con figuras de dragón para lograr éxito, riqueza o importancia. Así es como desde hace siglos, cada doce años, cuando surge el dragón zodiacal, millones de chinos tratan de que sus hijos nazcan bajo el signo, para que el dragón les proteja y les lleve por caminos venturosos, escribiendo un futuro próspero en su destino. Este año 2000 las autoridades chinas no dejaron de recordar a la población el problema que enfrentan contra el incremento demográfico.
Cuándo el dragón pasó a ocupar un lugar en el panteón de seres míticos de China es algo que se pierde en las brumas del tiempo, lo escrito es que ya en la Dinastía Han, hacia el año 206 antes de nosotros, el dragón era un símbolo del poder imperial, llegando a ser una interpretación de la fortaleza de sus soberanos, quienes eran los únicos que podían dormir en una cama con forma de dragón y usar ropajes con dibujos de dragones bordados en seda y oro, portando en su estandarte un dragón de cinco garras, mientras que los oficiales del ejército usaban uno de 4 garras. En la literatura de China, escritos del siglo III comienzan a citar a Lung Wang, una deidad controladora de las lluvias a la que se describe como un rey-dragón. Luego, el animal fantástico es protagonista de toda clase de leyendas, a veces citado como una bestia terrible en apariencia, aunque siempre con cierta disposición infantil, cuya principal diversión era asustar a los cortejos de los novios en las bodas aldeanas; algunas veces se les ubica asolando comarcas y muchas más, secuestrando princesas. Ya desde esos tiempos antiguos, los chinos usan la imagen posible del dragón en sus fiestas carnavalescas como vemos hoy esparcido en el mundo, en que incluso en carnavales como Mardi-Gras en Nueva Orleans o en Brasil, vemos desfilando algún dragón. Aunque al contrario de la interpretación que le damos en nuestros países occidentales, debemos anotar, el dragón en Oriente no es dañino, y nunca se le ataca, pues causarle daño siempre resulta en mal designio. El solo insultar a este ser magnífico es arriesgarse a que se ofenda y retire a las profundidades de la tierra y ahuyente las lluvias, por lo que se hace necesario despertarlo haciendo mucho ruido. Precisamente de esta creencia derivan las mascaradas figuras de dragón que hacen danzar y moverse a un grupo de personas flexionando el cuerpo de un lado a otro dando movimiento al largo disfraz entre la algarabía general.
Wang Fu, un sabio chino que vivió hacia el siglo III, dice de los dragones: "Cuando se espera lluvia, los dragones gritan y sus voces son como el sonido que se produce al golpear vasijas de cobre (que es como los truenos)... su saliva puede producir toda clase de perfumes (los aromas de la vegetación con la humedad). Su aliento se convierte en nubes, y se valen de esas mismas nubes para cubrir sus cuerpos cuando desean no ser vistos... Aún ahora, algunas personas han visto algunas veces en los lagos y ríos asomar la garra o la cola de un dragón, pero las cabezas no se ven.

"En el verano, después del cuarto mes, los dragones se dividen las regiones de la tierra entre ellos y cada uno delimita su territorio. Esta es la razón por la cual en una distancia de unos cuantos kilómetros puede haber diferentes climas, aunque ellos siempre llevan las benditas aguas que son celestes si las producen por su propio instinto cuando una zona está seca, o más oscuras si han sido obligados a crearlas por insistencia de ruego y mucho ruido, que los puede violentar hasta enviar el aluvión."
Los emperadores chinos también decían poseer la facultad de producir lluvia, según esto, porque entre sus títulos y atributos estaba también el de Rey de los Dragones. Al serlo, podían ejercer su mando moviéndose en las cuatro direcciones simultáneamente. La quinta dirección es el centro, donde el emperador permanece. Y aunque su emblema tenga cinco garras, no pueden tener más de cuatro dragones subsidiarios. El primer emperador chino en "dragonizarse" fue Fu Hsi, quien vivió "antes de que la historia empezara". A él le tocó poner en orden las aguas del país, al mandar que se excavaran numerosos diques y canales de irrigación, merced a lo cual se logró dominar el caudaloso Río Amarillo. La religión más antigua de China, y una de las más remotas del mundo, el taoísmo destinaba al dragón un lugar especial entre las deidades que representaban las fuerzas de la Naturaleza, lo que explica su significado divino preservado durante generaciones. En que la anatomía del animal magnífico suma cualidades de diferentes especies. Para los chinos antiguos es el Señor de los animales con escamas, tiene cabeza de caballo, cola de serpiente y alas. Para la tradición más extendida son nueve los seres que le prestan su fisonomía: sus cuernos se parecen a la cornamenta del ciervo; la cabeza, a la testa de los caballos; los ojos, a aquellos de los demonios; las orejas, a las de los bueyes; el cuello se parece al cuerpo de una serpiente; el vientre, a una gran almeja; sus escamas se asemejan a las del pez carpa; sus garras son como las del águila, y tiene las plantas de los pies como los de un tigre, con sus propias huellas digitales únicas. Los chinos no matan al dragón: lo subyugan. Lo domestican, a imagen y semejanza de la superación humana que intenta equilibrar todas las fuerzas de la naturaleza para que siga la vida, encarnada, justamente, en este animal fantástico que es y no es; que aparece y desaparece como la vida misma.
