31 de mayo de 2012

CAMINOS DE CHILE.

RUMBO A MENDOZA CRUZANDO LA CORDILLERA DE LOS ANDES. Naturaleza de pura roca y minerales que bañan todo de colores, menos el verde que está ausente. No crece una sola planta, no veo esas araucarias milenarias comunes al otro lado de los Andes, que crecen hasta la misma orilla del mar de Chile. Sin embargo, el clima lo diría más cálido acá. El camino de asfalto violento rodea la montaña que subo, a mi izquierda las alturas fenomenales y a la derecha el precipicio mayor, más allá todo es vacío e inquieta. Dicen que Dios mora en el vacío absoluto, y con esta cercanía del cielo no dudo en que también aquí vive. Pronto el esquí nos tendrá olvidados, ahora veo tierra pronta a blanquear con la nieve, que comienza a cubrir todo de blanco a medida que subimos. Se aparecen como reliquias hileras de árboles, pinos, y una enorme explanada, pura piedra milenaria a manera de cuna en la cordillera, vemos un cementerio indígena, restos de tumbas con lápidas de colores separadas por tierra roja de arcilla reseca, no hay flores ni un ave, sin embargo las enormes plumas y aquí o allá restos de huesos, anuncian que el sitio es refugio de cóndores. Con profundo respeto, nos detenemos en el sitio, cruzamos carcomidas señales con alambres de púas mohosos, lápidas quebradas, cruces tiradas... no hay fechas, época o circunstancias, puro misterio. Sólo el silbido del viento rompe el silencio espectral. Seguimos camino a lo alto, en la distancia abajo, un minuto, ahora puedo divisar los verdes campos mendocinos, de pura parra y uvas, que parecen tan cercanos. He vuelto a perderlos, y ya no los recupero. El camino bien señalizado nos lleva a la hostería de Potrerillo, que tiene todo preparado para el jolgorio nevado. Caminando por la tierra nevada doy gracias a Dios por este instante de pura paz en la cordillera. (c)Waldemar Verdugo Fuentes.

VECINOS DE SANTIAGO DE CHILE

(Fragmento) La primera vez que fui a buscar a Don Tano, en el camino me envolvió una tormenta horrible: la tierra se oscureció, cayeron truenos y me detuvo un relámpago que volvió azul la luz del día en medio de un estruendo que retumbó en toda la cordillera a mi alrededor. Unos niños en bicicleta que se dirigían a su escuela me animaron a salir del auto, quienes me indicaron el camino que debía seguir subiendo la cordillera, eso hizo que me encontrara a Don Tano estacionando su fuerte camioneta en cierto lugar del camino. Me detuve a la vera junto a él y no me preguntó hacia donde me dirigía, solo le dije que lo buscaba. Me recibió amablemente en su casa. De pelo completamente blanco y barba cuidada, su mirada es penetrante. Cuando ríe a la menor provocación toda su persona irradia una sensación de paz e inocencia contagiosa. Parece estar completamente en paz consigo mismo y provoca su cercanía una sensación de confianza. Vive en una casa de ladrillos rojos, en una pequeña loma sobre unas rocas salientes de la cordillera desde cuya ubicación tiene una vista bellísima de Santiago brotando de las rocas como una manta iluminada. Es su esposa una mujer cordial ya entrada en años, atractiva en su madurez que solo delata incontables arrugas finísimas que le nacen de los ojos en dirección lateral. Las mismas arrugas que Don Tano muestra. En Santiago, los oficios entre las gentes antiguas están condicionados a sus linajes. Entre esos linajes está el de los Trabajadores del Tiempo, que se dedican al manejo de las condiciones atmosféricas, con el fin de evitar que tormentas, granizadas o heladas destruyan los sembradíos de las comunidades que protegen o hasta lleguen a destruir la ciudad. Don Tano es uno de los mayores del linaje de Trabajadores del Tiempo. Para él, la realidad se divide en dos grandes secciones: la del mundo visible y la del mundo invisible. El mundo visible es la realidad de los objetos, de los cuerpos y de las condiciones físicas y materiales. El mundo invisible, en cambio, es la realidad de los seres que viven en el aire, que abarca lo desconocido. Según él, cualquiera puede entrar en contacto con los Trabajadores del Tiempo si es escogido para ello. La manifestación de la elección consiste en la caída de un rayo en el cuerpo del candidato y la supervivencia del mismo. Así, Don Tano fue herido por un rayo hace mucho tiempo; un rayo puede acabar lo mismo a mortales e inmortales porque es enviado de Dios, una experiencia terrible tras la cual Don Tano se convirtió en manejador del tiempo atmosférico, lo que convierte a su linaje también en curanderos pues es sabido que las enfermedades se pueden curar mejor en ciertas épocas que en otras. Como tal, él se dedica a ayudar a los miembros de la comunidad que así le solicitan. Es guía de un grupo de discípulos que lo visitan. Una vez al año, el 5 de mayo, Don Tano, junto con los miembros mayores de su linaje y sus discípulos, realizan una ceremonia en la cueva del Cerro del Plomo, donde piden poder para enfrentar las tormentas y las granizadas y otras calamidades atmosféricas con éxito. Su vida cotidiana transcurre como campesino de la zona central chilena, dedicado al cuidado de su campito, su huerto, de sus animales y de su hogar. Con varios hijos, afirma que su labor está equilibrada sin roces con su vida como marido, padre y abuelo. La primera vez en su hogar, Don Tano me invitó a pasar a un cuarto ubicado fuera de la casa: el lugar central lo ocupa una mesa redonda al centro con un tiesto de vidrio relleno de agua cristalina, otro tiesto de cristal semejante vacío y unos vasos muy limpios semi tapados con un pañuelo blanco. En el centro de la mesa, en una palmatoria amplia de barro, su veladora encendida de noches, para mantener la conexión entre el mundo visible y el oculto. Me invitó a ocupar una silla, él siempre para oxigenarla trasvasija agua del jarro lleno al jarro vacío dos o tres veces antes de servir un vaso de agua y servirse otro para él mismo, mientras preguntaba por mi origen y lugar de residencia, y sonriendo abiertamente me cuestionó: “¿Qué se te ofrece?” Me sentí obligado a explicar mis intenciones. Le platiqué de mi trabajo y mi convicción acerca del tiempo único e irrepetible, de que siendo él un manejador del tiempo atmosférico, y siendo todo uno, quizás acercarme a su conocimiento me permitiría aprender a manejar mejor mi propio tiempo. Al final, bajando la voz, le dije: -En verdad ando en búsqueda de conocimiento, y creo que el uso del tiempo de nuestra vida es una puerta de acceso, y siendo usted gente que conoce... -El riesgo es alto cuando se quiere conocer -respondió, cambiando abruptamente el tono suave de su voz a uno recio y marcado-. La gente del tiempo, de quienes yo aprendo cada día, porque nadie nace sabiendo, es muy dura pues donde están no existen caminos. -Creo oírlo mal: ¿usted habla de gente del tiempo y menciona un lugar en el cual habitan? -Yo sé de qué hablo, amigo. Yo viví con ellos tres años y no es fácil. -¿Tres años? -pregunté admirado, y halagado de ser nombrado “amigo”. -Sí pues -me respondió sonriendo de nuevo, adquiriendo una expresión de seriedad mezclada con cierta ironía-. Estuve tres años con ellos