10 de junio de 2010

Del Arte del Encuentro

DEL ARTE DEL ENCUENTRO
(Fragmento de El Sentido de la Vida)

Digamos ahora que, desde siempre, mediante la reflexión el hombre intenta una explicación lógica a los fenómenos de la naturaleza. El género humano entiende que si es capaz de desentrañar el origen de los fenómenos en que vivimos inmersos, podemos además manejarlos. Por supuesto que hoy día a la reflexión científica se le ha sumado la filosofía. Esta disciplina madurada en el alma misma del grandioso pasado siglo XX, ahora nos permite saber casi perfectamente de qué están constituidas todas las cosas, conocemos la evolución de nuestro universo al parecer desde el mismo momento de su formación, y dominamos los distintos fenómenos naturales de tal forma que podemos acabar varias veces con todo vestigio de vida en nuestro planeta; y también podemos trasladar, sin ningún esfuerzo, pesadas cargas de un extremo a otro de la Tierra y hasta más allá en las estrellas. Digamos adiós con un beso al siglo XX, que se recuerda con admiración por la magnitud de la fuerza humana al descubierto que legó a los siglos que vendrán. Literalmente, ahora podemos decir que sabemos de tres tipos de interacciones capaces de crear los mismos tres tipos de fuerza: las gravitatorias, que tienen su origen en la masa de los cuerpos; las electromagnéticas, que corresponden a la carga eléctrica de los cuerpos, y las llamadas “anímicas” que aparecen únicamente en el interior del núcleo atómico. La interacción constante de estas tres fuerzas, que dependen una de otra, mantienen unidas las partículas y plantea una de las deducciones científicas más fascinantes legadas por el siglo XX: todas las fuerzas son una sola fuerza, única, irrepetible. Que en nosotros como seres humanos se concentra en cada uno de nuestros átomos y podemos manejar a través de lo que es común nombrar “pensamiento positivo”. Somos lo que pensamos.
El pensamiento positivo es nuestra energía al máximo de potencia: cuando está expresada en un nivel de conciencia. Un máximo que, científicamente, es el mínimo. Descubierto el átomo aparecieron nuevos componentes concentrados en su núcleo; y supimos que estas partículas a su vez están formadas por sub partículas en una sucesión hasta un punto anímico semejante a las fotos que tenemos de los hoyos negros del espacio exterior, que absorbe todo lo que hay a su alrededor hacia un lugar ignorado. Esta simple razón científica de ubicación de mayor a menor hasta lo indecible indica que al final del laberinto hay en verdad un minotauro, o un constructor de laberintos. Esta razón lógica y no otra es la que se esgrime para afirmar que en este aparente caos hay un orden: un orden establecido.
Es cierto que todas las Escuelas hoy concluyen que esta energía, diminuta pero soberbia, que nos anima, la podemos modificar. Nosotros mismos siempre podemos ser mejores. Por ejemplo, a través de la realización de ejercicios mentales. Como la oración o el simple rezo, que entendemos como una disciplina de la mente que se hace deseo del corazón. También son efectivos ejercicios mentales las afirmaciones y las ideas inducidas (el creerse que todo está bien y seguirá bien e irá mejor). También podemos ayudarnos con ejercicios físicos, como la simple respiración adecuada, ya se sabe, entrar aire por la nariz, tirar aire por la boca; manteniendo el aire en nuestros pulmones tanto como nos sea posible para despedirlo con la mayor suavidad que seamos capaces. Un ejercicio completo es unida la Oración y la respiración adecuada, a la manera que la practican los monjes de casi todas las órdenes religiosas, a quienes se puede acudir.