En los países de Europa el dragón suele tener cuernos, que son símbolo de virilidad. Su cola puede ser de lagarto, serpiente, cocodrilo, anguila o delfín. Nuevamente la dualidad: al estar formado por parte de animales de sangre caliente y fría, muestra su naturaleza de agua y fuego. Porque puede tener partes de ave, de pez, de reptil, de mamífero. O hasta de insecto, cuando se le agregan detalles que lo emparientan con las langostas voladoras o las libélulas. También Leonardo Da Vinci, en uno de sus libros de diseño, daba su forma particular para dibujar dragones que resultaran convincentes, mezclando partes de animales. En La Biblia la Gran Bestia del Apocalipsis que amenaza la Tierra es representa como un dragón de 7 cabezas, y frecuentemente es derrotado o sometido por diferentes mártires y santos, representándose en incontables pinturas y grabados esculturales en que el bien vence al mal-dragón. San Miguel venció al dragón-Satán en una lucha cuerpo a cuerpo; San Jorge combatió de acuerdo a los cánones de la caballería. Teniendo una protección extra: los arcángeles, enemigos del dragón. Porque San Jorge derrota al dragón "demoníaco" ayudado por la inspiración divina y rescata a la hija del rey de la comarca con lo que logra la conversión al cristianismo de todo el pueblo: era costumbre en Silene, Libia, sacrificar niños al dragón que habitaba en un pantano, el mismo al que San Jorge eliminó para dar fin a esa salvaje costumbre; claro que la leyenda del santo caballero, que es patrono de Inglaterra, se originó en la necesidad de combatir los sacrificios humanos. Es bien conocido, por otra parte, que durante la época de las Cruzadas, se incluía con frecuencia al dragón en los escudos de los Caballeros, quienes así pretendían inspirar miedo a sus contrincantes. Como reminiscencia de esta costumbre, la figura del dragón pasó a formar parte del escudo de armas del Príncipe de Gales en Gran Bretaña. Precisamente en este país se halla la famosa Dragon's Hill o colina del dragón que no es sino un dibujo en la tierra que representa a un caballo blanco resguardado por los habitantes de la región durante casi 2000 años. Nadie sabe el significado de dicha figura ni la razón del nombre que lleva la colina, pero sí es conocida la enorme importancia que se le otorga al sitio, basado quizás en el temor a lo desconocido. En la misma Inglaterra subsiste un mito folklórico según el cual si una serpiente engulle a una congénere, se convertirá en dragón, y aún cuando la historia de San Jorge sigue siendo la más difundida, probablemente ésta deriva de una aún más antigua, situada en Etiopía, que con la señalización de mito de Andrómeda, se ubica como una de las primeras apariciones del dragón en Occidente, perpetuada en forma oral; cuenta esta leyenda que una bella virgen griega de nombre Andrómeda fue ofrecida en sacrificio a un dragón marino que asolaba la región y que sólo pudo ser salvada por su enamorado, quien con ayuda de artes mágicas derrotó a la bestia y se casó con la doncella.

El héroe romano Hércules, vence a varios dragones en sus trabajos míticos, a uno le cortó la lengua. Con eso no sólo lo emasculó, sino que adquirió la capacidad de entender el lenguaje de las aves; también hubo de hacer diques para poder controlar los profundos pantanos cercanos a Lerna, el lugar donde estaba la terrible Hidra, un dragón acuático, y sus varias cabezas a las que hubo de hacerle una degollina múltiple (se dice que las múltiples cabezas simbolizaban lo incontrolable, el tener que dar una solución de conjunto a un problema). A las sierpes que en su cuna habían cuando bebé, Hércules las estranguló. Otra leyenda narra que un dragón quedó ciego por cometer la indiscreción de ver a la diosa Atenea desnuda mientras ésta se bañaba. Pero una vez aclaradas las cosas, se le compensó dándole "otra vista" (el sexto sentido). El La Ilíada de Homero, Agamemnón porta un estandarte con un dragón tricéfalo. Otro héroe mítico, Perseo (que algunos identifican con el héroe etíope que salva a Andrómeda) pudo derrotar a la Gorgona, matarla y decapitarla ayudado por el escudo de invisibilidad que Hades (el señor del "otro mundo", donde rara vez se presentan los deseos carnales) le prestó. Según la leyenda, Perseo no sólo terminó con un mal, sino que legó un arma a sus heroicos sucesores: al morir la Gorgona, de su sangre nació un corcel que, más tarde, sería el que llevó a otro héroe a matar a la Quimera (el dragón como símbolo del anhelo imposible de tantas cosas).