y me enseñaron lo que es el tiempo; aprendí que todas las cosas nos son ajenas: sólo el tiempo es nuestro. Aprendí que el tiempo no puede detenerse, que no son prudentes los retornos, y que sólo los soñadores creen en posibles atajos. Supe que nunca nadie tendrá bastante con su tiempo. ¿Estás de acuerdo? -Por supuesto -dije decidido-. El tiempo patea mi puerta con botas puestas. Cada día es un golpe terrible, cada hora es un golpe, cada minuto es un golpe... cada día, cada hora, cada minuto somos menos eternos -dije dramático, y continué-... con menos amaneceres para ver, menos primaveras que gozar, menos bocas que besar, menos instantes para creer... quiero aprender a privilegiar para pasar mi tiempo. -No te preocupes que el tiempo pasa solo, aunque no hagas nada. Aquí no se trata de “pasar” el tiempo, sólo de utilizarlo adecuadamente, que si uno lo piensa bien, es el único empleo de la vida. Por supuesto que hay formas de vencer al tiempo: por ejemplo, las obras de arte y las obras sociales sirven para perdurar más allá del tiempo. Aunque para mortales e inmortales existe un tiempo marcado que no se necesita vencer porque siempre él termina por matar a unos y otros: a todos el tiempo se nos va al final en un instante. Lo único miserable de esta vida no es la falta de comida, o la falta de habitación o de vestuario: la única desgracia humana es el tiempo limitado que vivimos. Es cierto que algunos pueden vivir unos cientos de años más que otros, pero nunca se sabe el destino de cada cuál. Por eso te decía que nadie tiene bastante con su tiempo, y estuvimos de acuerdo. Ahora te digo: es esencial un pacto con el tiempo de nuestra vida, porque, te repito, es lo único que tenemos, todo lo otro nos es ajeno. En ti veo entusiasmo y fe en la existencia de algo que no sabes, eso es todo lo que necesitas. Ahora quiero saber cuáles son tus intenciones personales para adentrarte en el conocimiento del tiempo. -Usted se dedica a informar los momentos propicios atmosféricos para las siembras, hace llover y sacia la sed. Yo también quiero ser útil en la medida en que comparto con otros lo que voy aprendiendo. Eso nada más es mi intención: aprender para decir a quien quiera escuchar. Y en este caso particular de mi interés por el tiempo, hay un desafío particular porque, según sé, es un camino que se debe seguir solo, sin un alma al lado. -Dices bien. Veo que no hay nada malo en lo que hablas. Debes saber de inmediato que el tiempo sólo lo puedes explorar en espíritu, pero no en cuerpo. El tiempo puede detenerse, acelerarse o retardarse, pero nadie puede viajar con su cuerpo en él. Lo más cercano para saber lo que fue y será son los oráculos, como el de Cartagena. También aquí cerca existe una laguna entre las rocas cercanas que contiene en sus aguas señales de acontecimientos futuros: dependiendo de la coloración del agua y de su nivel, se puede saber cuando es posible de consultar, pero esta laguna está vedada a cualquiera, sin embargo te mostraré algo. Pidió que lo siguiera, salimos de la habitación y tras caminar un trecho en subida a los Andes, nos encontramos en una pequeña explanada rodeada por campos de labranza a orillas del río Maipo. Me indicó detenernos junto a un árbol milenario dañado y quemado por un rayo estando él ahí mismo, prueba de cuando fue él aceptado como trabajador en el oficio de controlar las tormentas y granizos, el viento y las lluvias. Allí mismo comenzó a escribir con su dedo índice palabras en mi frente: “Aquí en tu frente escritas mis palabras nunca se pueden perder o ser olvidadas... Creo que puedo hacer algo por ti. Convocaré a las gentes del tiempo y les diré que quieres saber de ellos”. En ese preciso instante el cielo se oscureció y como un soplo, se apareció el relámpago rompiendo la oscuridad. De inmediato el cielo se aclaró. Dijo él: -Quien tiene el poder de romper la oscuridad se llama Lufke, el relámpago, nunca le temas aunque su voz sea terrible. Es mensajero de Wenuleufu, la Vía Láctea bienhechora de la Tierra. Presiento ahora que tu viaje de regreso será placentero. Vuelve mañana a esta hora. Llegué a la hora convenida. La esposa de Don Tano me indicó que el hombre me esperaba en el mismo lugar donde nos habíamos separado. Al saludarme me abrazó aspirando con su nariz el lado derecho de mi cabeza, primero, y luego el lado izquierdo, que es una forma de limpiar al que llega de sus intenciones, luego soplando suavemente para animar como bienvenida. Dijo de inmediato: -Todo fue bien, las gentes del tiempo dicen que no tienen problemas en enseñarte si tu quieres aprender. Hablamos muchas horas a orillas de las aguas del Maipo, junto al árbol quemado por el rayo, recordó cuando días después del hecho mientras cuidaba sus vacas pastando más abajo entre las rocas, Don Tano vio una esfera multicolor que se le aproximaba. Por reflejo, al intentar detenerla con sus brazos extendidos hacia ella, perdió el sentido. Al recuperarse, solo, una hora después aliviado por la brisa con agua del río que en su rostro caía, fría, animándolo, supo que había sido herido por un rayo. Regresó a su casa y su esposa se sorprendió por su olor a quemado y su cabello chamuscado. A los ocho días, estando de nuevo en el campo, comenzó a ver unos seres iguales a nosotros que lo llamaban y habían salido de una cueva más arriba en la cordillera. Al día siguiente dejó de comer y empezó a perder interés en la vida cotidiana. Asustada, su esposa intentó sanarlo sin éxito, ni los hombres o mujeres de conocimiento que quisieron ayudarlo ni la medicina oficial pudieron hacer algo por él, quien poco a poco empezó a entrar en estado de coma y así se mantuvo durante tres años. El cuenta que mientras su cuerpo se mantenía inconsciente y alimentado artificialmente, su espíritu estaba despierto y recibiendo enseñanza, la cual le era otorgada por las gentes del tiempo, que eran las mismas gentes que habían salido de la cueva, a la que él, en su sueño consciente, se dirigió siguiéndoles para aprender cosas del oficio de mantener el equilibrio atmosférico del Planeta. Durante el primero año viajó Don Tano con los Trabajadores del Tiempo a todo lo largo y ancho de la Tierra, trasladándose por los caminos interiores de nuestro planeta cóncavo, mientras le enseñaban cómo controlar las tormentas, diluir los granizos y someter al relámpago. Durante el segundo año, fue entrenado para reconocer yerbas medicinales y recibió instrucciones técnicas de su uso según las propiedades atmosféricas. Las gentes del tiempo son muy diferentes entre sí, cada uno representa un estado de conciencia, y Don Tano cultivó inmediata amistad con Ligua Waldo, que tenía la capacidad de estar en el Ser o centro de la conciencia mágica en la tierra. Ambos, a su vez, dirigidos por el Primer Trabajador del Tiempo que los guió y es el encargado de su desarrollo, indicando las funciones de trabajo de cada cual dentro de los problemas del tiempo. Ligua Waldo estaba conectado con las fuerzas mágicas de la cordillera. Dijo Don Tano: -Yo confío más en lo que veo o mi cuerpo siente, la materia de mi trabajo son los fenómenos atmosféricos. Ligua