Es responsabilidad de cada uno el promover la salud de la energía que nos tocó en parte, individualmente. El pensamiento positivo, por ejemplo, unido a la práctica de hábitos higiénicos adecuados, es infalible en la regeneración física e integridad psíquica. Digamos que eliminar todo pensamiento negativo es asumir una nueva actitud ante la vida. Se dice que el objetivo de la vida es la auto superación del ser. Y estamos de acuerdo. El hombre es todo lo que el creador es. Somos un centro de energía y vida organizada, un centro de donde parten todas las cosas y hacia donde vienen todas las cosas. La conciencia ordena y el subconsciente obedece: por esto se hace necesario aumentar las actividades conscientes, disminuyendo las inconscientes. Estamos de acuerdo si decimos que no hay que ejercitar condiciones represivas sobre los demás. No inhibir. No cohibir. No cambiar el curso natural de las cosas. No necesitamos bañar al cisne cada día para que sea blanco, porque el cisne es naturalmente blanco y cada mañana amanece blanco por ser el color de su plumaje. Tampoco necesitamos teñir de negro las alas del cuervo cada día porque el cuervo es naturalmente negro. No debemos alterar la existencia como es naturalmente, que está hecho nuestro cuerpo y las cosas de la misma esencia que las plantas y la cordillera, por eso todo importa. Somos también el mar. Todo es una perfecta armonía de ritmos que nos envuelve, y expresamos en pensamientos, emociones y actos creativos y evolucionados. Aquí se trata de tener una buena disposición, nada más. Digamos que se trata de sintonizarnos, de ponernos el chip como se dice, entonces ¡a ponernos el chip!

Debemos practicar un intercambio adecuado de movimiento y descanso, sueño suficiente. Pensamientos, sentimientos y acciones positivas. Así cada persona es un fin en si misma, una expresión vital particular y única del movimiento de la vida en esta rueda de la existencia, aquí y ahora. Estamos de acuerdo en no intentar que los demás vivan como creemos que deben vivir, o para que actúen en la forma que creemos que deben actuar, a pesar de todos los derechos aparentes que creamos tener sobre ellos. Dejemos crecer los niños. Vivamos y dejemos vivir. Que el éxito en esta vida no está en el poder sobre los demás, sino en la correcta expresión de uno mismo tal cual es, y tal cual quiere ser. Que no es noble quien ejerce un título, sino que es noble quien se comporta como tal. Así pues, tomemos nuestro camino en la vida y dejemos que los demás vayan por el suyo... que si nuestros caminos se han cruzado es maravilloso que así estuviera escrito en las pizarras azules del cielo, no porque lo buscáramos. Que las cosas son como deben ser. Que todo está bien y seguirá bien, todas las cosas están equilibradas. Somos la gota de un inmenso océano de inteligencia que rige la formación de todos los cuerpos físicos dentro de sí, un océano que es sideral, mineral, vegetal, animal... somos semilla del viento; cada uno depositado en su sitio justo: aquí ahora.
No podemos olvidar: esta carga de energía maravillosa que nos mueve ha sido adquirida a través de cierto mecanismo de incorporación. Por esto es trascendental y totalmente importante nuestra respiración, la forma en que lo hacemos, porque lo primero que incorporamos en nuestro cuerpo es el aire que respiramos. Respiramos incorporando no sólo el oxígeno, sino el aliento de todo el mundo que nos rodea. Así la respiración se convierte en experiencia y a la vez en memoria. La forma de jugar este juego de la vida a través de la Incorporación de la respiración es afirmando: Esto es lo que quiero; Esto lo puedo lograr; Esto es lo que anhelo y lo logro. Esta es nuestra aspiración. En la práctica respiramos, y mantenemos el aire en nuestro cuerpo un instante: este momento en que el aire está dentro de nosotros es un momento perfecto para la oración, de comunicarnos con el Hacedor, como sea que decidamos hablarle, por el rezo común o la reflexión interior con la voz que anima nuestra alma. Limpiamos lenta, pero muy lentamente nuestros pulmones. Se dice que nos oxigenamos cuando al botar el aire, lo hacemos con tal lentitud que no movemos una pluma delante de la boca, por donde tiramos el aire. La correcta manera de respirar con la práctica se convierte en un hábito para el cual nuestro cuerpo está dispuesto en forma natural. Igual nuestros hábitos son en realidad reflejos condicionados: nuestro cerebro ordena, el cuerpo responde. Esto es armonía. Si actuamos con acierto es porque no hubo lugar para el error. La sustancia mental está formada por ideas (imágenes) y se trabaja con ellas. Las ideas nuestras de cada día, entonces, traen aparejadas la emoción y el comportamiento (la acción).