Otra apreciación del "satanismo" del dragón se registra en Francia; lo que a principios del siglo XVII se llamó dragonnade (dragonada) fue una cruenta persecución que ordenó Luis XIV contra los protestantes y herejes. En Francia se habla de dragones que, si lo desean, pueden asumir la forma humana, viven en cavernas cercanas a los ríos, esperan que lleguen los hombres a beber, los atrapan y se los comen. A las mujeres (especialmente a las que están criando) las atraen al fondo, las hacen cautivas y las dedican a amamantar dragoncitos; son liberadas luego de un tiempo y, por lo general, recompensadas por sus servicios. Dicen los galos que si una mujer toma un poco de la pasta de anguila con que sus captores la alimentan y la unta en uno de sus ojos, será capaz de reconocer a cualquier dragón que esté disfrazado de hombre ( a estas mujeres les dicen "de ojo sabio"). Son cuatro los dragones típicos de Francia, tienen en común que les gusta comer niños tiernos y raptar vírgenes. Uno de ellos en Aix, Provenza, murió reventado por Santa Margarita, a la que se había comido; la santa brotó de sus entrañas sana y salva, por ello alguien decidió convertirla en la patrona de los partos. Cabe mencionar que en Aix de Provenza se han encontrado numerosos huevos fósiles de dinosaurios, por lo que se puede pensar en la memoria histórica. Otro dragón francés "vivió" en Draguignan (el nombre de la provincia lo dice), población donde el alcalde del pueblo tiene el derecho de bautizar a cualquiera de sus ahijados con el nombre de Drac. Al tercero lo ubica la tradición gala en Beaucaire; éste se especializa en conseguir nanas para los dragoncitos. Pero quizás el más popular de la cuarteta es el de Tarascón: a éste lo domó Santa Martha según la leyenda.
En Alemania también su mitología asigna al dragón cualidades mágicas. Sigfrido, un héroe mítico germano, por ejemplo, mata al dragón custodio de un fabuloso tesoro: la fuente de la vida. El héroe se baña con la sangre de la bestia y logra hacerse invulnerable; luego, al beber un poco de ese líquido vital, aprende el lenguaje de las aves y tiene acceso a diversos misterios de la naturaleza. Esto hace común la idea de que quien derrote al dragón malo adquirirá por ese mismo hecho, poderes extraordinarios. A los dragones se les ha llamado, entre muchos otros nombres, El Sabio, El Terrible, El Magnífico, El Abominable, El Abrasador, El Que Mira Más Allá, El Señor Del Mundo... la religión católica excepcionalmente le da una interpretación maléfica; muy probablemente no sólo por la liga del fuego con Satán, sino por lo que el dragón en sí representa: la parte de nosotros mismos que hay que controlar, nuestro yo verdadero que nunca debemos negar o aniquilar porque es integrante esencial de nuestra fórmula humana.
El dragón, entonces, es el símbolo de la combinación primigenia que prevale químicamente en la formación de la vida al tener en sí todos los elementos que la forman. En idioma sánscrito, la antigua lengua literaria de India, en que se escribieron libros sagrados como el Ramayana y el Mahabharata, se han rescatado escritos que hablan de que antes de que comenzaran los tiempos contables, el dragón no tenía diferenciado su ser de su no-ser, ni su luz de su oscuridad, ni el cielo de la tierra... entonces sólo se le podía llamar entonces Tad Ekam, que significa Aquel... La escritora mexicana Gloria Fuentes afirma que "Quetzalcoátl, la serpiente emplumada, es otro dragón. Su leyenda pinta un ser que se debatió entre lo carnal y lo espiritual. Su castidad llegó a ser afrentosa para Tezcatlipoca, el espejo oscuro humeante, que lo inclina a pecar con la carne. Y Quetzalcoátl debe abandonar la tierra, con la promesa de volver un día..."

Entonces, aunque el concepto y el nombre son universales, su aspecto y costumbres difieren considerablemente según la región del planeta. Existen dragones acuáticos, terrestres, voladores; los hay de aspecto fiero o tímido; de proporciones gigantescas o domésticas. El dragón hindú, por ejemplo, se asemeja a un elefante; el chino a un siervo y el occidental a un reptil, pariente cercano de la serpiente. Este último, en particular, se parece notablemente a un reptil prehistórico, parecido a un dinosaurio. Por ello, no es imposible que el origen de su mito provenga del descubrimiento de algunos fósiles de animales que vivieron hace millones de años. Conforme a ciertas hipótesis al respecto, el dragón sería un reptil perteneciente a la orden de los saurios, muy semejante a un lagarto o serpiente, con alas batientes, enorme hocico escupe-fuego y una larga cola flexible. Si se examinan con detenimiento las características físicas del dragón, sin exagerar sus cualidades y proporciones, resulta evidente que este mítico animal podría ajustarse a la descripción científica del llamado dragón de Komodo (Varanus komodoensis) que es en realidad un lagarto; por supuesto, las facultades de escupir fuego, volar y cambiar de tamaño parecen ser más hijas de la exageración que de la observación.