Waldo, en cambio, vive inmerso en la materia de que están hechos los sueños: él es un adivino, un “ligua”; su oficio es adivinar en esferas de rocas, trabajo que practicaba en los sitios donde fuimos llegando en nuestro proceso de adiestramiento y nos permitía comer a ambos. Es un buen amigo que conocerás este Año Nuevo. Ligua Waldo relaciona el origen de su conocimiento con la existencia de duendes que viven en la cordillera, con los que se comunica; un día me dijo: "Los duendes me han enseñado todo lo que sé y me comunico con ellos utilizando unas esferas que ellos han depositado en lugares estratégicos, las que se pueden encontrar dependiendo de si el uso que se va a hacer de ellas es el adecuado". Contó que en una ocasión, estando en su huerta trabajando, encontró un conjunto de esferas transparentes que él sabía que pertenecían a este origen mágico. Las guardó, pero nunca se atrevió a usarlas, inclusive las regaló al río Maipo lanzándolas a sus aguas por considerar que él no estaba capacitado para utilizarlas. Después de un tiempo, también mientras trabajaba en su huerto, volvió a encontrar otra esfera transparente, en la cual, enfrentada al sol, se vio a sí mismo dentro de ella, y entonces decidió que definitivamente había sido elegido para convertirse en gente de conocimiento. A partir de ese momento aprendió a utilizar las esferas y le pidió a los duendes que le ayudaran en su labor. En los Andes que cobijan la ciudad de Santiago, existe toda una concepción acerca de la existencia de seres que viven al interior de los montes sagrados y salen al exterior por túneles o bocas de cuevas naturales entre la roca andina, siendo algunos iguales a nosotros y los más de cabeza grande y cuerpo pequeño, habitantes de la región subterránea conocida como Anchimallén mapu, “tierra de la gente pequeña”, cuyos vecinos son descritos acusando su presencia emitiendo una radiante luminosidad como si se tratara de una centella, dejando a su paso las pequeñas esferas de piedra tan pulidas que parecen tener luz propia. Los primeros cronistas españoles los asimilaron con los duendes, describiéndolos también como un ser con la forma de un enano de sexo indeterminado, con la altura y grosor de un niño radiante de pocos meses. Debido a su característica lumínica, los chilenos antiguos también utilizan esta palabra para referirse a Kuyen, el espíritu que representa a la Luna, la esposa de Antu, el Sol, que reina en la noche cuando actúa el Anchimallén, este pequeño ser sabio y poderoso, que se comunica con gente muy especial para enseñarles ciertas artes como las curativas. Dice Don Tano: “Sea lo que fuere, afirma Ligua Waldo que los duendes se comunican con él y son quienes le ayudan en su trabajo.” Al tercer año, el Primer Trabajador indicó a Don Tano y Ligua Waldo que deben continuar solos, habiéndose cumplido su obra entre los trabajadores guías: ambos amigos se abrazaron y, no sin poco pesar, se separaron en una bifurcación de caminos, y otra volvería a reencontrarlos años después, entre tanto, Don Tano llegó a un valle magnífico en el centro del cual se encontraba el Primer Trabajador. Este lo recibió y felicitó por haber llegado tan lejos en su desarrollo. Luego le indicó una vereda. Don Tano se enfiló por ella y llegó a tres montañas, más allá de las cuales ya no existía camino. En ese paraje, recibió su última iniciación, la cual consistió en aprender a utilizar lo que había aprendido en beneficio de la humanidad de su comarca. Y hasta la fecha Don Tano hizo lo que se le solicitó, pudiendo negarse: -¡Yo estuve a punto de negarme a volver aquí a la Tierra despierta!, como se dice, al final que estaba inconsciente entonces, y pensaba que estaba tan bien entre las gentes del tiempo que esta vida era semejante a la muerte, pero ¿qué iba a hacer? ¿cómo iba a negarme a volver si quien lo pedía era el Primer Trabajador?, y luego dijo: “Nada te debe hacer caer y con la ayuda de Dios todo se arregla”. Me convencí y desperté de nuevo conciente. Para Don Tano, los dos niveles de realidad, la realidad visible y física que nos da nuestro cuerpo humano, y la realidad habitada por seres espirituales y por acontecimientos, sólo pueden ser detectadas si se posee la capacidad adecuada. Para él, el desarrollo humano implica la expansión de la conciencia y la capacidad de detectar estos acontecimientos que ocurren tanto en la realidad de la vida cotidiana como en el mundo del cielo. El propósito de la vida humana consistiría en acrecentar la conciencia de “ser”. El desarrollo, sería, enfilar la voluntad y concentrar la atención en el logro de una conciencia de ser, cada vez mayor. Según Don Tano, la realidad resulta de un proceso muy complicado, en el cual se produce una alineación entre dos sistemas de emanaciones de la conciencia. Para su linaje, el cuerpo físico está rodeado por una especie de cuerpo luminoso al que se llama capullo. En el interior de este capullo existen una serie de bandas de emanaciones en número elevado. Estas bandas son las llamadas bandas internas. Por fuera del capullo luminoso también existen bandas de emanaciones, que se denominan bandas externas. El proceso de creación de la realidad implica la interacción y alineación entre estas bandas de emanaciones internas y bandas de emanaciones externas. Cada vez que se alinean las bandas internas con las externas aparece una realidad. Las posibilidades de alineación entre ambas bandas es prácticamente infinita y se produce con la ayuda de un modulador, que en el linaje de Don Tano se llama "punto de brote", que actúa como una especie de imán luminoso que atrae bandas internas y externas y las alinea creando así una realidad. El desarrollo de la conciencia de ser implicaría volverse consciente de existir, en cada una de las realidades posibles, dadas por la alineación entre las bandas internas y las externas. El pináculo del desarrollo se alcanza cuando el hombre de conocimiento ha recorrido todas las posibles realidades y se ha vuelto consciente de ser en todas y cada una de ellas. En el momento en que el estudioso logra ser consciente de todas sus bandas en forma simultánea, alcanza la libertad total, que es la meta del desarrollo, según el linaje de Don Tano, gente de conocimiento de Santiago. Afirma que además de acrecentar la conciencia de ser en todas las bandas, el crecimiento implica el logro del control total de las posiciones del punto de brote. Un hombre convencional tiene su punto de brote fijo, alineando las bandas internas y externas asociadas con la vida cotidiana. Debido a la fijeza del punto de brote, la realidad que produce la alineación de bandas permanece estática y no cambia, dando lugar a la ilusión de que la realidad de la vida cotidiana es la única realidad existente. Para el hombre de conocimiento, las realidades existen en número prácticamente infinito, y el punto de brote no se encuentra fijo en una sola posición, sino que puede moverse, por eso la vida es un cambio nunca siendo algo idéntico. La posibilidad de controlar a voluntad las posiciones del punto de brote caracteriza al hombre de conocimiento. Lo que hace que el punto