7 de julio de 2009

LA PARODIA DE LOPEZ-LOPEZ.

LA PARODIA DE LÓPEZ-LÓPEZ*

He ido persuadiéndome, en forma natural, que las únicas ideas en que puedo moverme con cierta seguridad, son aquellas que he visto encarnadas en algunos personajes de ficción que me ha tocado en suerte entrevistar. Gentes que escudriñan en el corazón humano con algo infinitamente más complejo que un montón de conceptos: lo hacen con una mezcla de ideas y pasiones, de lógica y de magia, de razones y de enigmáticos símbolos.
Esto comenzó semanas atrás con la noticia del escándalo que suscitó en la Academia de la Lengua la ponencia como invitado principal del escritor Daniel López-López; durante los días siguientes, críticos y eruditos y hasta sus colegas lo calificaron de charlatán, encontrando inaceptables y desmedidas sus ideas a propósito de las matemáticas y la literatura: una extraña hipótesis que alegaba haber encontrado un punto de unión entre las cantidades y las palabras, un punto medio exacto entre lo relativo y lo absoluto, un punto que unía -decía un periódico amarillista- “esa desgarrada y oscura región intermedia del alma, esa región en que sucede lo más grave de la existencia: el amor y el odio, la esperanza y el sueño, el mito y la ficción, el nombre de Dios y el sustantivo hombre... nada de lo cual sería estrictamente puro sino una vehemente y turbulenta mezcla de ideas y de sangre, de voluntad consciente y de ciegos impulsos. Cada letra es, a la vez, un número”.
-Sí, sería interesante -dijo Daniel López-López cuando le pedí una entrevista para Vogue, aquí en esta Ciudad de México. Recordé haber leído que Malcolm Lowry vivió en la misma calle en que estaba la casa de mi entrevistado en Cuernavaca. Cuando estuve frente a López-López, y luego de una interrupción del jardinero, ante quien me disculpé luego de llamarme la atención por estar pisando una especie rara de trébol negro, pude preguntarle cuál había sido la casa en que vivió el autor de Bajo el volcán.
-Jovencito- dijo él, mientras entornaba los ojos y esbozaba una sonrisa irónica, “esta” fue la casa en que vivió Malcolm Lowry.
Y señaló alrededor con un gesto indiferente de la mano, con cierta fatigada elegancia. Era alto, distinguido, borroso, de perfil romántico y tenía el bigote lacio y teñido. De mirada inquisitiva se mostró cordial y atento.
-Mi primer libro -siguió diciendo- se llamó “Una gota de eternidad”, escrito en 1952, y desconcertó o entusiasmó a la crítica y a los lectores, pero no pasó desapercibido, no, ¡que va!. Todo en el libro parecía deliberadamente nuevo, hasta el artificio tipográfico de dar a los versos, sólo separados por guiones, una apariencia de prosa; claro que en esta disposición influyeron definitivamente Rimbaud (Arthur) y Huidobro (Vicente), y quizás los mas antiguos monumentos de la poesía medieval, el Beowulf, el Cantar de los Nibelungos y el Poema del Mio Cid, que presentaban esta forma, pero todos creyeron nueva la parodia. Es que francamente... un escritor es todos los escritores que fueron y los que serán. Somos parodias.
Luego de un vaso con cerveza que nos trajo el jardinero, quien al parecer había reflexionado acerca de la dureza con la cual me había llamado la atención, y mientras servía murmurando que pisar tréboles sin saberlo, a lo tonto, era buena suerte, mi anfitrión agregó:
-Estas parodias me enloquecen. En mi último libro incluí todito un capítulo del último libro de Salvador Elizondo, y ni el mismo Elizondo lo notó; seguramente él a su vez lo había recibido de otro escritor que prefirió olvidar. Todo pasa... la vida es un asunto de tiempo... -decía, cuando bebió medio vaso de la cerveza espumosa de un sorbo largo, y siguió hablando-. Creo que la fantasía más inclemente y presente de todas es el tiempo. Yo he descubierto seis de sus posibilidades y las puedo clasificar matemáticamente como escritor. ¿Lo cree?
Pensé que siempre se ha determinado en relación al tiempo una fluencia que parte del pasado y que va hacia el futuro. Recordé además un verso de Unamuno que José Donoso solía citar y que plantea lo contrario. Pero no me atreví a opinar. El preguntó:
-¿Su alma sencilla no ha sentido alguna vez la curiosidad de este laberinto? -y siguió sin esperar respuesta-. Mire Jovencito, tomemos a Newton y tomemos los seis puntos que le digo:
1) Pasado-presente-futuro: la manzana cayó cerca de Newton/ Newton está sentado bajo el manzano/ en unos instantes descubrirá la gravedad;
2) Presente–pasado–futuro: Newton está sentado bajo el manzano/ una manzana cayó cerca de Newton/ en unos instantes Newton descubrirá la gravedad;
3) Futuro-pasado-presente: Newton descubrirá la gravedad / cerca de Newton cayó una manzana / Newton está sentado bajo el manzano;
4 ) Futuro-presente-pasado: Newton descubrirá la gravedad si cerca de él cae una manzana/ Newton está sentado bajo el manzano/ una manzana cayó cerca de Newton;
5) Pasado-presente-futuro: Estando sentado bajo un manzano, cayó una de las frutas cerca de Newton/ Newton ve caer la manzana/ Newton descubrirá una fuerza que es la gravedad;
6) Pasado-futuro-presente: un manzano soltó una de sus frutas/ Newton está sentado bajo el árbol, ve como cae la manzana en la fracción de tiempo en que cae/ Newton piensa en la gravedad.
Ahora responde jovencito: ¿Cuál de estas seis es la secuencia real ?
-Me parece del mayor interés saberlo -respondí, y agregué-. Eso sí, me parece que un sofisma así no elaboraron ni los teólogos escolásticos para probar la existencia de la Trinidad.
-La razón es obvia, jovencito. Ninguno de los teólogos escolásticos conoció a Newton. Dicen que me dejo llevar por la imaginación y esas cosas... usted mismo debió traer prejuicios, pero lo que propongo tiene una respuesta y se lo puedo probar matemáticamente.
Entonces, Daniel López-López me pidió que tomara mi vaso de cerveza y lo acompañara a un cuarto interior de la casa. Allí me impactó una espectacular computadora funcionando que cubría un muro entero de la habitación. El hombre encendió todas las luces que se aunaron a los cientos de reflejos de las pantallas y focos diminutos de la enorme máquina. No pude ocultar mi sorpresa.
-¡Oh!
-¿Por qué esa exclamación? –preguntó.