Los pensamientos negativos en nuestro cuerpo producen sustancias tóxicas que envenenan nuestro organismo y lo destruyen. Hablamos de los pensamientos negativos propios. Que si el deseo de nuestros corazón reposa en la pura fe en el Bien, nada puede dañarnos demasiado. Así, propiamente tal, por ejemplo en un tratamiento médico éste ya no se enfoca exclusivamente hacia los síntomas; ni tampoco a los microbios o virus dañinos. Que también nuestro cuerpo en resonancia con su pensamiento logra, siempre que se lo propone, establecer sus propios ritmos vitales de salud, y que se manifiesta a sí mismo como una corriente energética que cura lo que debe curarse, que arregla lo que debe ser arreglado. El cuerpo orgánico es una manifestación de los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Los cuales deben estar en equilibrio y sincronía con la vida que nos ilumina y se manifiesta como consecuencia de los tres estados básicos equilibrados; si este equilibrio se rompe, nos enfermamos. O sea, un principio de sanación cualquiera se inicia con el deseo de sanar; el deseo se hace orden al cerebro que ordena al cuerpo, armoniza su circulación sin interrupción, restableciéndose nuestra fuerza vital que es pura idea y la manifestación más alta de nuestra inteligencia: sobrevivir.
Nuestras células no son otra cosa sino ecos vivos de lo que pensamos. Por eso hemos logrado resistir, por nuestra fuerza humana enorme en el arte de imaginar, del cual todos somos maestros. Así es: podemos siempre utilizar esta energía extra, promoviendo nuestros buenos deseos en intensidad. Y casi siempre reactivamos la suficiente potencia para poder desintegrar, romper, anular y eliminar el elemento intruso, así sea un virus o un pensamiento negativo. El mantenimiento del equilibrio sólo puede ser restablecido a través de la práctica persistente de hábitos positivos, hábitos físicos y mentales. El mundo físico ya no es observado como algo ajeno, sino que participamos activamente en éste. Nuestra participación depende exclusivamente de la conciencia del individuo que observa, uno, integrado, existiendo, haciendo resaltar nuestra razón como una enorme fuerza de energía vital, consciente. Por esto, todo es posible, nada está predeterminado ineludiblemente porque son los asuntos según las interrelaciones que entren en juego dentro de los cambios incesantes, impredecibles de la vida, todo es cambio entre el que observa, uno, y lo observado, el mundo. Así entendemos que el universo físico que nos rodea no es en absoluto rígido ni inexorable: solo es eternamente cambiante. Todo cambia porque nuestro pensamiento constante se transforma. Así el mundo físico como creación de la conciencia, debe ser considerado como parte inseparable de ella y en constante cambio.

Es verdad que nuestra mente puede alterar el holograma de la realidad que nos rodea, y crear realidades enteramente nuevas. Los mecanismos estructurados de la realidad de nuestra conciencia humana no tienen límites. Es la energía de la conciencia, el deseo de la idea imaginada, lo que nos permite tener en nuestros arsenales médicos, por ejemplo, una vacuna que anula de inmediato 10, 20 o treinta virus que hace medio siglo eran mortales. Son curaciones que entregan al mundo hombres preclaros de su realidad, a quienes les importa la forma y la manera de cómo estamos conscientes de nosotros como seres reales que merecemos permanecer. Este deseo de ser íntimamente se relaciona, a través de nuestra mente, con el sistema nervioso humano: nuestra computadora interior, que se carga con el positivo y se descarga con el negativo. La mente crea, gobierna la materia. Por esto, pensar es crear, es nadar en este inmenso océano de inteligencia en que vivimos.