de brote se mueva es el intento, y cualquiera puede aprender además a ser consciente de existir, a utilizar su intento para mover su punto de brote a voluntad. Entonces fue que se vino de lo alto una nube negra como remolino y me di cuenta que de las cuatro direcciones venían nubes iguales, turbias y amenazantes. Don Tano dijo que aquello era muy grave y que una gran batalla se estaba dando allí en el cielo. Indicó que me ubicara a su lado derecho y me ordenó que encendiera carbón: eso hice, acomodando la madera negra dejando un hueco en su centro, “para que viva ahí el corazón del fuego”, me había enseñado él mismo. Vi a Don Tano indicar al cielo con las palmas abiertas de sus manos, girando sobre si mismo, frenando el camino de las nubes negras ya sobre nosotros que, de inmediato, detuvieron su avance arremolinado y comenzaron a ser manejadas por el hombre a su antojo, hasta hacer de todas una y convertirlas en suave lluvia que cayó en el sitio por él elegido para desintegrarlas. Mientras avivaba el carbón con una hojas de eucalipto, yo miraba todo y reía de puro gusto al ver el fenómeno. Una vez estuve tres días en casa de Don Tano; al segundo día me llevó a conocer a uno de los hombres longevos entre los vecinos mortales, un hombre querido y respetado por la comunidad: el Tata Nacho tiene 138 años, que prueba con su inscripción de nacimiento en la Parroquia de Nuestra Señora de la Estampa, “cuando Santiago terminaba al Norte en la cuadra seis de la calle Independencia y al sur en el Mercado Franklin”. Se ve activo y con todos sus sentidos intactos; dice a Don Tano que se ha explorado a sí mismo y notaba que su cuerpo resistirá mucho tiempo más, mientras nos hace pasar a su casa cruzando el puente sobre el río Maipo camino a la Laguna Negra justo bajo la Cuna de piedras de las Aves Blancas, donde vive completamente solo. Llegamos a verlo al amanecer, en ayunas por indicación de Don Tano, y el Tata Nacho nos ofrece de inmediato su Té Blanco, que prepara con el huano que dejan caer las aves sobre su techo: la primera vez que probé la bebida me pareció dulce al paladar, pero luego de beber una taza me vino un deseo incontenible de orinar y debí salir casi sin avisar a desahogarme a orillas del río, durante mucho rato, tanto que me impresioné que podamos tener esa cantidad de agua en nuestro cuerpo; y siempre es lo mismo, luego vuelvo a entrar a la casa y todo parece diferente: Don Tano no está y me encuentro solo con Tata Nacho, quien levanta su cabeza al verme entrar, en un gesto suyo característico de atención concentrada, guarda silencio unos segundos y comienza a hablarme. Al igual que para Don Tano, para Tata Nacho el desarrollo humano es la expansión de la capacidad de darse cuenta. Dice que a su edad, “una de las más importantes avenidas del desarrollo es la que lleva a establecer un contacto con Dios”; en otras oportunidades afirma que ha llegado a la conclusión de que lo más importante para ser humano es utilizar ese contacto directo con Dios, volcándolo con toda fe en el orden de la vida. Le pregunté su concepto de lo que llama “Dios”, y Tata Nacho dice que este concepto implica la consideración de la existencia de un ser todopoderoso y pura inteligencia que rige la evolución y determina el desarrollo de cada uno de los seres dentro de la creación. Existen personas que le hacen sentir a uno muy bien. Tata Nacho me hace sentir así desde la primera vez que le vi, cuando lo único que se me ocurrió fue decírselo. No respondió cosa alguna pero, quizás si fue algún reflejo de la luz a esa hora del día o no sé qué, el rostro de Tata Nacho cambió y se iluminó sensiblemente, su lenguaje, fisonomía y actitudes de hombre santón, muy calmado y seguro de sus palabras que al mirarnos y hablarnos uno entra en otro sistema de conocimiento, el que se imparte por tradición oral, aquel que logra traspasar algún tamiz neuronal y activar la conciencia. Mientras yo pensaba cada palabra que decía Tata Nacho, se apareció Don Tano y sin mayor preámbulo se sentó junto a nosotros y comenzaron a hablar entre ellos en un lenguaje dulcísimo que luego supe era el idioma de los primeros chilenos, y así me hablaban sin cortar entre ellos una conversación que yo no entendía. Miré a Tata Nacho y trataba de saber cómo podía haberse sostenido un cuerpo humano durante 138 años y plenamente activo, supe que alguien le había preguntado si no era también un inmortal, respondiendo que “la inmortalidad me parece lejana, estoy absolutamente harto de ser quien soy: un hombre perfectamente mortal, y orgulloso de serlo. No pretendo vivir más allá del tiempo que debo vivir.” Mi impresión era que la mente de él flotaba alrededor de su cuerpo, ocupando la choza y el terreno circundante, y que su cuerpo se sostenía como una estructura cuya desaparición en nada afectaría a esa mente. De alguna manera, tanto vivir lo había liberado del cuerpo. Tata Nacho era ya, por ello, un inmortal. Súbitamente Don Tano interrumpió mis pensamientos: "Dice Tata Nacho que nosotros no hicimos el cuerpo y que por eso debemos cuidarlo. Dice que debemos querernos cuidando el cuerpo, más allá del tiempo de cada cuál. Que preguntes lo que desees". Oí salir de mis labios una pregunta, que me pareció precipitada como no naciendo de uno mismo, pero sentí que la voz salía desde mi conciencia cuando le dije que obviamente dentro de nosotros hay un ser que nos anima: ¿ese ser es el reflejo de Dios en cada uno de nosotros? Y respondió Tata Nacho: -Es el reflejo de Dios más nosotros mismos, porque cada individuo es estrictamente único, pero en el fondo nos parecemos mucho. Tenemos dos partes, una del bien y otra del mal. Se trata aquí de impedir que la mitad del mal se apodere de la otra, y también al contrario. Aquel consejo que en boca de otra persona me hubiera sonado demasiado común, en la suya adquirió un significado profundo porque algo me decía que siendo él un hombre mortal como uno, con todas nuestras simplezas y naturalidades, de alguna forma la respuesta a todas las cosas estaba aquí mismo, terrenalmente, sin más allá incluso necesario aquí y ahora. Sin embargo, entendí a Tata Nacho cuando dijo: -Yo recibo mucho conocimiento del más allá en mi vida a través de los sueños, y debes tener en cuenta los tuyos. Me comunicaré contigo a través de tus sueños. Piensa bien nada más. Considera que el ser humano es bueno por naturaleza, en su esencia es puro y capaz de desarrollarse y lo que obstaculiza este crecimiento es que se rodea de vallas o bloqueos impidiendo que esa naturaleza bondadosa surja, se manifieste y actúe en la vida. Para cualquier proceso de conocimiento basta con quitar lo que obstruye, esto es, basta con limpiar abriendo el camino para que surja la naturaleza positiva que llevamos dentro. Por lo demás, lograr la inmortalidad por el tiempo que se desee está al alcance de cualquiera que sepa cómo hacerlo. En un instante, por un impulso, me acerqué a él y le dije que quería darle un abrazo. Sonrío y poniéndose en pie me abrió sus brazos, lo abracé, y luego Tata Nacho se inclinó hacia el lado derecho de mi cabeza y con un sonido hueco succionó