-No sabía que le interesaran estas máquinas- dije.
- Hoy, un escritor sin computador es mejor que se suicide. Yo tengo varias, esta trabaja con el más completo programa de análisis matemático que existe; es el mismo que llevó al hombre a la luna.
-No creía que le interesaran las matemáticas, no es lo usual a un literato... -agregué tímidamente.
-Todo tiene que ver con la literatura, “todo” mi joven amigo -expresión que me tranquilizó-. Yo estoy ahora en condiciones de comprobar matemáticamente que la obra literaria de un solo autor es suficiente para desentrañar el misterio del alma y descubrir cuál es el verdadero nombre de Dios, así es: estoy en condiciones de develar el misterio que enloquece a los cabalistas -aquí bebió de un sorbo el resto de su cerveza, que el jardinero no tardó en venir a llenar, para desaparecer rápidamente-. Vea usted, el sustantivo “hombre”, por ejemplo, está lleno de tiempo: el hombre que estuvo en el vientre, el hombre que fue niño, adolescente, joven, anciano, el hombre que ya murió. Y así, a cada palabra, su valor. Mis últimos treinta años los he dedicado a reunir las obras completas de autores que van de Lao-Tzse a Thomas Merton, de Virgilio, Homero y Borges, Dante, Cervantes, Selma Langerloff, Gabriela Mistral, escuelas literarias íntegras. Con toda esa información he alimentado mi computadora, buscando un modelo completo y perfecto de obra literaria que contenga todas las palabras que soñó su autor, que conformen la cantidad precisa de sonidos que permitan la coexistencia simultánea y total de los tres tiempos, el pasado, el presente y el futuro al mismo momento; esa totalidad que postuló Boecio al anunciar su Aeternitas est interminabilis vitae tota et perfecta posesio.
-¿Y lo consiguió? – pregunté.
-Sí y no -dijo bebiendo un sorbo largo de su cerveza y yo hice lo mismo, terminando la mía, a lo que el mozo apareció y volvió a llenar mi vaso del suave y espumoso líquido-. Vea usted jovencito. Siempre este complejo matemático me entregaba resultados que sumaban pasado-presente, o presente-futuro, o Presente-presente, o pasado-pasado, o futuro-futuro: trabajé primero con la obra de Juan Rulfo, pensando que, por ser reducida, sería fácil capturar todo cuanto escribió; pero no resultó; intenté con María Luisa Bombal, pero nada; tomé innumerables autores, las obras completas de varios de ellos, pero no resultaba, siempre faltaba un dato, siempre era insuficiente la información que le entregaba a la computadora, y ¿sabe por qué? Porque ese dato debía ser un texto desconocido por el resto de mundo, un escrito secreto que, por decir así, sólo es conocido entre el autor y Dios, y ya ve como todos los escritores tienen la manía de publicar inmediatamente lo que escriben -aquí hizo una pausa en que alisó calmadamente con el dedo índice su bigote teñido, luego siguió-: yo necesitaba alimentar a la computadora con un texto desconocido de un escritor que tuviera pasado y presente, siendo el futuro el texto inédito, el texto que aún no estaba en la memoria de los hombres...
-Una labor casi imposible -lo interrumpí.
-No tanto joven amigo, no tanto... piense que Malcolm Lowry tenía pasado y presente, él vivió y sigue vivo en quienes lo leen.
-¿Por eso vino usted a vivir en la que fue su casa?
-¡Eso es! Vine a esta casa con la esperanza de encontrar en algún lugar un texto olvidado o perdido de Lowry, quizás grabado a través del papel sobre el reborde de una ventana, una hoja escrita caída accidentalmente entre los resquicios de las duelas, o aprisionada entre las juntas del papel tapiz.
-Y... ¿encontró lo que buscaba?
-...estaba el manuscrito entre las páginas de un ajado ejemplar de la primera edición de "Bajo el Volcán", olvidado en un rincón oscuro de la polvorienta biblioteca, oculto entre unos libros abandonados.
Observé a Daniel López-López y pensé en cuál sería la respuesta a la duda develada de aquello desconocido que une al pasado con el presente y con el futuro. Pensé en que el presente sería menos doloroso en cuanto a qué no tardaría en ser ayer y gracias a que siempre estaba un mañana aguardando. Todo, si es que era verdad lo que este hombre decía, porque no se trataba de cualquier cosa, aquí se trata del... nombre de Dios
-¡Justamente! -dijo, y me sobresalté porque pensé que estaba pensando y seguro hablé en voz alta, o no era creíble que él supiera lo que yo estaba pensando-. ¡Lo que intento es develar el misterio del nombre de Dios! Lo que está oculto detrás de las letras y los números, es descubrir el punto exacto que une a la verdad y a la mentira, el lugar en que se juntan la realidad y el sueño. Es la vida misma desnuda con precisión matemática a través de la fuerza de la palabra. En el mismo instante en que yo alimente la computadora con el texto virgen de Lowry, lo que sumará toda su obra, entonces, la historia se volverá un tumulto azaroso de sucesos desordenados; un pasado uno corresponderá a un presente tres, un pasado dos a un futuro uno, un presente uno a un pasado tres, un futuro dos a un presente dos, y así... será como si estallara la bomba de Hiroshima en el mismo instante en que Moctezuma es saludado por Cortés y Demócrito hiere sus ojos mientras alguien dispara la flecha que mató a Aquiles y Juan eyacula en María... en la Academia no han creído mi planteamiento y deberé probárselos. Pero alimentaré la computadora con sólo una línea del texto virgen, porque no sé cuánta potencia activaré. Mañana sábado vendrán los de la Academia de la Lengua a verme, realizaré para ellos una prueba y los convenceré de la necesidad de perder todo miedo al computador.
Ayer domingo, cuando desperté, oí la primera noticia de la muerte de Daniel López-López junto a otros eminentes hombres de letras debido a una explosión, de enorme potencia pero misteriosamente reducida, en la casa en que se encontraban reunidos en Cuernavaca. La noticia decía que aparentemente la explosión fue resultado de una falla en la conexión de algún cable para activar algún generador de electricidad que utilizaba el anfitrión.
En los discursos de hoy para despedir a los escritores muertos, nadie, ni uno solo, nombró a Malcolm Lowry... ni al jardinero que nos había llevado la cerveza.