Con frecuencia el dragón occidental ostenta más de una cabeza, y se le atribuye como alimento favorito la carne joven y fresca de muchachas vírgenes: algunos psicólogos modernos que han estudiado esta característica han llegado a la conclusión de que el combate con la bestia por rescatar hermosas doncellas simboliza la lucha interna entre los instintos lujuriosos y las bases morales de la conciencia. Otros, sin embargo, sostienen que representa la vejez, la impotencia sexual, que son reemplazadas por la energía de la juventud al comenzar una nueva vida.
Ciertamente, en muchas culturas el dragón es considerado una deidad del mar (son múltiples las leyendas de los navegantes del siglo XVI y XVII acerca de las terribles serpientes marinas, que luego sirvieron de inspiración para sus narraciones a autores como Julio Verne). Los chinos creen que hay cuatro dragones: uno en cada uno de los grandes océanos que existen. De ahí que los marineros en muchas regiones se encomiendan a él. En relación a las embarcaciones con forma de dragón, probablemente nacieron de los grupos que practicaban el pillaje en los mares, como los vikingos. Aunque actualmente en Japón son populares los barcos dragónicos a bordo de los cuales se realizan recorridos turísticos. La nave cuya proa es un busto dragonil solía ser utilizada también por los emperadores chinos, que también lo simbolizan con un barco que lleva las almas al otro mundo. Según una leyenda comenzó a haber barcos-dragón a partir del siglo séptimo; se dice que un monje budista -Gisho- llegó a China en aquél entonces y regresó a su natal Corea llevando allá las enseñanzas de la secta Kegon. Durante su estancia en el país en enamoró perdidamente de él una muchacha china. Cuentan que al ver que Gisho se embarcaba, la chica se arrojó al agua tras su nave, y que entonces ella se transformó en un amoroso dragón que le guió hasta hacerle llegar sano y salvo a su destino.
En nuestra América, la palabra "huracán" deriva del dragón caribeño del mismo nombre, quien además de estos fenómenos meteorológicos, produce terremotos... se le representa como un ser mitad humano, mitad serpiente. Avanza "como en un solo pie", girando: es el tornado, el ciclón. Coincide con el simbolismo chino del hacedor del clima... El nombre mismo "dragón" no deja de ser interesante; al parecer la palabra castellana viene del vocablo griego "drakon", que se utilizaba comúnmente para señalar cualquier tipo de serpiente de grandes proporciones. Aún en la actualidad, la mayoría de las representaciones pictóricas del dragón se inspiran en figuras de serpientes. Curiosamente el nombre "dragón" no tiene significado zoológico, aunque se aplica la voz latina "draco" para designar algunas especies de lagartos pequeños de la región indo-malaya. Así, mientras la ciencia niega al dragón como animal real y rechaza aún la eficacia de su nombre para designar una especie determinada, la leyenda y la mitología lo han magnificado hasta convertirlo en fuente de explicación de los misterios vitales.
Sea parte solamente del catálogo de seres imaginarios o fruto de resabios ancestrales en la memoria humana, este animal fantástico sugiere, por sí mismo, por su permanencia en los siglos y las culturas, que en cada cosa que nos rodea ( en nosotros mismos) hay algo de inmortalidad. Es el espíritu de la vida, que anima al agua que corre, a los árboles, a las rocas de las grutas. Por tanto, su existencia no puede desacreditarse empleando las formas usuales de comprobación... pero tampoco puede ser probada absolutamente. Quedémonos con el deseo de que si existe, sea lo que su existencia mágica sugiere: el ocupar un singular sitio, mitológico o no, en la historia de la imaginación humana. Alquímicamente, todo ejemplar fantástico debe conjuntar características que lo identifiquen con los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. Aunque lo importante de su fisonomía es secundario si pensamos que habita en el reino de la imaginación. Por lo demás nadie ha probado que no hay o hubo dragones.
© Waldemar Verdugo Fuentes.