el aire y después repitió la misma operación del lado izquierdo. Sentí una frescura suave en mi interior que resulta de esa técnica de limpieza de los hombres de conocimiento de Santiago, para quienes el hecho más asombroso en el Universo es la experiencia consciente. Toda experiencia representa un suceso milagroso que escapa y no puede ser explicado con base en consideraciones físicas. Así, intentaré explicar las experiencias con Tata Nacho, apoyado en ciertas conversaciones que tuve con Don Tano, cuando yo mismo intenté aclarar cuánto de lo aprendido había entendido. La postulación fundamental de estos hombres de conocimiento es que la experiencia surge como resultado de tres procesos de interacción. El primero de ellos es una interacción entre elementos neuronales capaz de crear un campo energético complejo, denominado campo neuronal. La segunda interacción ocurre cuando el campo neuronal se pone en contacto con la estructura energética del espacio. La interacción entre el campo neuronal y el espacio crea un patrón de interferencia que se denomina estructura energética de la experiencia. Lo que es decir que el espacio que rodea a cualquier objeto posee información acerca del objeto en cuestión. Un observador ubicado a cualquier distancia de una roca será capaz de percibirla a simple vista, o utilizando un instrumento amplificador de la porción de espacio que su retina observa. De hecho, no existe espacio con un contenido nulo de información. Todo el espacio está repleto de información y, ubicado donde se coloque, un instrumento sensible o un observador vivo podrá detectar y decodificar la información contenida en el espacio. Sin embargo, la organización de la información contenida en cada punto del espacio no es homogénea. Probablemente la información proveniente de todo el Universo converge en puntos infinitesimales en los que puede dividirse el espacio. Estos puntos a su vez convergen en un solo punto de información, por decir así, alejado de cualquier objeto, infinitamente pequeño pero a la vez desmesurado en información, y en el centro del universo, capaz de contener, con una organización coherente, toda la experiencia de la vida sea cual sea su expresión física. Estas gentes de conocimiento del valle de Santiago indican que si el campo neuronal no solamente se irradia en todo su hábitat sino que afecta la mente de los que entran en contacto con él, puede postularse que diferentes grados de desarrollo son correlativos con diversos niveles de sensibilidad, de tal forma que un sujeto puede vivirse a sí mismo y experimentar lo que le rodea en un nivel concreto, mientras que otro será capaz de experimentar al mundo como una matriz de pensamientos o abstracciones. Así, cada ser humano, en su pensamiento individual, está en contacto con este mundo arquetípico: en el que se encuentran situados todos los pensamientos. El pensamiento individual en este sentido estaría incentivado por este mundo cósmico único que lo asocia con el vacío de lo que existe y no vemos, en que nada existe por sí mismo porque todo es resultado de causas anteriores. Así, una roca es también vacío, en tanto que no existe en sí misma, igual que un cuerpo humano o un árbol. En la conciencia de la creación de la experiencia, el ser humano se percata de que él está creando su experiencia consciente con todos sus contenidos y que, por lo tanto, éstos dependen de su capacidad creativa, más que de sí mismos. El mismo concepto de patrón de interferencia y de estructura energética de la experiencia se basa en un proceso mediante el cual surge un contenido (la imagen de un gorrión, por ejemplo) como resultado de una interacción entre un campo neuronal y la estructura del espacio-tiempo. Cuando la conciencia de que el vacío lo puede contener todo o la creación de la experiencia acompañada de la conciencia clara del proceso mismo, se logra un estado de liberación con respecto del Universo concreto y se adquiere la conciencia de la verdadera naturaleza del ser. Esta auto realización es patrimonio de todos, vivencia común de las personas que, como Don Tano, se han dedicado además a la exploración de sí mismos. El desarrollo del ser humano parece estar inclinado hacia el logro y la vivencia de estados de mayor unidad. La religión considera como ideal el logro de la Unidad en la cual el monoteísmo es, en realidad, la expresión más acabada de la realización de la existencia de un solo ser, del cual todos somos parte. La aparente dicotomía entre la simultánea existencia de la Individualidad y la Unidad se resuelve aceptando que ambas coexisten porque pertenecen a dos niveles de la misma Realidad. Yo soy yo y al mismo tiempo soy todo, dependiendo desde qué nivel de conciencia me percibo. Si me veo tal y como veo a los objetos, me viviré como separado e individual. Si me veo desde la perspectiva de una conciencia más expandida y unificada, mi sensación yo-céntrica se expandirá al mundo y ya no me siento separado de mi entorno. Una noche, en casa de Don Tano, le comenté el deseo de ver a Tata Nacho, y me prometió que iríamos al día siguiente, siempre y cuando él estuviese de acuerdo. Lo interrogué acerca de cómo le informaría de nuestro viaje, y me contestó que a través de una "velación", y prendiendo una vela se concentró en Tata Nacho, a quien le envió el mensaje. Según los movimientos, brillo y altura de la flama, según las chispas que surgen del pabilo Don Tano podía reconocer si el mensaje había llegado a Tata Nacho y si él lo recibía: “Dijo que nos espera a las once”, me informó. Al llegar a la cuna de las Aves Blancas a las once como estaba previsto, el macho anciano esperaba por nosotros; mientras nos servía té blanco que tenía preparado en un fogón, nos indicó una tercera hamaca que faltaba colocar junto a las dos preparadas en que se ubicaron de inmediato a conversar en lenguaje antiguo, colgué la hamaca junto a la de ellos a no más de un metro de distancia, y al acomodarme fue como entrar en un círculo separado del mundo; al principio no pude verbalizar mis pensamientos y parecía querer entender y comentar cada una de las palabras que oía de ellos, pero mis labios se negaban a hablar. Oí con atención lo que decían y concluí que el mapudungún me era indescifrable, no entendía nada, lo que me imposibilitaba incluso para asentir o negar con un movimiento de cabeza, y aquello en un instante me aterró. Bebí de un sorbo mi té blanco, salí a orinar y cuando volví, sentí que mis pensamientos eran sostenidos por una especie de malla de optimismo. Reconocí en mi sostén a la mente de ellos, y en el contenido a la mía. Era como inter actuar sin ser distraído del propio proceso pensante, sino al contrario, sostenido por él. Mis pensamientos comenzaron a acelerarse y de pronto me perdí. Había desaparecido el sostén optimista y ya no había contenidos propios, sino una sensación de confusión, en que sin entender lo que hablaban impedido de expresarme, cuando todo mi pensamiento lo envolvió el sonido del río Maipo retumbando en su caída entre las rocas y el sonido del agua viva parecía estar ubicada en el interior de mi cerebro, retumbando