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No es que ahora quiera hablar de un maestro del ejercicio de las
letras sólo por citar, por referirme a gentes nobles en su oficio para impresionar,
con afán de nombrar a tal o cual por apariencia, para que digan que uno se
codea con los que saben; no se trata aquí de dárselas de nada, sólo es que
ahora quiero enviar este recado a José de la Colina porque es justo que los
amigos recuerden también a los amigos cuando están vivos, porque, al fin, de
los ilustres cuando se devuelven a la distancia todos hablan. Ahora, que el sol
anda revoloteando por los tejados de los mares del sur, ahora cuando he
recibido tu saludo, querido Pepe de la Colina, es que te envío este recado, y
te cuento que la amistad sigue viva, y te digo que ojalá hayas recibido el
mensaje que te envíe, te mandé decir que aquí en Chile, a la orilla del mar,
también tienes tu hogar.
Te envío este recado, amigo mío, solo para decir que te recuerdo con
tu sonrisa cálida, la mirada atenta, heroico, inteligente, erudito. Porque hay
que ser heroico para sobrevivir, enseñándote solito el ejercicio del oficio,
desde los 13 años cuando inventas hacerte escritor formal, narrador,
periodista, crítico de cine, estudioso de nuestra lengua, manejador de la
palabra que vence a la muerte. En este recado quiero celebrar al oficio de
escritor, para quien su universidad fue la lectura. Porque hay que ser
inteligente en cuestiones para abrir caminos nuevos en el conocimiento de
nuestro oficio, hay que ser erudito, o haber nacido sabio, no sé, para
inventarte sin ningún estudio formal, y llegar a ser maestro de gentes con
muchos títulos académicos, para integrar los consejos de redacción de algunos
de los medios escritos culturales más influyentes de nuestra lengua; yo creo
que México es desde la antigüedad la punta de lanza de la cultura escrita en
lengua castellana. Y te lo digo desde
afuera. Ahora, treinta años después.
Ahora, cuando muchos leemos tus escritos por la Red, donde ocupas tu
sitio propio, en el glorioso mundo virtual que está rescatando lo que merece
ser rescatado: aquello que eligen los lectores y los padres para que lean sus
hijos. Confirmando que la literatura no es algo que está en un papel, como éste
antes suplantó a la piedra, y ahora dice adiós con un beso la tinta electrónica,
porque está más allá la letra del medio que se usa para el oficio, ocupando un
espacio separado de la materia donde viven, solos, quien escribe y el que lee.
No se trata aquí de citar esto y lo otro para enumerar cosas bonitas
de los amigos, que de ti mucho se puede decir al respecto, pero es que, con tu
saludo se me vino a la memoria cuando nos presentó Tomás Pérez Turrent, a quien
mucho debemos. Y aquí me detengo un instante. Mira cómo son las cosas, te
cuento, amigo mío que viví diez años en México, y me hice mejor. De lo azteca
no se habla, se susurra. Porque hay que ser reverente con el que más sabe, y
donde uno ha hecho amigos y a los amigos se les respeta bajando la voz, que es
el tono en que escribo este recado, sólo para saludarte en tono reverencial,
nada más. Reía el maestro Tomás cuando yo le decía que él, y también tú, no
eran críticos de cine, eran escritores que hablaban de películas, ensayando la letra
única, esa misma que se utiliza para cualquier obra literaria, ejerciendo el
oficio, evocando dejándose llevar por el poder de la palabra. Entre mis amigos
mexicanos, lo he escrito, del maestro Tomás aprendí mucho, me dio una copia del
trabajo magnífico que hizo contigo y Luis Buñuel; me dio a leer tus reflexiones
del cine, así como los libros que publicó contigo, aprendí de él acerca de
motivación, generosidad, rectitud, lealtad, ternura, fortaleza (juntos dejamos
de fumar, en una lucha que no he terminado de dominar); y aprendí del buen
humor, uno estaba horas conversando con él envuelto en su pasión por las cosas,
¿cierto?, riendo con sus ironías jamás en ánimo de ofender, solo por el puro
placer de reírse entre amigos, aprendiendo de un espíritu insobornable, libre,
de alas propias. Para el muy querido maestro Tomás Pérez Turrent, lo sabes
querido Pepe, eras uno de sus hermanos, te quería y apreciaba con adulta
mirada, y, te digo, pienso igual.
El maestro Juan José Arreola siempre se refería a ti con cariño y
admiración a tu obra, lo sabes ¿verdad? Una vez, estuvo muchas horas alabando
tu trabajo Salvador Elizondo, que, ya sabemos lo estricto que era, y te
admiraba, lo sabes ¿no? Del maestro Octavio Paz, que fue hombre generoso, ¿te
dije alguna vez que me regaló una copia de tu libro La tumba india, de unos
ejemplares que le habían enviado desde la SEP? Sabes que el maestro Octavio te
quería mucho, ¿verdad? No tengo que recordarlo aquí, no por nada escribió que
eras un amigo abierto y leal, un escritor singular y tu prosa una de las
mejores de México, y, te digo, pienso igual.
Cuando no tengo la menor intención en moverme de Chile, donde muy
bien se vive. Desde aquí te envío este
recado, amigo apreciado, desde mi hogar a la orilla de los mares del sur, sobre
unos acantilados que nacen de cavernas donde las aguas hacen rebotar bajo mis
pies su remanso. De día no dejan de cantar las gaviotas, alcatraces,
golondrinas y garzas azules. También tienen su nido en las rocas familias de
leones marinos y focas; viven delfines que tienen acá una de sus zonas de
apareamiento. Y para contarte que estuvo aquí, en casa, Poli Délano, quien
mucho te aprecia, lo sabes: estaban varios otros amigos, que nos acompañaron
cuando con Poli levantamos la copa de vino, haciendo un saludo a tu nombre y
amistad intacta.
Waldemar Verdugo Fuenteshttp://sclaberinto.blogspot.com/p/recado-jose-de-la-colina.html