Del Arte del Encuentro

DEL ARTE DEL ENCUENTRO
(Fragmento de El Sentido de la Vida)

Digamos ahora que, desde siempre, mediante la reflexión el hombre intenta una explicación lógica a los fenómenos de la naturaleza. El género humano entiende que si es capaz de desentrañar el origen de los fenómenos en que vivimos inmersos, podemos además manejarlos. Por supuesto que hoy día a la reflexión científica se le ha sumado la filosofía. Esta disciplina madurada en el alma misma del grandioso pasado siglo XX, ahora nos permite saber casi perfectamente de qué están constituidas todas las cosas, conocemos la evolución de nuestro universo al parecer desde el mismo momento de su formación, y dominamos los distintos fenómenos naturales de tal forma que podemos acabar varias veces con todo vestigio de vida en nuestro planeta; y también podemos trasladar, sin ningún esfuerzo, pesadas cargas de un extremo a otro de la Tierra y hasta más allá en las estrellas. Digamos adiós con un beso al siglo XX, que se recuerda con admiración por la magnitud de la fuerza humana al descubierto que legó a los siglos que vendrán. Literalmente, ahora podemos decir que sabemos de tres tipos de interacciones capaces de crear los mismos tres tipos de fuerza: las gravitatorias, que tienen su origen en la masa de los cuerpos; las electromagnéticas, que corresponden a la carga eléctrica de los cuerpos, y las llamadas “anímicas” que aparecen únicamente en el interior del núcleo atómico. La interacción constante de estas tres fuerzas, que dependen una de otra, mantienen unidas las partículas y plantea una de las deducciones científicas más fascinantes legadas por el siglo XX: todas las fuerzas son una sola fuerza, única, irrepetible. Que en nosotros como seres humanos se concentra en cada uno de nuestros átomos y podemos manejar a través de lo que es común nombrar “pensamiento positivo”. Somos lo que pensamos.
El pensamiento positivo es nuestra energía al máximo de potencia: cuando está expresada en un nivel de conciencia. Un máximo que, científicamente, es el mínimo. Descubierto el átomo aparecieron nuevos componentes concentrados en su núcleo; y supimos que estas partículas a su vez están formadas por sub partículas en una sucesión hasta un punto anímico semejante a las fotos que tenemos de los hoyos negros del espacio exterior, que absorbe todo lo que hay a su alrededor hacia un lugar ignorado. Esta simple razón científica de ubicación de mayor a menor hasta lo indecible indica que al final del laberinto hay en verdad un minotauro, o un constructor de laberintos. Esta razón lógica y no otra es la que se esgrime para afirmar que en este aparente caos hay un orden: un orden establecido.
Es cierto que todas las Escuelas hoy concluyen que esta energía, diminuta pero soberbia, que nos anima, la podemos modificar. Nosotros mismos siempre podemos ser mejores. Por ejemplo, a través de la realización de ejercicios mentales. Como la oración o el simple rezo, que entendemos como una disciplina de la mente que se hace deseo del corazón. También son efectivos ejercicios mentales las afirmaciones y las ideas inducidas (el creerse que todo está bien y seguirá bien e irá mejor). También podemos ayudarnos con ejercicios físicos, como la simple respiración adecuada, ya se sabe, entrar aire por la nariz, tirar aire por la boca; manteniendo el aire en nuestros pulmones tanto como nos sea posible para despedirlo con la mayor suavidad que seamos capaces. Un ejercicio completo es unida la Oración y la respiración adecuada, a la manera que la practican los monjes de casi todas las órdenes religiosas, a quienes se puede acudir.
Es responsabilidad de cada uno el promover la salud de la energía que nos tocó en parte, individualmente. El pensamiento positivo, por ejemplo, unido a la práctica de hábitos higiénicos adecuados, es infalible en la regeneración física e integridad psíquica. Digamos que eliminar todo pensamiento negativo es asumir una nueva actitud ante la vida. Se dice que el objetivo de la vida es la auto superación del ser. Y estamos de acuerdo. El hombre es todo lo que el creador es. Somos un centro de energía y vida organizada, un centro de donde parten todas las cosas y hacia donde vienen todas las cosas. La conciencia ordena y el subconsciente obedece: por esto se hace necesario aumentar las actividades conscientes, disminuyendo las inconscientes. Estamos de acuerdo si decimos que no hay que ejercitar condiciones represivas sobre los demás. No inhibir. No cohibir. No cambiar el curso natural de las cosas. No necesitamos bañar al cisne cada día para que sea blanco, porque el cisne es naturalmente blanco y cada mañana amanece blanco por ser el color de su plumaje. Tampoco necesitamos teñir de negro las alas del cuervo cada día porque el cuervo es naturalmente negro. No debemos alterar la existencia como es naturalmente, que está hecho nuestro cuerpo y las cosas de la misma esencia que las plantas y la cordillera, por eso todo importa. Somos también el mar. Todo es una perfecta armonía de ritmos que nos envuelve, y expresamos en pensamientos, emociones y actos creativos y evolucionados. Aquí se trata de tener una buena disposición, nada más. Digamos que se trata de sintonizarnos, de ponernos el chip como se dice, entonces ¡a ponernos el chip!