inquietante; traté de no oír nada pero mi confusión sonora aumentó hasta que del fondo del ruido me oí decirle clarito a Tata Nacho que no es muy fácil escuchar o dejar de hacerlo a voluntad: “Sólo se trata de poner atención en el exterior” -me respondió. Lo que parecían ser cientos de pájaros cantando simultáneamente llamaron mi atención. Eran los pájaros blancos más arriba de las cuatro paredes gigantescas de piedra que nos rodeaban, que parecían rematar en un techo curvo donde viven las aves, cuyo canto se convirtió en un remanso de paz en mi mente. Y me dormí. Al despertar no sé cuanto tiempo había pasado. Observé a Don Tano y Tata Nacho en sus hamacas conversando muy entretenidos, y era como si mi mente se abriera y entendí todo lo que hablaban sin preguntarme si lo hacían en lenguaje chileno antiguo o nuestro lenguaje de ahora, y todo era calma. Cada vez que cerraba los ojos mi conciencia se llenaba de pensamientos; uno tras otro, como si alguien estuviera estimulando su origen. Maravillado, me dejé ser. Tata Nacho se quejó de dolor de piernas y yo me atreví a sugerirle un masaje, que él aceptó. Me proporcioné un lavatorio y agua tibia, nada más. Empecé a trabajar lavando y masajeando sus pies mientras él decía que le daba alegría tenernos en su hogar. La piel de sus pies y piernas eran puro músculo nada de magro. Su piel parecía pertenecer a un hombre joven y no a un anciano de más de ciento treinta años. En sus pies no noté una sola várice y las líneas de sus plantas eran claras, fuertes y profundas. La línea de la vida era larga y sin desviaciones, la de la mente honda y recta, la línea de la muerte no la descubrí. Le di un masaje minucioso en sus piernas y pies, y al terminar, mientras Don Tano observaba complacido, nos servía el te blanco por indicaciones de Tata Nacho. Me sentí muy cómodo. Sentí que mi mente estaba siendo sometida a un proceso de limpieza profunda de la que surgía, cada vez con mayor claridad, un centro trascendente cuyo poder de observación me hacía sentir, con placer, los pensamientos, imágenes e ideas que nacían de un fondo antes inaccesible. Así transcurrió ese medio día. Recostados en las hamacas, bajo su pérgola natural de plantas y rocas, ubicado al lado de ellos, conversando. Luego comimos pollo asado que llevamos preparado por la esposa de Don Tano, con pan amasado, huevos duros y papas cocidas. Tata Nacho, en un dos por tres, preparó una ensalada a la chilena tomando de su huerto los tomates, la cebolla, el cilantro. Hablaron horas animadamente, a ratos ambos con los ojos cerrados, sin que yo, por ello, en momento alguno me sintiera excluido. Hacia las cuatro de la tarde Tata Nacho se incorporó y nos preguntó si deseábamos darnos un baño. Accedimos y nos dirigió a un cenote entre las rocas donde caía agua termal de temperatura ideal. Me bañé deliciosamente y dejé que el aire cálido del atardecer secara mi cuerpo. Todo era natural: el cenote con agua termal, la roca soleada acogedora, canto de pájaros y el río calmado. Creo que ese día empecé a conocer algo del admirable ritmo de vida de estos hombres de conocimiento. No es sorprendente que trabajando lo justo para vivir, sin ambición ni envidia, con tiempo para recorrer la propia mente, el espíritu sea capaz de recibir mensajes, leer las estrellas y amar la tierra hasta el grado de permitirle a alguien vivir tantos años sin otra molestia que un débil cansancio de piernas. Le pregunté la razón de su larga vida. Y dijo Tata Nacho: -Lo más importante para que el cuerpo se mantenga sano es conservando la mente sana. Y para ello es muy buena la meditación: yo utilizo varias técnicas según mi estado de ánimo. La más frecuente es concentrado en hacer bien mi trabajo plantando mi huerto, cosechando mis yerbas justo a tiempo para secarlas al sol y bajarlas al mercado. Otras veces me concentro en la observación atenta de los fenómenos naturales cotidianos, me refiero a la observación del mundo que nos rodea, las personas, el amanecer, el anochecer, el transcurrir de los animales, de los cambios de luz, de los movimientos de mi silla mecedora al descansar en ella... nada más observando y oyendo el sonido del mundo que nos rodea atendiendo a los mínimos detalles sonoros del mismo. Otra técnica que utilizo es la observación atenta de las estrellas en la noche. Cuando deseo escojo alguna zona del firmamento estrellado y fijando mi atención en esa zona en una postura de relajación, dejo que penetre la información estelar en mi interior. A veces uno se duerme y las estrellas comienzan a actuar en nosotros entregándonos información a través del sueño. En la mañana yo suelo recolectar mis sueños y a través del contenido de los mismos también observo mis propios procesos y soy capaz de utilizar esta información para ofrecerla a alguien que acuda a mi en búsqueda de ayuda. Es algo que he aprendido con los años. Aquí casi nadie nace sabiendo. Cuando me piden soluciones grandes, parafraseando a san Cayetano, respondo que lo primero que hay que hacer para reformar la sociedad es reformarse a uno mismo, él se refería a la iglesia Católica. Yo pasé por todas las religiones, pero me quedé con Jesucristo por su carácter perdonador ante todo, me parece horrible que existan religiones castigadoras, bastante tiene uno con pagar sus propios errores aquí en la tierra. Donde también existen dichas, a veces secretas, una buena mujer, una familia, los amigos, un oficio grato. En verdad, la vida para todos, mortal e inmortal, es demasiado corta existiendo tantas cosas para hacer. Por eso, me parece horrible la idea de castigos o premios eternos por apenas unos pocos años de vida aquí en la tierra. Igual, a través de Jesucristo me siento reconciliado con todas las religiones, por su carácter perdonador. En su práctica diaria, Tata Nacho suele sentarse inmóvil como primer acto de la mañana después de despertar, permaneciendo en esta posición durante unos minutos: “de acuerdo a mi estado de ánimo, pero suelo tomarme esos instantes permitiendo que mi ego se desvanezca poco a poco y en lugar suyo mi cuerpo se impregne de la fuerza alrededor mío; así permito que la energía del Guardián de la Cordillera que habita aquí también sustituya la mía propia bañándome en ella totalmente. También suelo utilizar movimientos giratorios de mis ojos o mi cabeza haciendo círculos en el sentido de las manecillas del reloj. Sin embargo, creo que mayormente lo que ha conservado mi cuerpo es nunca abandonar mi técnica de respiración, que es muy simple: inhalo con fruición el aire, lo mantengo en mi cuerpo lo más que puedo durar, para exhalarlo con mucha lentitud hasta vaciar mis pulmones, y así sucesivamente. Creo que todo tiene su lugar en el espacio, las cosas y las palabras; yo utilizo la oración y formo parte hace muchos años del grupo de Rezadores del valle, con quienes a través de la oración a viva voz y en silencio hacemos accesibles a nuestra conciencia otros niveles de realidad que nos fortalecen, y podemos ayudar a quienes lo necesitan” -dice él. Este grupo de los Rezadores del valle de Santiago, está formado por gentes cuyas técnicas les fueron legadas por