(*) “La Parodia de López-López”, cuento de Waldemar Verdugo publicado en revista VOGUE-México.

SONRIE

Se ha devuelto a la distancia Michael Jackson. Para los que conocimos su música es una sensible partida. Hace muchos años, en un bar de Hollywood conocí a Madonna -que es una mujer encantadora- cuando aún no era una estrella reconocida, y ella hizo comentarios muy buenos de la música de MJ, lo admiraba y luego sería una de las amigas más cercanas del artista que ha partido, a quien comencé a escuchar desde entonces. Decía MJ que su canción favorita era la escrita por John Turner y Geoffrey Parsons para la música que Charlie Chaplin entregó en Tiempos Modernos, “Smile”. Vaya en homenaje de MJ la letra en español de la canción que lo animaba, a manera de agradecer la música que nos dio.
Sonríe, aunque tu corazón esté triste.
Sonríe, igual aunque esté roto.
Cuando haya nubes en el cielo,
sobrevivirás,
si sonríes
con tu miedo y tu dolor.
Sonríe y tal vez mañana
tu encontrarás esa vida que aún vale la pena si simplemente
iluminas tu cara con alegría.
Esconde cualquier rastro de tristeza
aunque una lágrima tal vez quiera aflorar.
Es el momento en el que debes seguir intentándolo.
Sonríe, que sentido tiene llorar.
Tu encontrarás esa vida que aún vale la pena si simplemente
sonríes, aunque tu corazón esté triste.
Sonríe, igual aunque esté roto.
Cuando haya nubes en el cielo sobrevivirás
si sonríes
con tu miedo y tu dolor.
Sonríe y tal vez mañana
tu encontrarás esa vida que aún vale la pena si simplemente sonríes.
Es el momento en que debes seguir intentándolo.
Sonríe, ¿que sentido tiene llorar?
Tu encontrarás esa vida que aun vale la pena,
si simplemente sonríes.
(trad. WV)