Debemos practicar un intercambio adecuado de movimiento y descanso, sueño suficiente. Pensamientos, sentimientos y acciones positivas. Así cada persona es un fin en si misma, una expresión vital particular y única del movimiento de la vida en esta rueda de la existencia, aquí y ahora. Estamos de acuerdo en no intentar que los demás vivan como creemos que deben vivir, o para que actúen en la forma que creemos que deben actuar, a pesar de todos los derechos aparentes que creamos tener sobre ellos. Dejemos crecer los niños. Vivamos y dejemos vivir. Que el éxito en esta vida no está en el poder sobre los demás, sino en la correcta expresión de uno mismo tal cual es, y tal cual quiere ser. Que no es noble quien ejerce un título, sino que es noble quien se comporta como tal. Así pues, tomemos nuestro camino en la vida y dejemos que los demás vayan por el suyo... que si nuestros caminos se han cruzado es maravilloso que así estuviera escrito en las pizarras azules del cielo, no porque lo buscáramos. Que las cosas son como deben ser. Que todo está bien y seguirá bien, todas las cosas están equilibradas. Somos la gota de un inmenso océano de inteligencia que rige la formación de todos los cuerpos físicos dentro de sí, un océano que es sideral, mineral, vegetal, animal... somos semilla del viento; cada uno depositado en su sitio justo: aquí ahora.
No podemos olvidar: esta carga de energía maravillosa que nos mueve ha sido adquirida a través de cierto mecanismo de incorporación. Por esto es trascendental y totalmente importante nuestra respiración, la forma en que lo hacemos, porque lo primero que incorporamos en nuestro cuerpo es el aire que respiramos. Respiramos incorporando no sólo el oxígeno, sino el aliento de todo el mundo que nos rodea. Así la respiración se convierte en experiencia y a la vez en memoria. La forma de jugar este juego de la vida a través de la Incorporación de la respiración es afirmando: Esto es lo que quiero; Esto lo puedo lograr; Esto es lo que anhelo y lo logro. Esta es nuestra aspiración. En la práctica respiramos, y mantenemos el aire en nuestro cuerpo un instante: este momento en que el aire está dentro de nosotros es un momento perfecto para la oración, de comunicarnos con el Hacedor, como sea que decidamos hablarle, por el rezo común o la reflexión interior con la voz que anima nuestra alma. Limpiamos lenta, pero muy lentamente nuestros pulmones. Se dice que nos oxigenamos cuando al botar el aire, lo hacemos con tal lentitud que no movemos una pluma delante de la boca, por donde tiramos el aire. La correcta manera de respirar con la práctica se convierte en un hábito para el cual nuestro cuerpo está dispuesto en forma natural. Igual nuestros hábitos son en realidad reflejos condicionados: nuestro cerebro ordena, el cuerpo responde. Esto es armonía. Si actuamos con acierto es porque no hubo lugar para el error. La sustancia mental está formada por ideas (imágenes) y se trabaja con ellas. Las ideas nuestras de cada día, entonces, traen aparejadas la emoción y el comportamiento (la acción).
Los pensamientos negativos en nuestro cuerpo producen sustancias tóxicas que envenenan nuestro organismo y lo destruyen. Hablamos de los pensamientos negativos propios. Que si el deseo de nuestros corazón reposa en la pura fe en el Bien, nada puede dañarnos demasiado. Así, propiamente tal, por ejemplo en un tratamiento médico éste ya no se enfoca exclusivamente hacia los síntomas; ni tampoco a los microbios o virus dañinos. Que también nuestro cuerpo en resonancia con su pensamiento logra, siempre que se lo propone, establecer sus propios ritmos vitales de salud, y que se manifiesta a sí mismo como una corriente energética que cura lo que debe curarse, que arregla lo que debe ser arreglado. El cuerpo orgánico es una manifestación de los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Los cuales deben estar en equilibrio y sincronía con la vida que nos ilumina y se manifiesta como consecuencia de los tres estados básicos equilibrados; si este equilibrio se rompe, nos enfermamos. O sea, un principio de sanación cualquiera se inicia con el deseo de sanar; el deseo se hace orden al cerebro que ordena al cuerpo, armoniza su circulación sin interrupción, restableciéndose nuestra fuerza vital que es pura idea y la manifestación más alta de nuestra inteligencia: sobrevivir.
Nuestras células no son otra cosa sino ecos vivos de lo que pensamos. Por eso hemos logrado resistir, por nuestra fuerza humana enorme en el arte de imaginar, del cual todos somos maestros. Así es: podemos siempre utilizar esta energía extra, promoviendo nuestros buenos deseos en intensidad. Y casi siempre reactivamos la suficiente potencia para poder desintegrar, romper, anular y eliminar el elemento intruso, así sea un virus o un pensamiento negativo. El mantenimiento del equilibrio sólo puede ser restablecido a través de la práctica persistente de hábitos positivos, hábitos físicos y mentales. El mundo físico ya no es observado como algo ajeno, sino que participamos activamente en éste. Nuestra participación depende exclusivamente de la conciencia del individuo que observa, uno, integrado, existiendo, haciendo resaltar nuestra razón como una enorme fuerza de energía vital, consciente. Por esto, todo es posible, nada está predeterminado ineludiblemente porque son los asuntos según las interrelaciones que entren en juego dentro de los cambios incesantes, impredecibles de la vida, todo es cambio entre el que observa, uno, y lo observado, el mundo. Así entendemos que el universo físico que nos rodea no es en absoluto rígido ni inexorable: solo es eternamente cambiante. Todo cambia porque nuestro pensamiento constante se transforma. Así el mundo físico como creación de la conciencia, debe ser considerado como parte inseparable de ella y en constante cambio.