los antepasados en una ininterrumpida genealogía que se arrastra desde la época prehispánica, de padres a hijos y de abuelos a nietos han heredado la costumbre de comunicarse con la divinidad en voz alta; se dedican a curar enfermedades utilizando la ayuda de ciertos espíritus perdidos en el espacio: según ellos, cuando una persona muere en forma accidental o como producto de una pelea o una catástrofe natural, o es un espíritu violento que debe pagar como encarcelado y por lo mismo peligroso, pues su espíritu no abandona la tierra sino que permanece ligado a ella sin escapatoria y sin hallar un camino de desarrollo que le permita abandonar su estado hasta no realizar buenos hechos, por ser lo suyo una causa que produjo un efecto son por ellos espíritus a quienes es posible acudir; así, algunos casos de curación de enfermedades se deben a las acciones de estos espíritus errantes actuando sobre la mente y el cuerpo de las personas, quienes se lo deben solicitar, regla que utilizan los Rezadores para efectuar un trato con ellos a cambio de una petición en especial que generalmente es la salud de los enfermos, a cambio de lo cual quedará escrito en un ídolo su buena acción; levantándose santuarios donde se preservan ocultados entre las rocas de la cordillera tallados por los antepasados prehispánicos, y cada día se realizan ceremonias en la que uno de los Rezadores se comunica con estos espíritus para solicitar su ayuda. En la ofrenda se le presentan velas, tabaco y se les enciende carbón en que se queman vegetales secos aromáticos, hojas de eucalipto o resina de pino. Los espíritus pueden o no acceder al pedido del Rezador. Que lo hagan depende de si los rezos y las ofrendas que se les ofrecieron fueron de su agrado y de la sinceridad y poder personal del Rezador, quien está protegido de estos espíritus si son violentos porque encomienda siempre su trabajo al Guardián de la Cordillera, que es un ser reflejado de toda la potencia viva de la piedra andina bajo los suelos y alrededor del valle, que vela por todos los seres vivos y muertos, ese día afirmó Tata Nacho a quien dejamos lo que restaba en calidez de la tarde trabajando en su huerto entre los roqueríos en las afueras de su cabaña. Me reí de mí mismo por el miedo que me había dado cuando no entendía lo que hablaban, incapaz de descifrar su lenguaje. Hasta ahora, cuando nos juntamos, no sé si ellos conversan en mapudungún o chileno actual, pero el caso es que dialogo con ellos perfectamente. El maestro Don Tano, en las mañanas, de pie en dirección al sol, mientras todo el espacio se llena de canto de pájaros y olor impregnado a lavandas del jardín, él observa el amanecer muy quieto, instantes en que también realiza sus ejercicios de respiración diarios. En los tres días que he convivido a lo más en su casa, de día casi no lo he visto descansar y es difícil llevar su ritmo. Al atardecer la noche también la espera meditando en su sillón cómodo, inmóvil, mientras su mente se recorre a sí misma. Sin embargo, ese estado no es de pasividad, da regalos invisibles. Yo siento siempre que su hogar es mi hogar y, a través de los años, me hizo sin dudas mejor con su lucidez y presencia amistosa, sin andar pronunciando palabras cálidas, sólo en su actuación. Siempre cuando me despido de Don Tano, nos abrazamos, me besa la mejilla izquierda inhalando con fuerza el aire, y luego la mejilla derecha de igual forma, y señala hacia arriba, sin decir palabra luego de soplar con aliento cálido mis orejas. Desde la primera vez que lo visité me recomendó que no me desviara de mi camino, y, en cierta forma, siempre me acompaña desde entonces en forma de un sostén sutil y mental de mis contenidos de pensamiento, que me acercan a una unificación interna y coherente con mis semejantes. Una semana después de regresar a mi hogar en la playa, cuando le comencé a frecuentar, soñé que me anunciaba que debía ir a verlo: por la mañana recibí una llamada telefónica suya diciendo que iríamos a ver a Doña Quela, esta mujer de conocimiento muy poderosa que usa cristales de cuarzo en su trabajo de predicción, y que en la noches consulta a las estrellas porque sabe todo de los cuerpos en lo alto, siendo la escritura en los cielos su fuente preferida de conocimiento como muchas gentes del valle. Nos esperaba a la hora del crepúsculo de la tarde. Doña Quela y Don Tano empezaron a platicar animados, me dediqué a observarlos. De vez en cuando, sin embargo, ella me hablaba directamente repitiendo a manera de rezo: “tú no cambies tu camino, que siempre vence el bien y al final, Dios que salva el metal salva la escoria”, frase que no sabía si tomar como un consejo o cierta ofensa. Ese atardecer quedé solo con ella al entrar Don Tano hacia el huerto interior. Le pregunté acerca de su técnica de ver las estrellas. Me quedó observando unos instantes en silencio y luego dijo: “-Esta es la mejor hora para descifrar la escritura de los cielos, cuando recién aparece en las pizarras de lo alto; el estudio de la ubicación de las estrellas y los fenómenos del cielo es una ciencia, y su misión es la de toda ciencia: catalogar el mundo para volverlo a Dios en orden. Observa el cielo en silencio, eso es todo.” Y así yo estaba extasiado observando las estrellas cercanas de los Andes cuando desvió mi atención en el cielo una serie de truenos pero muy lejanos. Pasaron varios minutos en los cuales comencé poco a poco a intranquilizarme y me levanté de la hamaca en la cual estaba tendido boca arriba. Le dije que era indudable que hay una escritura en las estrellas, y le pedí que me indicara cómo la leía ella, pero no bien terminé de preguntar, fui interrumpido con energía por Doña Quela, quien levantando su voz me ordenó: -¡Pídele a Dios que te explique, te dije que guardaras silencio, únicamente habla con Dios! Y volviendo con premura a mi hamaca me puse a observar las estrellas en silencio con toda atención durante no sé cuánto tiempo que sólo fue interrumpido por Don Tano al volver de la huerta interior con un manojo de plantas medicinales de recolección nocturna. Escuché hablarme a Doña Quela: “Tú piensa que el cielo sobre Santiago está ubicado exactamente bajo el centro de la Galaxia en espiral nuestra, en ese centro exacto hay un ojo negro: ¡busca ese ojo y obsérvalo!”, me ordenó. Don Tano nos observaba desde su silla mientras yo, boca arriba observando el cielo me sentía fresco, bañado por la maravilla nocturnal de Santiago reflejada en los hielos andinos: me concentré en el ojo negro del cielo y los pensamientos aparecieron en mi conciencia, claros, precisos. Había llovido buena parte del día y todo parecía haber renacido. La tierra oliendo a mojado y los grillos y pájaros nocturnos cantando a todo volumen. Don Tano cubierto con su poncho de lana y yo bien abrochada mi parca. Mi mente en paz y en silencio. En un estado de total placidez arrullado por la fuerza de la cordillera. Me sentía, lo juro, en estado de gracia. Doña Quela me parecía vital, cálida y madura: se había puesto de pie y disponía en un fogón al costado sobre cuya parrilla reposaba una tetera y una olla con leche: cuando me