Específicamente, lo que se sabe de la influencia de la mente sobre la materia está en pañales. Sin embargo, hay aportes muy valiosos: aquí solo hablaremos de los que citan a la mente en relación a las defensas de nuestro cuerpo. Porque se ha encontrado una franca relación entre el sistema nervioso y el sistema inmunitario, a través del proceso natural de retroalimentación de nuestro cuerpo. Esto es: somos lo que pensamos. Nuestro estado de ánimo determina el mayor o menor nivel de nuestras defensas inmunológicas, que deben entenderse como un sexto sentido del organismo. Se ha observado, en amplia experimentación, que si se pierde la memoria se pierden las defensas. El cerebro que envejece ya no manda órdenes adecuadas al organismo: olvida y enferma. Todo lo que altera el funcionamiento de la mente (stress, depresión, intoxicación) lleva a un debilitamiento de las defensas. Las personas inclinadas a un enfoque positivo de la vida enfrentan mejor las circunstancias manteniendo su equilibrio. Por supuesto que esta inclinación positiva debe estar inducida por la razón. El imaginar, la visualización mental del problema solucionado, del mal curado, se ha comprobado, multiplica los linfocitos, nuestros defensores naturales. Los pensamientos de un enfermo son vitales en su curación. No debemos perder nunca el aliento. Así nuestro sistema actúa adecuadamente, habrá vida. Mientras no olvidemos el deseo de vivir, viviremos. Científicamente, este factor que restaura nuestro organismo se conoce con la sigla NGF, nuestro mensajero natural de órdenes, un mediador químico, cierto factor de acción hormonal, potentísimo, que tenemos dentro de nosotros.
Está bien. Comenzamos citando la existencia de una fuerza extra, y dijimos que rozaríamos un crisol de comentarios al respecto del uso de esa fuerza extra. Ahora definamos situaciones puntuales a seguir. Desde este instante no soy yo quien habla, sólo soy la mano que escribe esto y sugiere con ideas precisas. En principio, eliminaremos todas las preocupaciones innecesarias. No supongamos cosas. El suponer situaciones es estéril. No guardemos nunca rencores. Vamos a perdonar, comenzando por perdonarnos a nosotros mismos. Vamos a sentir que vivimos respirando en el puro aliento equilibrado del existir: creamos que, cuando nos disponemos, el espíritu inicial derrama su energía extra en todas las células que nos forman. Nuestra memoria, entonces, se hace una sola idea que corre por todo nuestro organismo y mente. Y este poder restaurador circula por cada partícula nuestra. Nos ayudamos también escogiendo alimentos vitales para una nutrición adecuada: agua pura, frutas y legumbres de la estación, carnes blandas o blancas, pescado y semillas. Respiramos en plenitud, concientemente. Y afirmamos que la inteligencia creativa mientras vivimos transmuta las cosas a nuestro antojo. Si somos lógicos cuando estamos despiertos, podemos hacer de nuestra existencia una verdadera creación a imagen y semejanza de nuestros sueños.
Vivimos unidos firmemente al equilibrio del universo, y hemos aprendido a expresarnos con nuestra acción externa cotidiana, con todo el amor puesto en cada cosa que hacemos. No estamos dormidos. Ya nos hemos levantado, entonces. Y sabemos que existen caminos que ni sospechamos, nuevos, distintos e inesperados: todos los caminos son soluciones y cruzan desde antes que nosotros la vida. Se trata, nada más, de tomar el sendero adecuado a cada uno. El sendero adecuado es aquel que te sirve tomar para solucionar lo que deseas solucionar. No otro. Hemos aprendido a borrar con afirmaciones positivas todo lo negativo de la vida acaecido hasta ahora. O de lo contrario no seguirías leyendo, tu lector mi reflejo, el haber llegado hasta aquí juntos nos ha salvado la vida a ambos, porque este de leer es un sendero que tú has decidido para encontrar algo, y me desafía a seguir vivo más allá de estar muerto, si te entrego lo que necesitas encontrar.
He aquí que somos nuevas criaturas; que vivimos y sentimos como de verdad lo afirmamos en la existencia diaria. Que nuestra motivación para vivir sea el amor. Amar siempre. Amar a un ser humano, a unos pocos amigos, a toda la humanidad, amar un animal, a una planta, a las cosas, a una idea, a un proyecto presente, a los recuerdos del pasado, a un proyecto futuro, amar el quehacer nuestro de cada día. Que aquí se trata de amar, no de que nos amen: que quien ama en verdad es amado. Amar basta para salir rápidamente del lado oscuro de la vida: con la costumbre de amar alguien o algo cualquier pensamiento egoísta se desintegra. Tal cual desaparecen los gestos violentos con el solo deseo del corazón que se inclina al amor. Y entendemos que conforme cambia nuestra manera de pensar, cambia nuestro cuerpo. Caminamos ahora con una nueva visión en la mente, y ninguna pereza, negligencia o apatía. Nos hemos hecho disciplinados y mantenemos un esfuerzo constante: ese ritmo de Dios... Ahora mantengamos nuestra decisión con fe profunda. Que no se conoce la fe hasta que no se vive solamente de fe.