Es verdad que nuestra mente puede alterar el holograma de la realidad que nos rodea, y crear realidades enteramente nuevas. Los mecanismos estructurados de la realidad de nuestra conciencia humana no tienen límites. Es la energía de la conciencia, el deseo de la idea imaginada, lo que nos permite tener en nuestros arsenales médicos, por ejemplo, una vacuna que anula de inmediato 10, 20 o treinta virus que hace medio siglo eran mortales. Son curaciones que entregan al mundo hombres preclaros de su realidad, a quienes les importa la forma y la manera de cómo estamos conscientes de nosotros como seres reales que merecemos permanecer. Este deseo de ser íntimamente se relaciona, a través de nuestra mente, con el sistema nervioso humano: nuestra computadora interior, que se carga con el positivo y se descarga con el negativo. La mente crea, gobierna la materia. Por esto, pensar es crear, es nadar en este inmenso océano de inteligencia en que vivimos.
Específicamente, lo que se sabe de la influencia de la mente sobre la materia está en pañales. Sin embargo, hay aportes muy valiosos: aquí solo hablaremos de los que citan a la mente en relación a las defensas de nuestro cuerpo. Porque se ha encontrado una franca relación entre el sistema nervioso y el sistema inmunitario, a través del proceso natural de retroalimentación de nuestro cuerpo. Esto es: somos lo que pensamos. Nuestro estado de ánimo determina el mayor o menor nivel de nuestras defensas inmunológicas, que deben entenderse como un sexto sentido del organismo. Se ha observado, en amplia experimentación, que si se pierde la memoria se pierden las defensas. El cerebro que envejece ya no manda órdenes adecuadas al organismo: olvida y enferma. Todo lo que altera el funcionamiento de la mente (stress, depresión, intoxicación) lleva a un debilitamiento de las defensas. Las personas inclinadas a un enfoque positivo de la vida enfrentan mejor las circunstancias manteniendo su equilibrio. Por supuesto que esta inclinación positiva debe estar inducida por la razón. El imaginar, la visualización mental del problema solucionado, del mal curado, se ha comprobado, multiplica los linfocitos, nuestros defensores naturales. Los pensamientos de un enfermo son vitales en su curación. No debemos perder nunca el aliento. Así nuestro sistema actúa adecuadamente, habrá vida. Mientras no olvidemos el deseo de vivir, viviremos. Científicamente, este factor que restaura nuestro organismo se conoce con la sigla NGF, nuestro mensajero natural de órdenes, un mediador químico, cierto factor de acción hormonal, potentísimo, que tenemos dentro de nosotros.
Está bien. Comenzamos citando la existencia de una fuerza extra, y dijimos que rozaríamos un crisol de comentarios al respecto del uso de esa fuerza extra. Ahora definamos situaciones puntuales a seguir. Desde este instante no soy yo quien habla, sólo soy la mano que escribe esto y sugiere con ideas precisas. En principio, eliminaremos todas las preocupaciones innecesarias. No supongamos cosas. El suponer situaciones es estéril. No guardemos nunca rencores. Vamos a perdonar, comenzando por perdonarnos a nosotros mismos. Vamos a sentir que vivimos respirando en el puro aliento equilibrado del existir: creamos que, cuando nos disponemos, el espíritu inicial derrama su energía extra en todas las células que nos forman. Nuestra memoria, entonces, se hace una sola idea que corre por todo nuestro organismo y mente. Y este poder restaurador circula por cada partícula nuestra. Nos ayudamos también escogiendo alimentos vitales para una nutrición adecuada: agua pura, frutas y legumbres de la estación, carnes blandas o blancas, pescado y semillas. Respiramos en plenitud, concientemente. Y afirmamos que la inteligencia creativa mientras vivimos transmuta las cosas a nuestro antojo. Si somos lógicos cuando estamos despiertos, podemos hacer de nuestra existencia una verdadera creación a imagen y semejanza de nuestros sueños.
Vivimos unidos firmemente al equilibrio del universo, y hemos aprendido a expresarnos con nuestra acción externa cotidiana, con todo el amor puesto en cada cosa que hacemos. No estamos dormidos. Ya nos hemos levantado, entonces. Y sabemos que existen caminos que ni sospechamos, nuevos, distintos e inesperados: todos los caminos son soluciones y cruzan desde antes que nosotros la vida. Se trata, nada más, de tomar el sendero adecuado a cada uno. El sendero adecuado es aquel que te sirve tomar para solucionar lo que deseas solucionar. No otro. Hemos aprendido a borrar con afirmaciones positivas todo lo negativo de la vida acaecido hasta ahora. O de lo contrario no seguirías leyendo, tu lector mi reflejo, el haber llegado hasta aquí juntos nos ha salvado la vida a ambos, porque este de leer es un sendero que tú has decidido para encontrar algo, y me desafía a seguir vivo más allá de estar muerto, si te entrego lo que necesitas encontrar.