ofreció un mate de leche con malicia, me atreví a cambiar mi posición ordenada y hablarle. Le dije que era un aprendiz, que realizaba un trabajo acerca de algunos vecinos de conocimiento de Santiago, y le dije que había oído hablar entre los maestros que los inmortales solo bebían agua de los manantiales, al tiempo que saboreaba el aguardiente en la leche. Respondió mi comentario con una sonrisa, al mismo tiempo que decía: “Nunca debes creer en los maestros, ¡no seas supersticioso!” Don Tano rió de buena gana. Me sorprende el ambiente que se respira en su casa, con un patio amplio que semeja estar al aire libre, pero se encuentra protegido por paredes de roca circulares que lo hacen un observatorio astronómico natural; la entrada a la casa misma tiene un corredor protegido todo pintado de verde por la hiedra fina que lo cubre, con una mesa de piedra tallada que entra por la ventana desde la cordillera, en que reposa siempre una bandeja de frutas y un jarro transparente de agua y vasos dispuestos. En el hogar de Doña Quela, que es psiquiatra titulada en la Universidad de Chile, todo está en su lugar, limpio, ordenado. A la edad de 10 años la picó una araña de rincón, al dolor punzante e interno del momento de la mordedura en el vientre, este comenzó a hincharse y a tomar un color rojo violento, tuvo vómitos, dolor de cabeza, escalofríos, sudor intenso y fiebre hasta perder el conocimiento. No pudo desactivar el veneno su propia abuela que era sabia en yerbas medicinales y trajeron un doctor, pero éste tampoco le encontró ni oyó el pulso, diagnosticándola muerta. Pasaron varias horas durante las cuales la familia empezó a preparar el velorio, su madre, inconsolable, la abrazaba llorando y cuando esto se repitió varias veces, la niña abrió los ojos, devolvió el abrazo a su madre y le dijo que no se preocupara, que ella estaba bien. Unos días después, subieron a la cordillera a recolectar Boldo con su abuela. Esta última montaba un caballo viejo mientras la niña la seguía caminando. Notaron que el caballo movía sus orejas previendo algún peligro. De pronto, oyeron un sonido como de aletazo feroz, seguido por una respiración intensa. La abuela se afirmó en su silla. Entonces fue que se apareció junto a ellas emprendiendo su vuelo el cóndor majestuoso blandiendo sus alas gigantes con las que rozó a la niña, que valientemente, se mantuvo en pie y luego subió muy rápido también al caballo que guió al trote hasta su casa. Después, empezó a sentirse muy mal. Sus manos se torcieron y sus emociones se alteraron un día con su noche. La abuela determinó que había estado nuevamente en un "trance de muerte" y que si con la picadura de la araña de rincón había adquirido el don de la curación de las mentes enfermas, con el roce del ala del cóndor había adquirido el poder de leer las estrellas, dones que debía utilizar sin temor, que estaba inoculada contra los males que se ven y los que no se ven, porque en ambos reinos podría transcurrir con libertad; en unos pocos meses murió la anciana, y pocos días después su madre, que nunca recuperó la voz después que ella nació, y se devolvió trágicamente por el río al resbalar en la orilla y ser tragada por las aguas que sólo la devolvieron muerta a la orilla del mar. Padre nunca se le conoció, así nada más se dice que Doña Quela se las arregló sola en la vida para mantener su hogar, trabajando para pagar sus estudios y mantener el respeto de las gentes del valle, que afirman sin lugar a dudas su relación directa con las cosas que no se saben y sólo hablan buenas cosas de ella, aún antes que se supiera que el Disipador de las Dificultades la había integrado entre sus ayudantes por su sola voluntad, no por sus obras, por gracia. El caso es que desde entonces se hizo estudiosa de las estrellas, desde jovencita puede quitar dolencias y curar enfermedades psíquicas y resolver los problemas que los pacientes le plantean en su consulta médica; ella utiliza medios poco tradicionales si considera que lo amerita la curación, casi nunca su receta incluye terapia química, aunque la usa si cree necesario, más utiliza la medicina que ella misma sabe que existe en la planta tradicional, conocimiento que comparte con las gentes del valle. Su primer manejo de diagnóstico, Doña Quela lo hace utilizando su percepción directa, usando como un instrumento su propia impresión de la energía que el paciente trasmite en su aflicción. Tiene la facultad de curar colocando sus manos en diversas partes del cuerpo; confirma siempre su diagnóstico consultando el iris del ojo del paciente y cuando ve necesidad de limpiar el magnetismo humano y sanar males internos utiliza rocas con minerales que caen del cielo y sus yerbas medicinales, que cultiva en su bien construido invernadero a un lado de la casa. Para ella, el estudio del iris del ojo o la imposición de manos para diagnosticar, los metales y las yerbas medicinales o la medicina oficial para sanar, las considera en su trabajo como eventuales y secundarias en comparación con su intuición al estar frente al paciente. Ella considera su oficio como caritativo. A quien la necesita ella ayuda, también fuera de sus horas diarias de trabajo en un Hospital del sistema de salud público chileno, donde siempre está dispuesta y también la encuentra en su casa quien la busca. Cree fervientemente en el poder de la fe, que tal cual escudo insinúa como inicio de cualquier tratamiento de curación. Suele decir: -Toda sanación del cuerpo y del alma se inicia con la actitud del corazón. Nos invitó a su casa un día 20 de marzo, y la encontramos preparando vino medicinal dentro de unas cubetas de vidrio, ayudada por una discípula que probaba la infusión y hacía comentarios de su sabor. Doña Quela me saludó y dijo que estaba terminando de fabricar este vino que era excelente para restaurar vitalidad y que se preparaba hirviendo un conjunto de plantas como la hierbabuena, salvia real y boldo, mezcladas con vino tinto, azúcar negra y néctar de uva-pasa, todo hervido el tercer viernes de marzo de cada año, cuando las medicinas preparadas son más poderosas por estar las plantas enriquecidas con la luz del sol que absorbieron durante el verano austral. Debo decir que desde el primer día que la conocí, cada vez que hablo con ella tengo la impresión de estar frente a una mente poderosa que lee la mía como si fuera un libro abierto. No sé si a otros que la conocen les ocurre, pero Doña Quela se muestra siempre capaz de describirme los rasgos que para mí son los mas importantes de mis emociones: ella sabe perfectamente bien como es mi personalidad, y seguramente la de quien se le acerca. En las ocasiones cuando me dirijo a visitarla, en el auto voy pensando las preguntas que le voy a hacer en cuanto la vea, y ella, al verme entrar a su casa, me da un beso en ambas mejillas con una cálida caricia con su mano derecha palmoteando mi cabeza, para comenzar casi de inmediato a contestar estas preguntas sin que yo tenga la necesidad de decirle nada. Siempre al conversarle tengo la misma sensación de que las preguntas que surgen en mi mente ella las responde antes de hablarle. (c) WVF