La vida es el arte del encuentro: ahora mismo nos hemos encontrado tú y yo, lector, porque estamos en la acción correcta en el momento justo. En armonía con otro, compartiendo la vida. Que si no tenemos nada que dar, a veces, unas palabras son suficientes. De repente el mundo no necesita más que una sonrisa y una palabra animosa. Es cierto que hay hambre en la Tierra y enfermedades y riqueza mal distribuida y leyes que se pasan a llevar: todas las injusticias se enfrentan, primero, con la disposición del corazón. Que no podemos enseñar a cosechar sin saber sembrar. Hay mucho quehacer, entre tanto estamos activos, inmersos siempre en lo nuevo, alertas. Somos el amo de nuestros pensamientos y reacciones, siempre y no a ratos. Si lo decidimos de una vez, en el fondo de nuestro corazón ya no queda ni un solo pensamiento destructivo: por esto ya no conoceremos fracaso; ya podemos levantarnos una y otra vez, hasta que será un hábito el estar despiertos.
Somos, como personas físicas, la suma de cargas bio eléctricas, que nos hacen una fuerza única e indivisible. Nuestros pensamientos, las ideas, son chispazos electromagnéticos, son pura energía. Por esta energía natural es que a través de lo que pensamos atraemos del universo fuerzas increíbles: somos receptores de las fuerzas del anti universo, es decir, como personas podemos ser positivos como negativos y en ambos estados desenvolvernos, por lo tanto, de acuerdo a nosotros mismos, podemos cargar nuestro organismo positiva o negativamente. En la vida hay que elegir. Y, según creo, el camino es el de la luz y no el de la oscuridad. Para entrar al camino positivo, basta con la intención del corazón. Que el deseo del corazón posee energía y capacidad de trabajo. La fuerza lógica de acuerdo a su naturaleza para actuar es la luz: así nosotros estamos continuamente radiando electrones bajo quantums de luz diminutos. Los seres físicos estamos continuamente cargando nuestras baterías: científicamente, somos un magneto que absorbe por la cabeza las fuerzas positivas, la energía cósmica (el positivo eléctrico), y a través de nuestros pies absorbemos la energía negativa de la Tierra (el negativo eléctrico): ambos polos nos hacen un campo electromagnético, que sentimos bajo la forma de calor y energía, que estamos capacitados para dirigir al sitio que queramos de nuestro cuerpo, como es usual en cualquier método de auto curación. También este electromagnetismo peculiar a los seres vivos, los humanos podemos dirigirlo extra corporalmente, a través de nuestra mente consciente (quien sabe si los otros seres vivos de la creación tienen esta particularidad). En verdad, a través de cada uno de nosotros se expresan todas las fuerzas del universo, que insinúan que si nos alimentamos de ideas positivas, tendremos resultados positivos. Hay que manifestarnos, entonces, sin inhibición alguna, normalmente en nuestro vivir cotidiano, con un sentido perfectamente definido enriquecido con nuestro electromagnetismo natural dirigido. En nuestro cuerpo, es el sistema nervioso el motor, y trabaja por medio de impulsos eléctricos que le enviamos con el pensamiento. Adelanta cuando nuestra idea es positiva, es decir, está respaldada por la fe en un buen resultado. Retrocede, al contrario, cuando pensamos negativamente. En el primer sentido, el del pensamiento positivo que es lo que nos concierne, nada nos puede dañar. Esto es una idea, pero también es una ráfaga de energía buena que carga con fuerzas todas las células de nuestro cuerpo.
© Waldemar Verdugo Fuentes.

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