29 de enero de 2008

Narraciones del Norte Chileno.

Estas historias las he escuchado contar a los narradores de cuentos que van en las caravanas que cruzan los desiertos del norte de Chile. Las narro como las oí.


DE LA HISTORIA DE ATACAMA

Apresado por los conquistadores españoles, un gran sabio y mártir del oasis de Caldera, convicto de apostasía y herejía, no dio pruebas de dolor cuando le cortaron las manos. Permaneció impasible cuando los españoles y las huestes indígenas peruanas que los acompañaban desde el norte le arrojaron piedras, que le abrieron grandes heridas.
Sin embargo, cuando uno de los maestros del oasis que se había doblegado al extranjero, se acercó a él y lo golpeó con una tierna flor del desierto, nuestro sabio gritó como si lo estuvieran torturando. Procediendo así para demostrar que nada de lo que hicieran quienes estaban equivocados podía dañarlo. Pero el más ligero roce de alguien que sabía, y aún así se doblegaba, era más doloroso que cualquier golpe o mutación.
Algunos de estos legendarios sabios del desierto al norte de Chile que resistieron, aunque fueron imponentes ante la tiranía, son recordados por historias como esta.


TRES CUENTOS DEL SUCESOR

UNO
Un día, en el oasis del Profeta, un rudo arriero de los que atraviesan el Atacama y cruzan la cordillera con su rebaño de animales, se acercó al Sucesor del Profeta y comenzó a insultarlo y a su padre y a su madre.
El Sucesor dijo:
-Hombre, ¿cuál es tu problema?
Pero el arriero, sin escucharlo, continuó vociferando y maldiciendo con todas sus fuerzas. Entonces, el Sucesor, dándole unas monedas, ordenó que le sirvieran comida y agua fresca y dijo:
-Perdona arriero, pero contra tu odio sólo puedo bendecirte, y darte todo lo que puedo ofrecerte; y si tuviera algo más te lo daría sin reserva.
Cuando el arriero oyó estas palabras y vio el gesto se sintió vencido y exclamó a viva voz:
-Doy testimonio de que en verdad eres el Sucesor del Profeta, nuestro amado. Había llegado hasta aquí y me detuve para comprobar si concordaban tu linaje y tu naturaleza.

DOS
Un día el Sucesor estaba trabajando como jardinero en un oasis de frutas y su patrón le pidió algunos mangos. El jardinero trajo varios, pero todos estaban verdes. Su patrón le dijo:
-¿Has trabajado aquí durante tres temporadas y aún no sabes cuáles son los mangos maduros?
El empleado respondió:
-Me empleaste para cuidar las frutas y no para probarlas. ¿Cómo puedo saber cuáles son más dulces?
Fue entonces cuando ese patrón del oasis de frutas supo que tenía contratado como jardinero al Sucesor del Profeta.

TRES
Se cuenta que el Profeta les dijo una vez a sus discípulos:
-Deposité toda mi confianza en Dios y crucé el desierto de norte a sur y de este a oeste con sólo una pequeña moneda en el bolsillo. Fui como peregrino al gran templo del reino interior de los Andes por el camino dorado de Caldera, fui y regresé y aún tengo la moneda.
El Sucesor, que entonces era un jovencito, se levantó y le dijo al Profeta:
-Si llevabas una moneda en el bolsillo, ¿cómo puedes decir que confiabas totalmente en Dios?
-No tengo nada que argumentar -dijo el Profeta-, pues este joven tiene razón. Cuando se confía en el mundo oculto a los ojos no hay lugar para ninguna pequeña provisión, por pequeña que sea.


UN NARRADOR Y EL ERMITAÑO

Una vez, cierto narrador pidió al Dios de los Báculos que le mostrara a uno de sus amigos y una voz interior le dijo:
“Ve hacia el Oasis de Vallenar y ahí encontrarás a uno que amo, uno de los escogidos que transita el sendero”.
El narrador fue y encontró en la entrada a Vallenar a un ermitaño vestido con harapos, plagado de toda suerte de insectos y sin poder moverse, miserable.
Y le dijo: -¿Puedo hacer algo por ti?
El ermitaño postrado contestó: -Emisario del Señor de los Báculos, tráeme un poco de agua, pues estoy sediento y me muero de sed.
Cuando el narrador regresó con el agua encontró muerto al hombre.
Fue a buscar ayuda para enterrar al harapiento y cuando regresó, junto a dos que lo acompañaron asegurando que el ermitaño era un hombre santo, vio que unos pumas del desierto habían devorado casi todo el cuerpo. El narrador estaba muy afligido y exclamó:
-¡Omnipotente y Omnisciente, conviertes en arena a los seres humanos! A algunos te los llevas al paraíso, otros son torturados, uno es feliz, otro es miserable. Esta es la paradoja que nadie puede comprender.
Entonces una voz interior habló al narrador y le dijo:
“Este hombre ermitaño había confiado en nosotros para aplacar su sed y luego retiró esa confianza. Para su sustento confió en un intermediario. Fue su culpa haber pedido ayuda de otro después de haber estado satisfecho con nosotros”.


PRINCIPIO DE LA CARAVANA QUE CRUZA ATACAMA:
Lo primero es saber que lo que creemos que es la verdad,
no lo es en absoluto.


(Fragmento de "Libro de los Oficios")
(c)Waldemar Verdugo.