PARTE UNO DE “SUSURROS DE MÉXICO”
(GENTE Y PAISAJE MEXICANO)
FRAGMENTOS PUBLICADOS EN PAPEL VEGETAL
Por Waldemar Verdugo
Fuentes.
Encuentro con MARÍA SABINA / ANTHONY
QUINN / MARÍA FÉLIX / ELÍAS NANDINO MARIO MORENO "CANTINFLAS" / GUADALUPE "PITA" AMOR / LINDA CHRISTIAN
SALVADOR ELIZONDO /
JUAN RULFO y un RECADO A LUCHA VILLA.
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El nuevo milenio ha obligado a los países a
examinar su memoria histórica. El conocer las personas de una época es
acercarse a esa época, porque los iconos que inventamos a imagen y semejanza de
nuestros sueños y deseos son el reflejo más fiel de los pueblos. Debo decir que
he vivido no poco tiempo en México (unos diez años en tres épocas), y sin
dudas, obedeció al Hacedor de caminos, porque me hice mejor. Pude conocer estos
convocados enormes que me toca en suerte narrar rescatando aquí mi modesta
impresión de María Sabina Magdalena García, aunque solamente quien llegó a su presencia en Huautla
de Jiménez allá en Oaxaca, puede saber lo que se siente: ella no leía como
nosotros, pero podía consultar el Libro Blanco que es todos los libros. De la
humildad de María Sabina, que legó a la ciencia médica varios remedios que hoy
ayudan a toda la humanidad, de ella aprendí que si los hombres observamos
cuidadosamente nuestra realidad, descubrimos que la realidad es fabulosa. De su
conocimiento se ha escrito tanto, que sólo puedo decir que quien llegó a su
presencia, necesariamente se hizo más silencioso. Hablo aquí de Guadalupe
"Pita" Amor, que fue mi vecina varios años en la Plaza Washington que
bifurca las calles de Londres y Dinamarca en el Distrito Federal, y que ya había
llegado a la sabiduría cuando la conocí. Según creo, quien lea alguno de sus
poemas no puede dejar de percibir la musicalidad que recorre el orden que da a
las letras: sus sonetos son patrimonio de la música. “Pita” se hizo inmortal
cantando a viva voz su creación en la Zona Rosa, a la manera de los antiguos
juglares que iban por las ciudades como un tren despertando las almas; me honró
durante los años que viví en México con su amistad: permítaseme incluirla aquí
en honor de la crítica mexicana, que me concedió por ella el Premio Nacional de
Periodismo Cultural en 1987, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes,
un honor quizás inmerecido que me acompaña. La actriz María
Félix es la mujer más bella que he visto. Ella no aceptaba grabadoras, pero
estaba absolutamente dispuesta a ser fotografiada un día entero. En lo personal,
tengo con la Doña una deuda de gratitud porque la pude visitar no pocas veces
en su mansión de Ciudad de México, donde siempre invitaba a sus amigos a jugar
a las cartas. También pude compartir con ella unas veces en casa del amigo
común que nos presentó, Ernesto Alonso, el célebre inventor de las telenovelas
mexicanas, que nos traía para beber vino chileno. Ella fue conmigo siempre
cordial: la primera vez que la vi, luego de conversar casi todo el tiempo, ante
su grupo de amigos rodeándola, concertamos una primera entrevista invitándome a
su casa al otro día; al final de la
reunión me despedí de ella con un beso; luego Alonso comentó que hacía cuarenta
años que la conocía, y era muy rara la vez que dejaba que la besaran al
despedirse, citando varios bochornos históricos (incluido un Presidente de su
país). Por considerar que la refleja más completa, esta visión de María Félix
que aquí reproduzco suma entrevistas que publiqué con ella en las décadas de
1980 y 1990, en México (Vogue) y en Chile (Caras).
El bufo Mario Moreno en plan de entrevistado intimidaba a cualquiera. La primera vez que le vi, enviado por Vogue, confieso, nunca pensé ser recibido de tal forma por "Cantinflas": sentado detrás de un enorme escritorio antiguo barnizado de caoba, inmenso, muy propio, envuelto en luz difusa detrás de sus gruesos lentes ópticos; seriamente vestido de corbata y tonos oscuros. Él tenía sus oficinas en la parte alta de un edificio ubicado en Insurgentes Sur, México D.F., que cobijaba en su primer piso y subterráneo un club nocturno memorable, también de su propiedad; estaba aburrido de que lo entrevistaran, aunque siempre era cordial. Otras veces pude verlo en plan más descansado; a su casa fui un par de veces en reuniones en que pude conocer a otros artistas mexicanos como Lola Bertrán, Lucha Villa, María Victoria, Carmen Salinas, a la actriz cubana Ninón Sevilla y la actriz de Argentina Rosita Quintana. Un año de esos le dieron un premio a Vogue y me tocó en suerte ir a recibirlo, acompañado de la actriz Angélica Aragón, con quien conservo una cálida amistad. Allí vi por última vez a "Cantinflas" a quien se le rendía homenaje, siempre animoso, muy amable como era en verdad. En 1983 publiqué la primera entrevista con él, que aquí incluyo, sumándole encuentros posteriores publicados desde entonces, además de conversaciones con otros artistas que actuaron con él, de su época, con empresarios que lo trataron en sus inicios, optando por estructurar el escrito con apuntes que acaso puedan ser de utilidad a quienes investigan el origen del teatro popular en nuestros países de América.