He aquí que somos nuevas criaturas; que vivimos y sentimos como de verdad lo afirmamos en la existencia diaria. Que nuestra motivación para vivir sea el amor. Amar siempre. Amar a un ser humano, a unos pocos amigos, a toda la humanidad, amar un animal, a una planta, a las cosas, a una idea, a un proyecto presente, a los recuerdos del pasado, a un proyecto futuro, amar el quehacer nuestro de cada día. Que aquí se trata de amar, no de que nos amen: que quien ama en verdad es amado. Amar basta para salir rápidamente del lado oscuro de la vida: con la costumbre de amar alguien o algo cualquier pensamiento egoísta se desintegra. Tal cual desaparecen los gestos violentos con el solo deseo del corazón que se inclina al amor. Y entendemos que conforme cambia nuestra manera de pensar, cambia nuestro cuerpo. Caminamos ahora con una nueva visión en la mente, y ninguna pereza, negligencia o apatía. Nos hemos hecho disciplinados y mantenemos un esfuerzo constante: ese ritmo de Dios... Ahora mantengamos nuestra decisión con fe profunda. Que no se conoce la fe hasta que no se vive solamente de fe.

La vida es el arte del encuentro: ahora mismo nos hemos encontrado tú y yo, lector, porque estamos en la acción correcta en el momento justo. En armonía con otro, compartiendo la vida. Que si no tenemos nada que dar, a veces, unas palabras son suficientes. De repente el mundo no necesita más que una sonrisa y una palabra animosa. Es cierto que hay hambre en la Tierra y enfermedades y riqueza mal distribuida y leyes que se pasan a llevar: todas las injusticias se enfrentan, primero, con la disposición del corazón. Que no podemos enseñar a cosechar sin saber sembrar. Hay mucho quehacer, entre tanto estamos activos, inmersos siempre en lo nuevo, alertas. Somos el amo de nuestros pensamientos y reacciones, siempre y no a ratos. Si lo decidimos de una vez, en el fondo de nuestro corazón ya no queda ni un solo pensamiento destructivo: por esto ya no conoceremos fracaso; ya podemos levantarnos una y otra vez, hasta que será un hábito el estar despiertos.
Somos, como personas físicas, la suma de cargas bio eléctricas, que nos hacen una fuerza única e indivisible. Nuestros pensamientos, las ideas, son chispazos electromagnéticos, son pura energía. Por esta energía natural es que a través de lo que pensamos atraemos del universo fuerzas increíbles: somos receptores de las fuerzas del anti universo, es decir, como personas podemos ser positivos como negativos y en ambos estados desenvolvernos, por lo tanto, de acuerdo a nosotros mismos, podemos cargar nuestro organismo positiva o negativamente. En la vida hay que elegir. Y, según creo, el camino es el de la luz y no el de la oscuridad. Para entrar al camino positivo, basta con la intención del corazón. Que el deseo del corazón posee energía y capacidad de trabajo. La fuerza lógica de acuerdo a su naturaleza para actuar es la luz: así nosotros estamos continuamente radiando electrones bajo quantums de luz diminutos. Los seres físicos estamos continuamente cargando nuestras baterías: científicamente, somos un magneto que absorbe por la cabeza las fuerzas positivas, la energía cósmica (el positivo eléctrico), y a través de nuestros pies absorbemos la energía negativa de la Tierra (el negativo eléctrico): ambos polos nos hacen un campo electromagnético, que sentimos bajo la forma de calor y energía, que estamos capacitados para dirigir al sitio que queramos de nuestro cuerpo, como es usual en cualquier método de auto curación. También este electromagnetismo peculiar a los seres vivos, los humanos podemos dirigirlo extra corporalmente, a través de nuestra mente consciente (quien sabe si los otros seres vivos de la creación tienen esta particularidad). En verdad, a través de cada uno de nosotros se expresan todas las fuerzas del universo, que insinúan que si nos alimentamos de ideas positivas, tendremos resultados positivos. Hay que manifestarnos, entonces, sin inhibición alguna, normalmente en nuestro vivir cotidiano, con un sentido perfectamente definido enriquecido con nuestro electromagnetismo natural dirigido. En nuestro cuerpo, es el sistema nervioso el motor, y trabaja por medio de impulsos eléctricos que le enviamos con el pensamiento. Adelanta cuando nuestra idea es positiva, es decir, está respaldada por la fe en un buen resultado. Retrocede, al contrario, cuando pensamos negativamente. En el primer sentido, el del pensamiento positivo que es lo que nos concierne, nada nos puede dañar. Esto es una idea, pero también es una ráfaga de energía buena que carga con fuerzas todas las células de nuestro cuerpo.
© Waldemar Verdugo Fuentes.