Del célebre escritor Juan Rulfo no escribí sino diez años después de haberlo conocido, en 1972, en Santiago en la vieja casona de la Sociedad de Escritores de Chile, cuando apenas intercambié dos palabras con él, en un homenaje que se le rendía entonces con la presencia de María Luisa Bombal, la maestra chilena autora de una obra breve que Rulfo apreciaba. Me atreví a publicar un acercamiento formal sólo cuando lo volví a encontrar en México, casi una década después. Desde entonces nunca dejé de escribir acerca de él notas de rigor, hechas de encuentros concertados o fortuitos, relectura de sus obras y murmullos. Entrego aquí cuanto sé de Juan Rulfo, a quien en Chile leemos desde niños.
Estas entrevistas no fueron realizadas en el afán de convertirlas en un libro: esto es casual, sólo obedece al Hado. El Hado es un misterio tan profundo que sólo lo entiende el lector. No dudo en afirmar que escribir lo que merece ser escrito sobre cada uno de estos personajes requiere de mucho más espacio, y requiere haber conocido muy bien a la persona. Y a varios de ellos en este encuentro premeditado no conocí lo suficiente (¿a quién se conoce tanto?); sin embargo, tuve en presencia de cada quien aquí reunido una cierta experiencia plástica sobre el sentido de la vida; entonces, éste es apenas un intento de compartir con el lector una situación concreta. Este modo esencialmente periodístico de aprender de las experiencias de la minoría viene, evidentemente, de una de las funciones básicas de la escritura: la de examinar las costumbres inmediatas, la de percibir un reflejo del ser vivo. Que quien lea sepa que está leyendo acerca de un ser real. Tal cual cuando salieron estas entrevistas publicadas originalmente en manera individual, como entonces, ahora reunidas no me pertenecen, son del lector ocasional, a quien ahora pertenecen...
ENTRAR AL LIBRO GRATISEl bufo Mario Moreno en plan de entrevistado intimidaba a cualquiera. La primera vez que le vi, enviado por Vogue, confieso, nunca pensé ser recibido de tal forma por "Cantinflas": sentado detrás de un enorme escritorio antiguo barnizado de caoba, inmenso, muy propio, envuelto en luz difusa detrás de sus gruesos lentes ópticos; seriamente vestido de corbata y tonos oscuros. Él tenía sus oficinas en la parte alta de un edificio ubicado en Insurgentes Sur, México D.F., que cobijaba en su primer piso y subterráneo un club nocturno memorable, también de su propiedad; estaba aburrido de que lo entrevistaran, aunque siempre era cordial. Otras veces pude verlo en plan más descansado; a su casa fui un par de veces en reuniones en que pude conocer a otros artistas mexicanos como Lola Bertrán, Lucha Villa, María Victoria, Carmen Salinas, a la actriz cubana Ninón Sevilla y la actriz de Argentina Rosita Quintana. Un año de esos le dieron un premio a Vogue y me tocó en suerte ir a recibirlo, acompañado de la actriz Angélica Aragón, con quien conservo una cálida amistad. Allí vi por última vez a "Cantinflas" a quien se le rendía homenaje, siempre animoso, muy amable como era en verdad. En 1983 publiqué la primera entrevista con él, que aquí incluyo, sumándole encuentros posteriores publicados desde entonces, además de conversaciones con otros artistas que actuaron con él, de su época, con empresarios que lo trataron en sus inicios, optando por estructurar el escrito con apuntes que acaso puedan ser de utilidad a quienes investigan el origen del teatro popular en nuestros países de América.
Del célebre escritor Juan Rulfo no escribí sino diez años después de haberlo conocido, en 1972, en Santiago en la vieja casona de la Sociedad de Escritores de Chile, cuando apenas intercambié dos palabras con él, en un homenaje que se le rendía entonces con la presencia de María Luisa Bombal, la maestra chilena autora de una obra breve que Rulfo apreciaba. Me atreví a publicar un acercamiento formal sólo cuando lo volví a encontrar en México, casi una década después. Desde entonces nunca dejé de escribir acerca de él notas de rigor, hechas de encuentros concertados o fortuitos, relectura de sus obras y murmullos. Entrego aquí cuanto sé de Juan Rulfo, a quien en Chile leemos desde niños.
Estas entrevistas no fueron realizadas en el afán de convertirlas en un libro: esto es casual, sólo obedece al Hado. El Hado es un misterio tan profundo que sólo lo entiende el lector. No dudo en afirmar que escribir lo que merece ser escrito sobre cada uno de estos personajes requiere de mucho más espacio, y requiere haber conocido muy bien a la persona. Y a varios de ellos en este encuentro premeditado no conocí lo suficiente (¿a quién se conoce tanto?); sin embargo, tuve en presencia de cada quien aquí reunido una cierta experiencia plástica sobre el sentido de la vida; entonces, éste es apenas un intento de compartir con el lector una situación concreta. Este modo esencialmente periodístico de aprender de las experiencias de la minoría viene, evidentemente, de una de las funciones básicas de la escritura: la de examinar las costumbres inmediatas, la de percibir un reflejo del ser vivo. Que quien lea sepa que está leyendo acerca de un ser real. Tal cual cuando salieron estas entrevistas publicadas originalmente en manera individual, como entonces, ahora reunidas no me pertenecen, son del lector ocasional, a quien ahora pertenecen...
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